MIAMI.-SERGIO OTÁLORA
“Soy moderadamente optimista”, confiesa Leifman, quien recibió el pasado 19 de noviembre un reconocimiento de la Corte Suprema de Estados Unidos por su trabajo.
MIAMI.-SERGIO OTÁLORA
@sergiootalora
Dos años después de tener que presenciar un brote de locura en plena audiencia por parte de un psiquiatra sicótico, el juez Steve Leifman pudo reunir en su despacho a un grupo de jueces, fiscales, jefes de policía, para tomar por los cuernos un problema que requería respuestas inmediatas.
“Pude lograr la financiación de un grupo de Nueva York que me envió tres especialistas, de Seattle, Filadelfia y Maryland. Ellos hicieron un mapa, en una pared, de cómo nuestro sistema de salud se cruzaba con nuestro sistema penal. Y nos dimos cuenta de que en realidad no se cruzaban, ni se interrelacionaban. Éramos vergonzosamente disfuncionales. Nosotros, las personas saludables, diseñamos un sistema para el fracaso. Y no estábamos dando ningún tratamiento para esta población y después, cuando no actuaba como nosotros esperábamos, la castigábamos y la encarcelábamos”. Fue en esa reflexión básica donde arrancó el cambio.
Fue en esa reunión de notables donde se diseñó la “maravillosa” meta de hacer la cárcel el último recurso. “No se trataba de que nadie fuera a prisión, porque hay enfermos mentales que deben estar en la cárecel. Si alguien estaba realmente desequilibrado nosotros debíamos ayudarlo, construir un puente institucional y prestarle un servicio”.
También en esa reunión se decidió que habría un pre-arresto que condujera al programa de tratamiento de crisis mentales, y un pos arresto que también llevara al mismo programa.
En el pre arresto se acudió a una idea que ya estaba en funcionamiento en Memphis, Tennessee: formar en el Condado Miami-Dade el equipo de intervención de crisis (CIT, por sus siglas en inglés). Es decir, entrenar a las unidades de la policía que lo desearan, en el manejo de enfermos mentales.
Se creó un curso de 40 horas, dirigida por la trabajadora social Habsi Kaba, en el que se les enseña a los oficiales a bajarle la temperatura a la crisis, a utilizar las palabras adecuadas, las órdenes precisas para controlar la situación. Ellos entienden que no deben estar muy cerca del enfermo y no deben reaccionar de manera desmedida.
El Condado Miami-Dade tiene 4,600 oficiales, el escuadrón más grande de los Estados Unidos de agentes especializados en la atención de llamadas de emergencia por enfermedad mental.
En el Condado y en la ciudad de Miami, entre 2010 y 2014, los oficiales del CIT respondieron a 48.669 llamadas por crisis mentales. Se dieron 109 arrestos. “La entrada a las cárceles, en general, descendió de manera dramática: De más de 70.000 a 4.400,” cita Leifman.
Esa intervención policial no termina en arrestos. El paciente es llevado a una de las unidades de estabilización que existe en el condado, donde es tratado por los especialistas. Y entra en un programa en el que se le consiguen beneficios (si nos los tiene), se desarrolla un plan de recuperación. Y cuando ya está listo para dejar el programa, ya le hemos conseguido vivienda, sigue un tratamiento médico, incluidas las medicinas que debe tomar.
Para quienes han sido sorprendidos por la policía por un delito menor, cometido por su enfermedad, o ya está en la cárcel, pero sufre una crisis emocional fuerte, el proceso es muy parecido.
Cuando han sido remitidos a un centro médico y ya están bien, tienen dos posibilidades: ir al programa del juez Leifman o, si rechaza la propuesta, ir a juicio. El 80% de los presos aceptan la primera alternativa. Eso significa que no vuelven a ser reseñados ni regresan a la cárcel, sino van directo a la Corte. “Pero antes mi equipo trabaja en todo lo que necesitan”, puntualiza Leifman.
Hay presos que, cuando aceptan el programa, se les quitan los cargos de los que son acusados. A otros, se les reducen las penas.
Este proyecto tiene ya el aval bipartidista en el Congreso estatal. Tiene el apoyo de la fiscalía, del Condado y de todos los departamentos de policía. Hay en proyecto la restauración de un antiguo edificio del Condado que logrará tener, en un solo sitio, una Corte, una unidad de evaluación de los pacientes que ingresen, una unidad de estabilización, capacidad para que la gente pueda vivir ahí por tres meses. También habrá actividades diarias, programadas por personas con enfermedad mental en recuperación, y unidades de cuidado de la salud, en general, y psiquiátrico.
“Soy moderadamente optimista”, confiesa Leifman, quien recibió el pasado 19 de noviembre un reconocimiento de la Corte Suprema de Estados Unidos por su trabajo.
Recuerda aun al psiquiatra que abrió la ventana para toda esta iniciativa, perdió su rastro, pero gracias a él, a su compleja y triste historia, miles han podido rehacer sus vidas.
