sábado 8  de  noviembre 2025
ELECCIONES 2016

Clinton y Trump, dos visiones diametralmente opuestas en política exterior

Los dos grandes temas, tanto para uno como para otro, son inmigración y narcotráfico. Y ambos tienen posturas totalmente diferentes
Por RUI FERREIRA

MIAMI.– Quien quiera que sea el nuevo inquilino de la Casa Blanca tiene por delante un reto enorme en materia de política exterior. Habrá heredado de Barack Obama al menos dos escenarios tormentosos: Latinoamérica y el Medio Oriente.

El mandatario Obama intentó desarrollar las relaciones con África pero apenas avanzó, mientras que con Europa los lazos son suficientemente sólidos para caminar sin grandes sobresaltos. Excepto, claro está, con la Rusia de Vladimir Putin, cuya soviética Revolución de Octubre, curiosamente o no, cumplió este lunes 99 años.

Las relaciones serán más difíciles con Moscú si Hillary Clinton gana la presidencia. Es sabido que no se lleva con Putin en lo personal y éste la desprecia abiertamente. Pero tendrán que convivir en un escenario bastante difícil porque la exsecretaria de Estado hará un pilar de su política exterior el retroceso de la influencia rusa en Ucrania. De ningún modo tolerará la ocupación militar de varios países de Europa Oriental, antiguas republicas soviéticas sobre la cuales el exjefe de la KGB de Leningrado quiere tener un control absoluto para enfrentar la influencia y capacidad militar de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). La ocupación de países como Moldova, Estonia, Latvia y Lituania. Con Bielorusia se da por descontado la influencia política y militar porque Putin tiene una comunicación muy estrecha con el autoritario gobernante, Alejandro Lukashenko.

Lo más natural es que una hipotética presidenta Clinton promueva la influencia política de la OTAN en la región y el refuerzo de su estructura militar. De todos modos, es poco probable en términos económicos y comerciales que haya cambios sustanciales. De seguir el mismo escenario en el teatro de operaciones de Siria, es de esperar que Putin y Clinton se enfrenten en un pulso cerrado por ampliar su zona de influencia.

Con Trump sería lo contrario. El magnate inmobiliario no oculta sus simpatías por Putin y ha dejado claro que piensa reducir la influencia de la OTAN en la región intentando obligar a los socios europeos a pagar más por una alianza militar que sigue siendo sostenida mayormente por material bélico estadounidense, aunque cada vez es mayor la influencia francesa y británica.

El candidato republicano también ha amenazado con rediseñar los acuerdos económicos firmados con la Unión Europea, en particular la propuesta de un acuerdo de libre comercio con el Viejo Continente cuyos detalles estaban en discusión pero las conversaciones se han interrumpido a la espera de un desenlace electoral.

Trump siempre ha dicho que Estados Unidos ha perdido influencia en el Medio Oriente, en particular en Irak y Afganistán, pero ha evitado profundizar en la crisis siria porque sabe que tiene por delante a Putin, que acaba de reforzar su presencia naval y aérea en la región.

Si Trump decide que su plan de acabar con el Estado Islámico pasa por enviar tropas de combate a la región, y no de asistencia, pudiera alienar los estados vecinos y la percepción que el mundo árabe tuviera sobre él, al comienzo de un mandato de cuatro años, cuando poco o casi nadie conoce sobre sus intenciones o siquiera la necesaria preparación para el cargo. Al contrario de Hillary Clinton, Donald Trump apenas conoce el mundo y mucho menos los avatares diplomáticos.

En relación con Latinoamérica, el escenario es diferente y sus complejidades son otras. No hay enfrentamientos militares ni extremismo radical de índole religiosa en la región. Venezuela es, quizá, el único país donde la sociedad se encuentra convulsionada con ribetes de violencia. Los demás viven tiempos sosegados, con sociedades en transición de un izquierdismo radical hacia un regreso a democracias parlamentarias estables. Es poco probable que ambos alteren, principalmente el candidato republicano, el deshielo con Cuba porque eso pudiera poner en riesgo la estabilidad de las relaciones con el resto del país. Recuérdese que el candidato republicano no ha hablado de enfriar los nexos con la isla, sino de rediseñar los acuerdos alcanzados.

Los dos grandes temas, tanto para uno como para otro, son inmigración y narcotráfico. Y ambos tienen posturas totalmente diferentes. Como se sabe, Trump aboga por la construcción de un muro con México, a quien quiere cargar la factura de su edificación, se opone a una reforma migratoria y quiere expulsar del país a los indocumentados, aunque no queda clara si son apenas los que vienen de países al sur del Río Grande o se incluye a todo el orbe.

Es esta postura radical que ha puesto de paso atrás y desplegado la desconfianza de la clase política latinoamericana que siempre ha mirado hacia el norte como una sociedad cuyos valores, si bien necesariamente no son seguidos a rajatabla, por lo menos no son rechazados. Siempre ha habido una separación política muy grande entre los políticos de la región y sus pueblos, que siempre han visto a Estados Unidos como una especie de El Dorado donde resolver sus problemas económicos.

La candidata demócrata, obviamente, no comulga con estos propósitos, pero la posibilidad de lograr arrancar al Congreso una reforma migratoria depende de la correlación de fuerzas legislativas que saldrán de estas elecciones. Si los demócratas ganan el Senado, aunque no tengan mayoría en la Cámara de Representantes, no hay ninguna razón para creer que una presidenta Hillary Clinton tenga asegurada una reforma migratoria. El escenario es exactamente el mismo a que se enfrentó el presidente Obama.

El narcotráfico es otra cuestión. No se sabe cuáles son las ideas de Trump o Clinton sobre una estrategia sólida de combate y mucho menos dirigida a la pacificación de la zona fronteriza donde se mueven los escuadrones de la muerte al servicio de los barones de las drogas. La construcción de un muro no contribuirá a lograr la participación del Gobierno de México y sus autoridades fronterizas en el combate al tráfico de narcóticos.

Estos son los principales escenarios y retos. Pero la forma en como Clinton o Trump los enfrentaran son totalmente diferentes. Nunca la visión de política exterior entre dos candidatos presidenciales ha sido tan radicalmente diferente.

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