@CabezaMestiza
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MIAMI.-Cuando a sus 82 años Hugo Sueiro vuelve a hablar sobre la invasión a Bahía de Cochinos en abril de 1961, se reencuentra con el muchacho veinteañero que fue, intrépido, casi temerario, que había pasado por el Ejército de Cuba durante el gobierno de Fulgencio Batista y estuvo, por unos meses, bajo órdenes del incipiente castrismo a pesar de haberlo enfrentado en las montañas del oriente cubano.
A poco de la caída de Batista y el ascenso de Fidel Castro al poder, el Hugo de diecitantos años pidió la baja del Ejército e incursionó en una conspiración ‘contrarrevolucionaria’ que fue delatada por William Morgan y Eloy Gutiérrez Menoyo en el mismo 59. Sin embargo, Hugo escapó de caer preso porque se pudo esconder y se asiló en la embajada mexicana hasta que consiguió un salvoconducto para salir de Cuba.
Con la imagen vívida de la persecución contra quienes comenzaban a disentir, Hugo se exilió temporalmente, pero mantenía la idea de volver a su país a realizar lo que él sentía como un rescate: “todos mis compañeros estaban en aquel momento siendo juzgados en Cuba y yo me mantuve aquí en Miami vinculado a los grupos de jóvenes que querían regresar a la isla. En aquel momento había ya algunos empresarios adinerados que habían venido de Cuba y empezaron a hablar de volver a allá, de desembarcar allí y crear otras formas de guerrilla”, destaca y precisa que para esa fecha no se mencionaba ni por asomo a la CIA como gestora de la operación.
“Estaban buscando algo con respecto a Cuba gente que tenía medios económicos aquí y fuimos a una reunión católica y se nos comunicó entonces que estaban buscando individuos con experiencias y yo tenía cierta experiencia militar, había sido herido, había estado envuelto en un combate y ese tipo de cosas, yo siempre hago el cuento, en el país de los ciegos, el tuerto es rey. Y nos fuimos a entrenar”.
Desde aquel momento los llamaron mercenarios. Pero qué era en realidad lo que los movió para ir a Cuba e incursionar militarmente. A esto responde: “Estando dentro de las Fuerzas Armadas sabía hacia dónde iba Cuba, estaba viendo y simplemente en aquel momento ya tenía compañeros míos presos y yo estaba dispuesto. Sentía que, si había estado en Cuba en las Fuerzas Armadas, tenía que participar en la defensa de los individuos que estaban en Cuba”.
De modo que, motivados por una lucha en defensa de sus ‘hermanos’ presos, en aquel momento los jóvenes formaron varios grupos —cuenta Hugo— y él fue uno de los primeros en alistarse en la operación de lo que eventualmente sería la Brigada 2506: “yo me metí aquí con otros muchachos que apenas teníamos 20 años. Queríamos cambiar lo que estaba pasando y entonces estuvimos trabajando para el regreso. Quería volver para recuperar la Cuba que había sido”.
Ya en el terreno, fueron notables las vicisitudes de los jóvenes brigadistas, que los condujeron a un fracaso del cual aún en la actualidad el régimen cubano se vanagloria al llamarlo “la primera derrota del imperialismo yanqui en América”, entre los días 17 y 19 de abril de 1961.
Sesenta y un años después, al preguntarle a Hugo sobre la “derrota”, responde que hubo varios factores que les impidieron cumplir sus objetivos: “es una pregunta que siempre me sigue doliendo, me sigue doliendo porque tuve la oportunidad de haber… Yo creo que nosotros hubiéramos llegado hasta el final, si no hubieran tumbado el bombardero; yo creo que mi unidad hubiera cumplido su objetivo militar, pero yo era un jovencito, era un niño, como muchos de mis compañeros, pero tuvieron un valor extraordinario por el que merecen toda la gloria del mundo”.
Insiste en lo triste que es para él hablar de lo sucedido, en un contexto en que la misión estuvo sujeta a “cambios de última hora que nos destruyeron… el señor presidente Kennedy después reconoció que había sido un fallo de la parte norteamericana”.
Como brigadista que tras el desembarco por Bahía de Cochinos se enfrentó a las milicias lideradas por Fidel Castro, Hugo narra una experiencia que valora como horrible, sin agua ni comida en el campo de batalla: “Un día entero de combate, después estuvimos un tiempo dando vueltas hasta que ellos poco a poco fueron cubriendo la zona y tomando a los prisioneros. Hubo bajas de ambas partes. Y hay un momento en que me quedo solo en el monte y tengo un recuerdo de que pasó un gato caminando. Yo le decía miau, miau. El hambre era horrible y yo estaba viendo pasar al gatico. Luego llego a una casa buscando agua y ahí me capturan”.
De ahí —dice Hugo— los llevaron al centro de detención en playa en Girón, luego los montaron en una guagua y se los llevaron al Palacio de los deportes: estuvimos sentados ahí y me hicieron una serie de entrevistas. También pasaron por el Hospital Naval antes de ir al Presidio Modelo en Isla de Pinos. “Ahí tampoco había nada, prácticamente ni cama, no había nada, estábamos en el piso todo el tiempo. No queremos olvidar. Ahí Fidel le dijo a Tomás Cruz —un compañero nuestro buenísimo, muy religioso— que para los negros se había hecho la revolución, por sus derechos y que en Cuba ya los negros podían ir a la playa. Tomás le respondió: ‘yo no vine aquí a ir a la playa’.
Luego de unos días, “ellos separaron a algunos individuos, los identificaron como enemigos de antes, creían que eran enemigos de ellos de antes, de la época de Batista.
“No se me había acusado de matar a nadie, estuve en el pasado con ellos (en el ejército regular) y aquella tarde acompañada de Carlos Rafael Rodríguez y Ramiro Valdés que siempre iba con él, estuvo Fidel interrogándonos. Y a donde estábamos una serie de individuos llegan ellos y nos planteas lo que se conoce como el intercambio de prisioneros por bienes.
Sueiro responde con un no a la pregunta de si Fidel Castro intentó convencerlos ideológicamente o hacerlos cambiar de parecer en torno al concepto de la invasión.
“No hubo ese intento de convencimiento. Pero es que la revolución de Fidel Castro no era comunista en sentido estructural. fue mientras estábamos en Girón que dio ese giro al comunismo”.
Hugo rememora que, finalmente, salieron de Cuba mediante un acuerdo. Él fue, justamente, uno de los diez hombres que salieron de la cárcel y vinieron a EEUU dos veces en lo que se conoció como la Comisión de prisioneros para tratar de negociar el canje de presos por lo que Fidel Castro pedía a cambio: “fuimos a Washington, nos entrevistamos con un comité, ellos condujeron la negociación hacia la paz, ya que Kennedy no se quería involucrar en acciones que señalaron a Estados Unidos como invasor, él no quería que se empañara la imagen esta de gloria de América en un contexto en que se hablaba del “imperio americano” y se decía ‘qué abusadores”.
De las dos veces que salieron de Cuba en representación de sus compañeros de Bahía de Cochinos, algunos de esos hombres volvieron a la cárcel cuando no tenían la obligación de hacerlo, sino el impulso moral de cumplir con su deber. Hugo, que fue uno de ellos, reconoce como uno de los momentos más difíciles aquel en que tuvo que contarle a un padre que su hijo había muerto en combate.
“Me cuesta, me cuesta trabajo decirlo, hicieron hasta una película al respecto y la actuación me quiebra porque es una experiencia dura, aquello fue duro. Viví un caso, hablé con un padre, fue un caso de un muchacho al que matan, no diré el nombre, aunque en el museo de la brigada hay fotografías de los que han muerto… Y el hombre me dijo qué tal, cómo está mi hijo, le pregunto cómo se llama su hijo y cuando me dice le respondo, murió valientemente, y me dice, no, si mi hijo está en las listas de sobrevivientes. El padre atormentado me llamó hasta mentiroso. Todavía me duele incluso cada vez que veo al hombre disfrazado en la película. Eso fue para mí la concientización de todo el proceso de la brigada; de todo el proceso me dolió inmensamente ver a aquel padre”.
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Pensando en que habría oportunidad de volver a combatir por la Cuba que sentía arrebatada, después de salir de la prisión política en Isla de Pinos, Hugo Sueiro formó parte del grupo de brigadistas que se alistaron en las Fuerzas Armadas estadounidenses y llegó al rango de capitán. En diciembre de 1967 fue enviado a Vietnam, donde recibió una muy seria herida en la cabeza y, a consecuencia de eso, le dieron el retiro por incapacidad física. No ha vuelto nunca más a Cuba, la que continúa llamando su patria.