WASHINGTON.- El conflicto con Corea del Norte es actualmente el mayor reto en política exterior para el Gobierno de Donald Trump. En momentos como este es indispensable el Departamento de Estado, pero la institución que dirige Rex Tillerson se encuentra sumida en su propia crisis.
Por un lado, en el pasado ya afloraron en varias ocasiones las diferencias de opinión entre Trump y Tillerson y la impredecibilidad del presidente estadounidense puso en apuros a su secretario de Estado. Uno de los últimos ejemplos fue la amenaza de Trump de que respondería con "fuego y furia" a las provocaciones militares de Pyongyang.
Las declaraciones del mandatario sorprendieron incluso a Tillerson, que se vio obligado a aplacar los ánimos y asegurar a los estadounidenses que pueden dormir tranquilos.
Por otro lado, muchas informaciones señalan que el Departamento de Estado se encuentra en una situación desoladora. Según se dice, hay puestos importantes vacantes en el Departamento y en representaciones en el extranjero, y algunos funcionarios experimentados dimitieron o se dieron por vencidos al no tenerse en cuenta su opinión ni su trabajo. Sus llamadas o informes no obtuvieron respuesta desde las más altas esferas.
"La moral en Foggy Bottom (sede del Departamento de Estado) alcanzó niveles mínimos", apuntó la revista "Foreing Policy" en un reciente análisis. A Washington le faltan piezas importantes de su aparato de política exterior que son importantes para superar el desafío de Corea del Norte, escribió por su parte "Business Insider".
Según la Foreign Policy Association (Asociación de Política Exterior), en la actualidad hay unos 50 países y organizaciones internacionales sin embajador estadounidense. Entre ellos está Corea del Sur, según destacó Brian Klass, de la Londoner School of Economics (Escuela Económica de Londres), en un artículo de opinión para la web "The Hill".
Según sus informaciones, faltan directores de departamento en sectores tan importantes como el control de armamento, la no proliferación de armas de destrucción masiva o en la región del Pacífico y el sudeste asiático. "La lista sigue y sigue", afirmaba Klass, que habla de una administración "zombi". Para el "Business Insider" se trata de una "tripulación cadavérica".
Pero, ¿de quién es la culpa? Trump ha señalado reiteradamente hacia el Congreso, especialmente hacia los demócratas, a quienes acusa de haber intentado acorralarle y de retrasar la confirmación de embajadores. Pero también están vacantes muchos puestos para los que no es necesaria la aprobación del Congreso. Los demócratas acusan a Trump de dificultar el proceso al querer sólo a gente que apoye su política de "Estados Unidos primero" y desconfiar de todos los que trabajaron en el Departamento de Estado con el Gobierno anterior.
El propio Tillerson se ha quejado de que la Casa Blanca rechazó a varios candidatos propuestos por él. Según "Foreign Policy", en el Departamento de Estado reina una profunda frustración por los recortes de personal y presupuesto planeados por Trump y en general por la desvalorización de la institución.
Según la publicación, los trabajadores del departamento "dicen que el presidente Trump y su Gobierno menosprecian su trabajo, lo socavan o que ni siquiera se toman la molestia de entenderlo y que está en riesgo el legado de décadas de diplomacia estadounidense".
El secretario de Estado cada vez se aisla más con un estrecho grupo de asesores mientras la Casa Blanca "aplasta" al Departamento de Estado, advirtió recientemente un analista de política exterior en la CNN.
Pero quizás en el comportamiento de Tillerson también se refleja la propia frustración del que fuese presidente de ExxonMobil, acostumbrado a actuar, por su claramente poca capacidad de influir en su jefe. Desde hace semana hay informaciones que apuntan a la insatisfacción de Tillerson, quien no se sentiría respetado por Trump.
Tillerson se vio incluso obligado recientemente a desmentir que estuviese pensando en dimitir. "No voy a ninguna parte", dijo, asegurando que su relación con Trump es buena. "Confía en mí".
Pero la realidad es que en los últimos meses han quedado en evidencias diferencias entre Trump y Tillerson en cuestiones centrales de política exterior. El secretario de Estado se mostró a favor de la permanencia de Washington en el Acuerdo del Clima de París, pero el presidente optó por su abandono.
En la crisis del Golfo, Trump criticó a Qatar y favoreció a Arabia Saudí, mientras que Tillerson llamó a todas las partes a la contención. Y el viernes, Trump afirmó que no descarta la opción militar para Venezuela, algo que el Pentágono salió a matizar. No es un momento estelar para la política exterior del país más poderoso del mundo.
FUENTE: dpa