martes 3  de  diciembre 2024
PERFIL

Arquitecto transforma paisaje urbano en Broward, mientras la Cuba donde nació se cae en ruinas

Durante 43 años, Mario Cartaya diseñó y construyó más de 1.000 edificios en el sur de la Florida y contribuyó de manera rotunda a darle identidad al condado; tras su retiro se dedica a contar su historia
Por Luis F. Sánchez

En circunstancias normales, Mario Cartaya debió haber sido uno de los arquitectos que contribuyeran al desarrollo urbanístico en Cuba. No ocurrió así. Su familia salió de la Isla apenas llegó la revolución cuando su padre fue amenazado de muerte por opositor. Por ello, el niño se hizo hombre en Estados Unidos y su talento ayudó a transformar la cara de Broward con diseños de los edificios más icónicos de dicho condado.

El 24 de marzo pasado, Cartaya anunció su retiro de la firma de arquitectura que creó en 1979.

Su legado es haber diseñado más de 1.000 edificios, que se levantan ahora en el sur de la Florida, entre ellos el Complejo Judicial de Broward, la mayor parte del aeropuerto internacional de Fort Lauderdale-Hollywood, los ayuntamientos de Miramar y Pembroke Pines, cuatro bibliotecas públicas,teatros, museos, estaciones de bomberos y policía, centros deportivos y culturales.

La despedida de Cartaya fue precisamente en uno de los edificios más emblemáticos que diseñó, el City Center de Pembroke Pines.

Ahí el arquitecto anunció que inicia una nueva etapa en su vida, ahora como autor, y presentó su primer libro “Journey Back Into the Vault” (“Viaje de Regreso a la Bóveda”), una historia alucinante de nostalgia y reencuentros imprevistos, de una travesía realizada en el 2016 para llenar los vacíos que dejó la brutal huida de su familia de Cuba en 1960 cuando el autor tenía solo nueve años.

Cartaya presentará su libro en Miami el 3 de junio (7:30 p.m.), en la librería Books and Books en Coral Gables.

“’Journey Back Into the Vault’ no es un libro político. Es solamente la historia de un hombre humilde que decide recobrar su niñez olvidada y regresa a Cuba en busca de su pasado”, escribió Cartaya en un correo electrónico. “Lo que encuentra es que esas memorias siempre han estado con él –en aquella bóveda protectiva del subconciente que nos protege de los momentos difíciles y dolorosos de nuestras vidas. El camino lo llevará a una claridad de espíritu y corazón en paz que él nunca esperaba”.

Sobre la base de un gran esfuerzo y luego de haber trabajado 15 años en las oficinas de La Habana de la corporación Frigidaire, su padre Juan Ignacio abrió su propia empresa de contabilidad. Le iba muy bien. Conducía un Ford 1957 y acaba de comprarse una casa propia.

Tenía entre sus clientes a empresas y personas importantes entonces en Cuba y en sus archivos figuraba toda la información confidencial de ellas sobre sus propiedades e inversiones.

Una mañana de 1960, dos rebeldes armadas con metralletas entraron a su oficina y le pidieron todos los archivos. Juan Ignacio Cartaya se resistió. La situación se tornó violenta y fue detenido. Los oficiales de la revolución le ordenaron que antes del final del día debía entregar todos los documentos. Un teniente amigo de la infancia dijo que Juan Ignacio cumpliría. Lo dejaron ir, pero le advirtieron que su seguridad no estaba garantizada.

En ese mismo momento, Juan Ignacio entendió que por la seguridad de sus dos hijos y de su esposa debían exilarse de inmediato. Dejaron todo, padres, hermanos, familia, amigos, colegio, propiedades y se quedaron con el corazón partido. Fue una fractura brutal, común a cientos de miles de personas en Cuba.

Días antes de salir del país, Juan Ignacio propuso a su esposa y dos hijos dar una vuelta por la Isla como despedida y aspirar por última vez para todos ellos, excepto Mario, el aire del país que dejaban.

En Miami, la familia Cartaya empezó de cero. Mario cuenta que desde los cuatro años de edad, en La Habana, estimulado por una familia que amaba las artes y las ciencias, sintió que quería ser arquitecto y estudiar esa carrera en la Universidad de Cuba.

No pudo lograr ese deseo en su país natal, pero en 1975 se graduó en Arquitectura en la Universidad de Florida y al año siguiente logró su maestría en construcción de edificios.

En 1979 formó su empresa Cartaya and Associates Architects. Su éxito se basó, según confesó, en que supo volcar en sus edificaciones esa sensibilidad artística que había respirado con su familia y ponerle alma a sus construcciones.

“Antes de construir algo siempre me pregunto: ‘qué es lo que este edificio quiere ser’”, explicó Cartaya. “Y me respondo: ‘expresar no solo su uso sino también lo que quiere de él la comunidad”.

Cuentan que cuando le encargaron diseñar el Palacio de Justicia de Broward de 30 pisos, Cartaya consideró que la mejor vista, de oeste a este que mira el océano en Fort Lauderdale, debía ser para los usuarios, que son las víctimas que van ahí y es necesario minimizar su estrés.

Para lograrlo, debía convencer a los 97 jueces que iban a trabajar ahí y le advirtieron que eso sería una misión imposible. Cartaya habló con cada uno de ellos, les explicó su idea, los convenció e hizo el edificio tal y como lo había soñado.

En el 2019, durante la fiesta de celebración de los 40 años de su empresa, la congresista Debbie Wasserman Schultz, lo invitó al estrado y le dio la sorpresa de su vida.

“Su historia y la de Cartaya and Associates Architects ayudaron a formar el paisaje arquitectónico del sur de la Florida. Y a partir de ahora esto quedará registrado para siempre en la Librería del Congreso de Estados Unidos”, le dijo. “Cartaya es un visionario cuya obra puede verse através de todo el condado de Broward”.

En el estrado y con el salón lleno de gente, Cartaya empezó a llorar.

“No lloro por mí, sino por mi padre”, dijo un Mario profundamente conmovido. “Sacrificó su vida para que yo y mi hermano tuviéramos la oportunidad de vivir en libertad en Estados Unidos. Cuánto daría porque él estuviera vivo y viera que todo su sacrificio lo celebramos con mis acciones. Por eso lloro”.

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