MIAMI.- Tenía mi edad Charlie Kirk: era un ‘millenial’ que había nacido en 1993 e iba a cumplir 32 años el mes próximo. El activista conservador y aliado cercano del presidente Donald Trump, que influyó notablemente en la movilización de jóvenes votantes republicanos en el movimiento MAGA, recibió hoy un mortal disparo al cuello en un evento universitario en Utah y una no puede dejar de preguntarse qué clase de mundo es este en el que él vivió y ahora nos deja. Qué clase de país y qué clase de sociedad.
Mientras sus millones de seguidores lamentan el hecho, hay quien dice que la forma de su muerte —más que la muerte misma— es una especie de ajusticiamiento divino.
A Kirk le gustaban las armas y defendía el derecho de cada estadounidense a portarlas. En videos del evento donde le arrebataron la vida, difundidos en redes sociales, se ve a Kirk sentado dirigiéndose a una multitud, se escucha a alguien del público preguntarle cuántos tiroteos masivos ha habido en Estados Unidos en los últimos 10 años y se oye a Kirk responder con otra pregunta: “¿Contando o sin contar la violencia de las pandillas?”. Apenas instantes después, se siente el disparo. Cual si fuera un punto de quiebre definitivo.
En un contexto de polarización extrema, hasta su muerte divide. No solo conmociona a la nación estadounidense o remueve aquello que se ha dado en llamar el deep state o “Estado profundo”, sino que también atiza a comunidades estratégicas en el entorno electoral de EEUU como la hispana y, de manera particular, a la cubana en el Sur de la Florida.
He visto, escandalizada, cómo un empresario cubano le llama “traste” a una periodista (también cubana) porque sacó a relucir el hecho de que Kirk, siendo defensor del derecho a las armas, haya muerto justamente por el disparo de un arma de fuego.
Ha dicho el empresario que si él, por poner un ejemplo “hipotético” que es casi una tautología, es un defensor de los automóviles y muere por un atropello de un carro, ya sabe cómo ella va a dar la “noticia”.
Mañana podría ser cualquier otra cosa. Pero hoy, lo que el gobernador de Utah, un estado que desde ahora no es solo famoso por su diversidad geológica o su destacada comunidad mormona, calificó como un asesinato político perpetrado desde una azotea, ha puesto una vez más en evidencia la fragmentación social.
Como joven cubana, madre desde hace sólo tres meses, realmente estoy preocupada por esta sociedad mundial del siglo XXI en la que está creciendo mi hija recién nacida como parte de una debutante generación beta, estoy aterrada por los tiroteos en las escuelas de EEUU, pero todavía más por el comportamiento de nuestras comunidades en el ámbito del lenguaje político.
No tengo vocación de maestra de preescolar ni mucho menos para andar repartiendo ‘nalgadas’, pero deja mucho que desear el debate que, aún en democracia, algunos calzan con chancletas. Junto con el glamour, se pierde hasta la razón. Esto es: se juzga la valía de una persona por su criterio respecto de temas puntuales, se le cancela y expone, y por último se le falta el respeto en público.
Los muertos, ni cuando se van a descansar, escapan del absurdo ideológico? Aquí, visto lo visto, cada quien viene solo a reforzar sus criterios sin ánimo de en realidad discutir, aprender del otro, intercambiar visiones. Yo sí creo que es pertinente contextualizar la vida de quien ha muerto, al menos en casos de relevancia o interés público, aunque no soy partidaria de que a quien muere a manos de la violencia se le saque un historial de “delitos” para justificar de alguna forma esa muerte. Sin embargo, esa es otra lectura lineal del asunto.
Contextualizar es pertinente. Y, ojo, no estoy diciendo que sea una contextualización inocente porque ideología tenemos todos, pero sí es necesario decir el qué, el cómo y los porqués del quién.
Resulta que a Kirk sus propias palabras le jugaron en contra, como si un guiño de humor negro le hiciera la muerte. Aunque dada su condicion de víctima de un crimen político, que como nos recuerdan algunos, tal condición no depende del pensamiento de quien sufre la agresión, sino de la justificación y legitimidad de quien la protagoniza, poco peso debería concedersele al pensamiento y la obra de la víctima.
No obstante, tampoco es ético ni responsable romantizar la calidad humana de los muertos. Ahora escribo con aquel estribillo lúcido de Celia Cruz en la cabeza: (...)“cuando la gente se muere, se dice que era tan buena” (...)
Kirk, por una parte, alimentó relatos como este: “El movimiento político Make America Great Again ha sido lucrativo para Kirk, el director ejecutivo y cofundador de la organización juvenil conservadora Turning Point. La organización sin fines de lucro saltó a la fama al sumarse a la campaña de Donald Trump en 2016 y ha recaudado aproximadamente 250 millones de dólares desde entonces, gran parte de los cuales se han invertido en fomentar la influencia de personas conservadoras y organizar eventos ostentosos. La organización también enriqueció a Kirk y a sus aliados, según una revisión de registros públicos realizada por Associated Press, que reveló que altos funcionarios de Turning Point cobraban salarios exorbitantes, disfrutaban de generosos beneficios y desviaron al menos 15,2 millones de dólares a empresas con las que ellos, sus amigos y socios están afiliados”.
Kirk, por otro lado, inspiró a millones; fue, en efecto, un destacado activista político conservador estadounidense. Fundó Turning Point USA, junto con William T. Montgomery, en 2012, y fue el director gerente de la organización. En 2018, además, Kirk fue incluido por la revista Forbes en la lista 30 Under 30, en la categoría de ley y política.
Muchos de los que hoy hablamos sobre él, aunque tengamos su edad o edades similares, estamos a años luz de tener la influencia que alguna vez él tuvo y que ahora, convertido en mártir, le trasciende. porque si, para sus seguidores sí es un mártir al que le sobreviven esposa e hijos. Ante un escenario en que se diluyen los grises porque es blanco o negro, sus seguidores vienen a ser "la mitad" del tablero. Una mitad que ahora queda en una relativa orfandad y buscará justicia en el mejor de los casos; venganza, en el peor escenario. Malas noticias: un milennial ha muerto de un disparo que es un quiebre definitivo.