MIAMI.-Jessica había sido invitada el 16 de diciembre, la víspera de la celebración de San Lázaro, a una fiesta dedicada al milagroso patrón de los enfermos. Aunque por años le ha expresado su devoción, ese día la cubana radicada en Miami se sentía algo indispuesta y, por tanto, decidió no ir a la fiesta. La noche comenzó a avanzar mientras ella permanecía en su habitación.
Todo transcurría con tranquilidad hasta que en las horas de descanso, un simple gesto al pararse le provocó, de repente, una lesión en la pierna que no ha parado de dolerle. Así mismo, con los sostenes del cuerpo lastimados, tuvo una “revelación”. Al amanecer, descalza y vestida de morado, con su San Lázaro de cerámica en brazos —o a rastras—, iría al Rincón en Hialeah.
La imagen no es solo la descripción de un plan, sino de una promesa cumplida. DIARIO LAS AMÉRICAS pudo seguir de cerca sus pasos adoloridos durante más de una hora para entrar al Santuario y, una vez allí, arrodillarse frente al misericordioso en busca de mejoría de salud. “Yo no tengo hecho nada religioso (de la Osha o santería cubana)”, contó a este rotativo. “Ni he coronado santo ni he recibido cofá de Orula”.
Su fe, en este sentido, emana del impulso; de la intuición, aunque desde pequeña en Cuba, aseveró, su padre hacía una caminata de varios kilómetros entre el Cotorro y Santiago de las Vegas para adorar a San Lázaro. En Miami, como en Cuba, la tradición se mantiene, atrae a miles. Desde bien temprano en la mañana hasta avanzada la noche de este 17 de diciembre, los devotos hicieron larga fila para depositar sus ofrendas. Las calles, en los alrededores del santuario permanecieron semicerradas para vehículos debido a la elevada afluencia de transeúntes. La Policía aseguraba el paso peatonal fluido.
La búsqueda de sanación tras un accidente, una cirugía, tras estar entre la vida y la muerte, convoca a feligreses de todas las edades, sexos, colores políticos, condiciones económicas. Incluso cuando queda poca esperanza tras la muerte de un ser querido, la búsqueda de sanación espiritual sigue congregando a las multitudes.
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San Lázaro encuentra devotos por todas partes. Entre tantos cubanos, Claire, de Haití, también vino este 17 de diciembre a cumplir sus promesas y expresar su devoción en el Rincón de San Lázaro de Hialeah. Conversamos con ella mientras hacía la fila que otras veces, dijo, no había visto tan extensa.
—Hay mucha gente este año —soltó en español cubanizado con un 'deje' de creole. Claire vive en Little Haití desde hace casi medio siglo. Vino con dos niños pequeños, uno de los cuales ya es el hombre adulto que la acompaña, abogado, y devoto como ella. Desde su llegada a Miami, confesó, San Lázaro ha guiado sus pasos y ha representado la fuerza espiritual para salir adelante. Más que todo, lo ve como el santo depositario de sus afectos, el único al que sale a buscar cuando, cree, sus causas se tambalean o parecen perdidas.
—Soy fiel a San Lázaro, siempre lo he sido. Vengo todos los años con mis hijos desde que eran niños, dijo y señaló al hombre a su lado. Éramos nosotros solos. Yo era una madre sola con ellos, no fue fácil –detalló antes de que algo en sus recuerdos la quebrara, primero la voz, luego el llanto. Luego ya no cabían preguntas sino respeto por el silencio que invita a cavilar: qué calla Claire, qué callan las haitianas, qué callan las migrantes, qué callan las madres solteras. por qué sus silencios.
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Hacia adelante de Claire, la fila disminuye, hacia atrás crece, constante. Vista en su conjunto, asemeja una cola de serpiente púrpura. Entran a la escena más y más feligreses, algunos con sus mascotas igual vestidas de púrpura. Púrpura profundo/Deep purple.
El rato pasa y Claire (Clara Sánchez en español) se repone. “Yo antes venía y caminaba descalza, de rodillas. Ya no, ya estoy muy vieja”.
Seguimos "echando el cuento, haciendo radio". Hablamos en poco tiempo sobre varios temas. Los balseros cubanos y haitianos. Los que arriesgan su vida con la fe de llegar a la otra orilla. Los que cruzan las 90 millas del Estrecho de la Florida y más. Los que desde Haití se embarcan al vacío porque, también, las condiciones del país los empujan. Los que, desde Haití, han llegado por confusión a Cuba.
—No está fácil la vida en Haití —dijo ella, aunque estuvo de acuerdo en que no es la isla vecina el destino deseado para sus paisanos. Se remontó, por breve instante, a un ancestro que ancló hace años en la Cuba equivocada. “Tuve un tío que había ido a buscar trabajo a Cuba y regresó “sin nada”. Ahora, como antes, regresan sin nada, los deportan. Entretanto; cubanos visitan Haití con fines comerciales. Encuentran allí, a su modo, un paraíso donde, como en lo real maravilloso de Alejo Carpentier, el aceite hirviendo (la 'caliente') no quema las manos.
Hay quienes creen que en ese país caribeño que abarca el tercio occidental de la isla La Española e islas más pequeñas como Gonâve, Tortue (Tortuga), Grande Caye y Vache y donde la población desciende casi en su totalidad de africanos esclavizados, la única Religión es el Vudú. Aunque esta se suele considerar como la religión nacional, estudiosos avalan que la mayoría de los haitianos vuduistas creen que su religión puede coexistir con el catolicismo.
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En algunas culturas y religiones, San Lázaro encuentra equivalencias con la deidad Babalú Ayé. Tanto la religión Yoruba, el Candomble como el vudú haitiano y el catolicismo popular o folklórico comparten la fe en Babalú. Claire, vestida de púrpura profundo, lo mismo que la piel, púrpura, avanza de la mano de su hijo, el abogado que rompió, apenas, el ciclo de opresión de una sociedad que esperaba de él, tal vez, otra cosa.
Juntos madre e hijo se abren paso, al ritmo de ella, con la guía de él, para colocar el ramo de flores y, de rodillas, agradecer a San Lázaro por motivos que solo ellos conocen bien. A veces, los motivos personales se unen a los colectivos, con independencia de la nacionalidad. Si algo hay en común en estas aguas caribeñas necesitadas de bendiciones, es la fe.