sábado 18  de  enero 2025
REALIZADORES DE SUEÑOS

Michael Fux, un empresario y filántropo que cumple sueños

Alcanzó su éxito como empresario cuando superaba las cinco décadas de vida, asegura que todo el que consiga salir adelante debe tratar de compartir con otros
Por DARCY BORRERO BATISTA

MIAMI.-Michael Fux, reconocido empresario de origen cubano que por décadas ha desarrollado su labor filantrópica desde el Sur de la Florida, conversó en exclusiva con DIARIO LAS AMÉRICAS sobre la imbricación de estas dos importantes facetas de su vida. La guía en este camino ha sido soñar en grande para sí y para otros, y cumplir esos sueños.

“Soy de la creencia de que cuando uno tiene éxito en la vida, debe acordarse de los que no lo tienen. Necesitan y no pueden llegar a donde quieren y, ante eso, les tiendo la mano. Esa ha sido la forma en que yo he vivido; empecé bien pobre, bien pobre. Y sé lo que es querer tener y no poder”, dijo.

“Con el paso del tiempo me puse dichoso y mi negocio floreció hasta lo que es actualmente. Recuerdo que un día alguien vino y me hizo una oferta que no pude dejar de aceptar, era algo fantástico que me llevó a acceder a más dinero de lo que nunca pensé que iba a tener. Por eso me dediqué a no solo vivir bien, también a ayudar a otros que están enfermos, en particular para tratar de curarlos y que puedan tener una vida larga, una vida buena y todo lo que les pido es que su éxito lo compartan con otros”.

Fux enfatizó que vino de un espacio sin oportunidades y en torno al contexto de sus orígenes contó: “Yo nací en La Habana, vivía en La Víbora. Vine a los Estados Unidos con mis padres en mayo del 58, tenía 14 años. Varios días después de que llegué fue que cumplí 15 años. Me fue bien difícil al principio porque no hablaba el idioma y me tomó tiempo. Fui a la escuela, siempre había ‘bullying’ porque yo no hablaba bien el idioma. Al fin lo arreglé, pero tuve que arreglarlo ‘con los puños’ cuando aquello. Luego fui al bachillerato, aquí me gradué al final, pero mis padres no tenían dinero para pagar por universidades. Y cuando aquello aquí no había préstamos del banco para ir a la universidad”.

Sin embargo, reconoce que en ese ambiente hostil tuvo muchos aprendizajes para la vida: “Yo aprendí mucho en la calle. La pobreza también te enseña bastante porque sabes que no puedes contar con mucho nunca, pero siempre pensé que si te enfocas en algo y no dejas que nadie te convenza de otra cosa, puedes lograr lo que te propones. A veces cuesta más tiempo, yo he tenido éxito varias veces, pero empecé a trabajar desde muy temprano, tenía 17 años y empecé alquilando un garajito”.

El ‘garajito’ al que se refiere era un espacio donde —recuerda— cabía apenas un auto. Cuenta que había una compañía de llantas que quería deshacerse de las máquinas que tenía porque eran muy antiguas. Y ahí encontró su oportunidad: “Yo pregunté si me podía llevar las máquinas, me dijeron que sí y alquilé este garajito y las planté en el piso y puse un cartel afuera que decía que yo reparaba gomas ponchadas, vendía gomas usadas y también baterías usadas. Y entonces yo iba a las tiendas donde vendían gomas y lo que pasa es que cuando la gente compraba una nueva, dejaba las viejas. Yo les preguntaba si me las podía llevar y me las daban. Algunas las arreglaba, otras las vendía como estaban y de otras me deshacía. Lo mismo con las baterías. Yo las chequeaba y si tenían vida todavía las cargaba y las vendía como usadas. Estaba en un vecindario pobre, pero enseguida alguien viene y después de un tiempo te conoce y se convierte en tu cliente. Siempre hay algo que buscan y tú se lo puedes vender. Ese fue mi primer negocio”.

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Honestidad en los negocios

“Una cosa que se aprende que es muy importante cuando llevas un negocio es la honestidad, es muy importante. Tú tienes clientes y tienes que ser honesto con ellos siempre estar y hablar de frente porque si ves algo que no va a ser bueno, es mejor que tú lo pares y no que ellos te llamen a ti luego y te digan ‘esto no está bueno’. Siempre es mejor estar al frente y ser honesto con la gente, a veces a un costo grande para tu compañía, pero es mejor porque si la gente confía en ti siempre vas a poder hacer negocios”.

No rendirse

Además de la honestidad, lo importante para Fux es ponerse a trabajar, no tenerle miedo al trabajo, enfocarse en lo uno desea, en lo que uno quiere darle a la comunidad y no dejar que nadie nos convenza de otra cosa. “Mucha gente trató de decirme a mí: ‘si te metes en este negocio, las compañías grandes te van a comer vivo, te van a terminar, no hay forma que vayas a poder tener éxito’ y yo dije, ‘no, yo me meto en esto, yo voy y no paro hasta que no gane’ y tomó tiempo y perdí varias veces, pero al fin gané y gané a lo grande.

“Decir que el mundo o la gente no te aprecia por esto o por lo otro es muy fácil. Pero si de verdad estás enfocado, si sabes lo que quieres y estás dispuesto a trabajar por ello, puede que demores, pero no fallas. Mira, yo tuve el éxito grande ya cuando tenía 55 o 56 años. O sea, antes tuve éxito, pero lo perdí, también yo me fui en bancarrota dos veces porque perdí todo lo que tenía, a veces no por mí sino por gente con la que uno está haciendo negocios que se van abajo y te llevan abajo con ellos”.

Labor filantrópica

Entre las acciones humanitarias que más enorgullecen a Fux están las que desarrollaba en Honduras. Todos los años “llevaba un avión lleno de médicos y en una semana atendíamos como a 125 muchachos que tenían labios leporinos”. Se les hacía cirugía, se les daba una mejor calidad de vida.

“Le entregábamos a la mamá un bebé que ni lo reconocía prácticamente después que le hacían la cirugía. ‘Que no es mi hijo’, decían, pero sabíamos que sí lo era porque le poníamos el número en la mano de la mamá y el número en el pie del niño, sabíamos que era de ella. Todo el mundo salía llorando porque es un sentimiento increíble el de saber que le has cambiado la vida a alguien. Trato de nunca olvidarme de dónde vine, de lo que no tuve y siempre tengo esa empatía por la gente, en particular por jóvenes y niños que están enfermos y sus padres no tienen cómo ayudarlos. Para mí siempre ha sido importante tratar de llegar a niños y me he involucrado con el hospital pediátrico en Miami por muchos años, trato de hacerles la vida mejor a los niños”.

El caso de Náthaly Zaragoza

Aunque hay países con una situación muy difícil, en particular en Centroamérica, Fux no se olvida de Cuba, el país donde nació. “Yo trato de ayudar a mucha gente de diferentes maneras. Es obvio que no puedo ayudar a todos, pero me gustaría ayudar a algunos y ahora tenemos el caso de la niña Náthaly Zaragoza, que necesita ayuda rápida”, dijo. A sus 9 años, padece leucemia linfoide aguda, requiere un trasplante de médula que no se está realizando en Cuba desde hace un tiempo prolongado.

“La vamos a traer y vamos a tratar de salvarla. Para mí salvar la vida de un niño o de una niña es un sentimiento increíble. Tuve otro caso de leucemia hace como 15 años y había un trato con el Hospital Baptist y la organización Children’s cáncer. Le hice una donación para una niña que tenía leucemia a fin de que le hicieran un trasplante de médula. Un día, como cinco o seis años después, yo estaba en un barco en una recaudación de fondos para esa organización y había cientos de personas y oí una voz en el micrófono, pero no presté mucha atención. De repente dijo: ‘vino un ángel y me salvó la vida y el ángel se llama Michael Fux’. No podía creerlo, todavía me erizo cuando lo pienso. Era aquella niña. Hoy en día tiene 25, 26 o 27 años y está bien. Eso me hace sentir fabuloso, poder ayudar a salvarle la vida a una persona y que lo recuerde. No puedo ayudar a todo el mundo, pero si puedo ayudar a alguien, lo hago. Eso me hace sentir bien. Uno vive por lo que hace”.

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