Alfredo Hernández todavía recuerda con emoción aquellos días de 1978. Era apenas un adolescente de 18 años que soñaba con aviones. Su padre era piloto y la aviación formaba parte de la vida de su familia, y de la suya propia.
Alfredo Hernández todavía recuerda con emoción aquellos días de 1978. Era apenas un adolescente de 18 años que soñaba con aviones. Su padre era piloto y la aviación formaba parte de la vida de su familia, y de la suya propia.
El gran empeño de Hernández era emular el ejemplo de su progenitor, quería estudiar una profesión donde pudiera completar esa aspiración. Recuerda entonces que terminó el bachillerato y quiso comenzar su preparación como tripulante de cabina.
“Ya estaba completo el curso, pero le dijeron a mi padre que podía entrar como oyente -rememora.- Fui el primer día como oyente, pero se dio la casualidad de que faltó una persona. Se me permitió ocupar ese puesto, e inicié, oficialmente, el entrenamiento como tripulante de cabina durante tres meses”.
Nace un centro de estudios
Muchos años después de aquello hechos, los anhelos de Alfredo Hernández habían alcanzado otro nivel. Adiestrado y educado como todo un profesional de la aviación, ahora su mayor pretensión era poder compartir lo que había aprendido y tener la posibilidad de transmitir esas experiencias a los más jóvenes.
“Comenzó a inquietarme el hecho de que, en la República Dominicana, un joven no tenía manera de estudiar para tripulantes de cabina de forma privada. Debían esperar a que se abriera alguna convocatoria de las líneas aéreas y así poder entrar”, manifiesta.
Empero, Hernández tenía su objetivo muy bien definido, así que salió a tocar en todas las puertas que pudo. Como él mismo confiesa, en unas ni siquiera le prestaron atención, mientras que otras se mantuvieron cerradas, “pero, no me cansé”, y revela que perseveró en su propósito hasta que, finalmente, las autoridades le dieron la oportunidad de establecer una escuela de capacitación, “y así pude existir como el primer centro aeronáutico especializado en tripulantes de cabina en la Republica Dominicana”, evoca.
Reconocidos por la OACI
Casi una década después de aquellos esfuerzos iniciales, la OACI (Organización de Aviación Civil Internacional), en la figura de su director regional, Melvin Citrón, realizó una visita al centro Tripulantes VIP fundado por Alfredo Hernández en la isla caribeña, donde llevó el reconocimiento desde las más altas esferas de la aviación civil mundial al trabajo realizado en esta entidad.
Hernández asegura que este éxito no llegó por una mera gestión empresarial, sino que fue labrado por muchos años de amor a la labor que realiza. “Somos tripulantes ante todo, que hemos venido creciendo en nuestra profesión, que hemos creado, y que nos hemos dedicado a hacer cosas que nos han dado resultado. Por eso lo percibimos desde una forma sumamente profesional”, puntualiza.
Por tal razón, Alfredo defiende que su institución no se encuentra certificada solo para instruir, sino que está concebida para educar y formar a los jóvenes que opten por esta profesión. “Hay que darle oportunidades a todos -manifiesta-. Durante el entrenamiento vamos viendo su comportamiento y vamos conversando con esos estudiantes. Le hacemos recomendaciones, les orientamos, porque el propósito es que formemos un tripulante de cabina con las características que buscan y necesitan las aerolíneas”, agrega.
Tripulantes VIP en Miami
La idea de trasladar la experiencia dominicana a la ciudad del sol fue también un intento por continuar desarrollando este centro educativo hacia una dimensión internacional.
“Lo conversé con personas de aviación acá y vi la posibilidad de que resultara”, afirma Hernández, y agrega que, la finalidad, no es solo traer al sur de la Florida los “conocimientos y nuestra forma de hacer la instrucción”, sino también brindar una opción a “los jóvenes latinoamericanos que, por muchas razones llegan aquí a la ciudad de Miami, para que también puedan acceder a una profesión técnica de manera rápida y que les permita obtener mejores ingresos”.
Detalla que el proyecto cuenta con todas las garantías legales, así como con un personal especializado y las condiciones materiales necesarias para completar el currículo educacional. También apunta que “vamos a implementar aquí lo mismo que tenemos allá (en República Dominicana). Es Tripulante VIP el que va a estar aquí”.
El mejor entrenamiento
Enfatiza, además, que los estudiantes podrán completar su preparación entre ambos centros “donde van a realizar todas las prácticas que nosotros tenemos implementadas”. En este sentido se refiere al uso de realidad virtual, simuladores o toboganes para la ejercitación y el aprendizaje de las distintas técnicas en que debe estar preparado un tripulante de cabina, aunque no es el único método.
Aparte de cultivar el buen trato y la atención especializada, Hernández precisa que es muy importante el adiestramiento psicológico de los futuros profesionales de este ramo, porque “deben saber hacer una caracterización de los pasajeros, cómo se comportan y cómo tienen que responder ante ese comportamiento”.
Insiste en que, un tripulante, “suceda lo que suceda, debe tener rostro sereno y apacible, porque los pasajeros en cualquier momento van a buscar la cara del tripulante y, si lo ven tranquilo, lo ven sonriente, entonces dirán: no pasada nada”.
Por otro lado, los cursos de Tripulantes VIP en Miami ofrecen muchas facilidades financieras para el abono de la matrícula, y del mismo modo un total respaldo al estudiante que, una vez graduado, necesite apoyo y recomendaciones para la búsqueda de empleo.
Volando hacia el futuro
Alfredo Hernández está confiado en que esta nueva experiencia de Tripulantes VIP en Miami será muy exitosa, del mismo modo que en República Dominicana. “Nosotros somos una marca de seguridad operacional y ahora abrimos nuestras puertas hacia el mundo con este centro”, afirma.
Alega también que se trata de un gran proyecto que, a futuro, pretende seguir, literalmente, subiendo alto, “hacia Boston, hacia Nueva York, donde hay tantos latinos”. Para Hernández es un campo con muchas oportunidades “y los jóvenes no lo saben”, enuncia.
Por eso cree que hay que motivarlos y decirles que se atrevan, que sueñen y que toquen puertas, porque nunca se sabe cuál será la que se pueda abrir. “Si yo me hubiera cansado en la puerta 105, no hubiera llegado hasta la 107, pero en cambio, ahí fue donde me abrieron; y por eso hoy estamos aquí, en Miami”, concluye.