lunes 10  de  febrero 2025
ANÁLISIS

¿Estará lista Cuba para la democracia?

Creemos estar seguros de lo que puede suceder en Venezuela si ahora mismo lanzan un referendo revocatorio contra Maduro. Pero, ¿estamos seguros en el caso de Cuba? 

Algunos continúan preguntándose si los cubanos de la Isla estarán preparados para una futura convivencia en democracia. Las respuestas —porque sin duda hay más de una— no han de ser tan sencillas ni tan convencionales como la pregunta. Para empezar, tal vez sería válido que reformuláramos la interrogante: ¿Estará lista la democracia para establecer debidamente sus normas en un futuro próximo para los cubanos?

Porque si bien la democracia, como el pan de la libreta de racionamiento, aguantó siempre los más violentos estirones sin perder la forma, parece que en los últimos tiempos se resiente y va exteriorizando las secuelas de tanto maltrato. Hoy, en los países que viven bajo sistemas democráticos (o cuyos gobernantes por lo menos resultan elegidos mediante escrutinio público), se mezclan paradójicamente, sin la menor salvedad, Suiza e Irán, Bélgica y Rusia, Holanda y Ecuador, o Costa Rica y Nicaragua…

Así que una segunda respuesta para la interrogante en cuestión podría ser otra pregunta: ¿Cuál es el tipo de democracia para la cual se supone que Cuba deba estar preparada?

Los propios representantes de la dictadura cubana afirman que allí se practica la democracia participativa. Y a nadie debiera sorprender que la sucesión de la segunda dinastía de los Castro se oficialice en el momento anunciado, y hasta quizás mediante algún mecanismo sensible a la pirueta democrática, que a la larga puede resultar bien visto por los gobiernos, instituciones, observadores y analistas del mundo.

Creemos estar seguros de lo que puede suceder en Venezuela si ahora mismo lanzan un referendo revocatorio contra Maduro. Pero, ¿estamos seguros en el caso de Cuba? ¿Se hallarán preparados nuestros paisanos para enfrentar civilizadamente, o sea, en paz y haciendo valer los principios de la democracia, cualquier trampa que tenga como objetivo la prolongación de la tiranía castrista, con o sin la figura de un dictador en jefe?

Lo que está en el corazón del ñame solo el cuchillo lo sabe. Así es que resulta difícil anticipar una respuesta categórica. Pero en principio, un vistazo a ojo de buen cubero sobre la composición psicosocial de nuestra gente, arroja muchas más dudas que certezas.

Descontando a los militantes comunistas de palo y pedrada, que conforman minoría cada vez menor, así como a otros cómplices o comprometidos con la dictadura, quedan en el país tres grupos específicos de ciudadanos que son los que pudieran incidir mayoritariamente a través de elecciones "democráticas" o de algún tipo de referéndum.

Primero, están los ancianos, que son los que más le temen al régimen y los más fáciles de manipular, ya que con el transcurrir de los años fueron reduciendo aspiraciones, planes y esperanzas, hasta un punto que hoy son capaces de dormir tranquilos solo con saber que disponen de una mísera jubilación, de un techo que no les pertenece y de una cama que es la misma que acomodó, hace 50 o 60 años, sus sueños de  adolescencia. Sucede también que muchos de estos ancianos que aún viven en Cuba tienen garantizado el sustento gracias a las remesas que les envían sus parientes del exterior. No sería dable entonces cifrar esperanzas en sus decisiones.

En un segundo grupo se pueden ubicar aquellos cuyas edades oscilan entre 40 y 60 años. Es posible que a este grupo pertenezca la mayoría de los miembros de la oposición interna, pero también aglomera en alta proporción a los funcionarios estatales de diversos rangos. Son individuos que nacieron y crecieron a merced del régimen. Si, como dijera Chesterton, el signo dominante en nuestra época es un signo de interrogación, en Cuba las mayores incógnitas gravitan en torno al comportamiento que en un futuro más o menos próximo puedan asumir estos paisanos que hoy median entre la juventud y la vejez, más definidos y activos que los ancianos, aunque menos desprejuiciados y más pícaros y conservadores que los jóvenes.

Otra es la historia con la juventud de la Isla, la cual se siente hasta el pelo de que les señalen lo que no deben querer, en tanto no les atrae ni les convence lo que quieren que quieran. Más bien les atrae todo lo contrario, no solo porque es lo contrario sino porque sencillamente les atrae cualquier cosa cuyo atractivo no les sea impuesto. Aunque no lo pregonen (ya que les impartieron bien el arte de la simulación), a los jóvenes de la Isla les gusta el dinero y los bienes materiales muchísimo más que a sus mayores.

También son más emprendedores, más arriesgados y despiertos a la hora de agenciarse lo que les gusta. Asimismo este grupo reúne, por un lado, las cifras máximas de empleados en las shopping y otras instancias donde se mueven divisas; mientras que, por otro lado, acumula los más altos porcentajes de desocupados formales, bisneros, buscavidas, contrabandistas, jineteros, parias y pupilos de las cárceles.

Más hábiles o más decididos que sus antecesores para hacer lo mismo que hacen los mandamases (en lugar de hacer lo que les dicen que hagan), estas últimas generaciones carecen por lo general de ideología, por más que en esta materia, como en todas, dejan siempre abierta una brecha para la negociación. Es verdad que entre ellos se registran las más frecuentes incidencias de hechos violentos. Sin embargo, tampoco en su caso la violencia es necesariamente sinónimo de una particular valentía. Por más que sus motivaciones son bien puntuales, y nunca están relacionadas con temas ideológicos, ni siquiera con la reclamación de derechos civiles o legales.

En una palabra, las nuevas generaciones de la Isla pueden tener una idea mejor o peor formada acerca de lo que no les gusta en materia de sistemas políticos, pero, como conjunto social, carecen de conceptos en torno a aquello por lo cual les gustaría apostar.

Estos son nuestros bueyes, y, tal como sentencia el refrán, con ellos tendremos que arar. También resultan imprescindibles a la hora de hacer pronósticos sobre el futuro de Cuba.

Artículo publicado originalmente en Diario de Cuba

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