MIAMI.- Ser enfermero nunca ha sido una profesión fácil. Mucho menos ahora que deben afrontar la dura tarea de atender cientos, miles de pacientes contagiados con coronavirus. Y entre ellos está Armando Aguilera, profesional sanitario en el Coral Gables Hospital, que forma parte de los héroes de esta batalla que cuando terminan su jornada y van a casa no pueden darle un abrazo a quienes más quieren.
Su día comienza temprano. A las 7 am Armando ya está en su puesto de trabajo, donde como líder de un grupo tiene otras responsabilidades: “Primero leemos los informes oficiales, datos específicos de la enfermedad: cómo se está manifestando en Miami-Dade, la Florida y el país, para tener información actualizada y alertar a los pacientes que se acerquen al hospital”.
Y cuando los pacientes presentan algún síntoma relacionado con el COVID-19, como puede ser fiebre y dificultad para respirar, “rápidamente son trasladados a la sala móvil que hemos habilitado a un lado de edificio. Allí los atendemos, les hacemos la prueba del swab (muestra de las fosas nasales) y los mantenemos alejados del resto de los pacientes”, detalló el enfermero.
También les realizan “otros exámenes correspondientes, acorde a las indicaciones del médico”, rayos X o cat scan en el pecho, añadió.
Pero si necesitan más atención, digamos un ingreso al hospital, “los trasladamos a una sala especial, donde son aislados del resto de los pacientes y atendidos acorde al protocolo establecido por el Centro para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC)”.
Durante todo el proceso de atención, los héroes de esta batalla: médicos, enfermeros y personal de apoyo se protegen con mascarillas y otras provisiones, como protector de plástico facial, un traje aislador, envoltura de plástico para zapatos y doble guantes en las manos.
Armando no debe “revelar” la cifra de pacientes atendidos por coronavirus pero reconoce que el Coral Gables ha atendido casos “como otros en el sur de Florida”.
Cualquier edad, incluso jóvenes que se creían inmunes al contagio.
“Las medidas de protección son extremas”, afirmó Armando. “Se trabaja con mucha cautela. Extremada cautela para tratar de no contagiarse con el virus”, subrayó.
De hecho, cuatro enfermeros y un médico han fallecido a esta fecha en el sur de Florida, luego de haber sido contagiados de alguna manera.
Más cautela
Como profesional médico, Armando no cree que éste sea el momento para pensar en la normalidad de la sociedad.
“Es una idea extremadamente descabellada en estos momentos. El COVID-19 es una cepa de virus muy virulento. Se transmite muy fácil. Incluso aún no se sabe qué más puede traer a futuro”, resaltó.
Lo dice quien trata de salvar vidas, mientras expone la suya: “No es hora de abrir lugares públicos. Hay que mantener la distancia social para contrarrestar al menos el contagio”.
Reflexiones
Sobre la aflicción, inclusive el dolor, que pueda producir ver un ser humano enfermo, moribundo, postrado en la cama de un hospital, Armando reconoce que para “ejercer esta profesión hay que ser sensible”.
Lo dice porque “aparte del coronavirus, para ser enfermero hay que sentir el llamado a serlo. Pueden estudiar la carrera si quieren. Hasta aprobar los exámenes Pero ponerla en práctica es otra cosa”.
Sensibilidad que pone en práctica cuando ve llegar a un paciente asustado, que además de las dolencias que tiene, “desde fiebre, dolores y dificultad para respirar hasta náuseas y diarreas, tiene miedo”, se siente ansioso ante la incertidumbre de qué va a pasar.
Entonces, el enfermero asume otro papel primordial: “Darle ánimo, explicarles las posibilidades de vencer las adversidad, darle la esperanza necesaria para que reduzca la ansiedad y pueda sobreponerse a ella. No podemos dejarlos solos ante tanta dificultad”.
De hecho, es una enfermedad que evoluciona con mucha rapidez: “Patológicamente puede cambiar en horas, minutos, y el paciente terminar entubado”, asistido por un respirador artificial para suplirle ventilación pulmonar.
Ante tanta desesperación “llego a casa emocionalmente drenado. También duele saber que hay compañeros de enfermería que terminan hospitalizados, en este u otro hospital, Y eso toca mucho sentimentalmente. Es algo que le puede pasar a cualquiera, a la familia”, reconoció.
Cuando termina el día de trabajo la preocupación persiste: “A mis padres no les doy un abrazo hace más de un mes. Paso por su casa y los veo a través de la ventana. No entro ni me acerco a la puerta. Mis padres son mayores. Y yo sé que el contagio que yo podría llevarles les representaría un problema mucho más grave”.
Eso, emocionalmente, también pesa mucho. “Una de las cosas más difíciles es cuando llego a mi casa, después de un largo y extenuado día de trabajo, siento la necesidad de un abrazo y no puedo recibirlo”.