@Marinellys
La llegada de un papa jesuita, "prohibida, perseguida y expulsada de países católicos por sus conflictos con el poder", ha implicado una transformación en el equilibrio de fuerzas dentro del Vaticano
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ROMA. - El 13 de marzo de 2013, la Iglesia católica asistía a un hecho inédito en su historia: la elección del primer papa jesuita y el primero proveniente de América Latina. Doce años después, el pontificado de Francisco sigue siendo objeto de análisis y debate, y el reciente discurso del senador Enrico Borghi, durante la presentación del libro Il trono e l’altare. Guerra in Vaticano de la periodista Maria Antonietta Calabró, aporta claves fundamentales para entender su impacto.
Borghi se refirió a Francisco como un papa de "revoluciones sucesivas", destacando tres momentos cruciales en su gestión. "La primera revolución fue la que permitió su llegada al trono de Pedro: la renuncia de Benedicto XVI". La dimisión de un pontífice por razones personales, si bien contaba con precedentes remotos, significó una ruptura con la tradición moderna de la Iglesia. Pero la auténtica novedad no solo radicaba en la renuncia de Ratzinger, sino en la elección de un jesuita, orden que en el pasado había sido "prohibida, perseguida y expulsada de países católicos por sus conflictos con el poder". La llegada de un papa jesuita implicaba una transformación en el equilibrio de fuerzas dentro del Vaticano.
La segunda revolución, según Borghi, está vinculada a la geografía y al pensamiento del nuevo pontífice. "Francisco llegó desde la otra parte del mundo", lo que significó una visión distinta sobre las relaciones entre el Vaticano y Occidente. Esta nueva perspectiva generó "sutiles y luego explícitos enfrentamientos con el orden establecido". Su origen latinoamericano, con una fuerte influencia de la teología de la liberación, lo dotó de una comprensión particular sobre las desigualdades, la pobreza y la justicia social, temas que han sido ejes de su pontificado y que ha ido más allá lo estrictamente religioso.
Pero es la tercera revolución la que ha provocado mayores tensiones dentro y fuera de la Iglesia. "Francisco enfrentó de manera directa los desafíos de la modernidad". A diferencia de sus predecesores, no solo se planteó la necesidad de una reforma eclesial, sino que se embarcó en la tarea de reformar estructuras de poder profundamente arraigadas. La lucha contra la pederastia clerical, la transparencia financiera en el Vaticano y el diálogo con las comunidades LGBTQ+ han sido algunos de los frentes en los que ha desafiado la institución. "Un papa que se enfrenta abiertamente a cuestiones escabrosas y delicadas siempre genera reacciones", recordó Borghi, quien señaló que estos cambios han provocado una fuerte oposición interna.
Más allá del ámbito estrictamente eclesial, el discurso del senador italiano puso el pontificado de Francisco en un contexto global. En un mundo donde "la religión vuelve a ser utilizada como instrumentum regni", el rol del Papa adquiere una relevancia estratégica. Borghi hizo referencia a la instrumentalización de la fe en conflictos geopolíticos, como el respaldo del patriarca Kirill a la invasión rusa en Ucrania o la revalorización del confucianismo en el modelo chino. En este escenario, "Francisco se convierte en una piedra de contradicción", un líder que incomoda tanto a los regímenes autoritarios como a sectores ultraconservadores de Occidente.
El discurso también abordó el papel del Vaticano en las relaciones internacionales y cómo la diplomacia pontificia ha generado tensiones con potencias como Estados Unidos. Borghi citó el caso de Mike Pompeo, quien intentó influir en el Vaticano para que rompiera lazos con China, encontrándose con la negativa del cardenal Pietro Parolin. "El Vaticano mantiene una lógica de relación distinta a la de Occidente", destacó el senador.
Finalmente, Borghi lanzó una pregunta que pone en perspectiva la relación entre el Papa y el mundo actual: "¿Han entendido mejor a Francisco líderes como Xi Jinping, Putin y Trump que el propio Occidente?". La cuestión no es menor, ya que sugiere que los nuevos centros de poder global han captado el alcance del mensaje del Pontífice y han articulado estrategias para lidiar con él, mientras que en Europa y América del Norte su figura sigue generando desconcierto.
Lo cierto es que la relación entre trono y altar, históricamente compleja, ha sido replanteada en su pontificado en un contexto global donde la religión vuelve a ser utilizada como herramienta de poder.
Mientras se discuten las repercusiones de su papado, la salud del Pontífice se convierte en otro elemento central de análisis. Desde el pasado 14 de febrero, Francisco se encuentra hospitalizado en el Policlínico Gemelli de Roma debido a una bronquitis crónica que derivó en una neumonía bilateral. A pesar de una leve mejoría reflejada en los últimos reportes médicos, su condición sigue siendo delicada.
Su tratamiento incluye el uso de cánulas nasales de oxígeno durante el día y ventilación mecánica no invasiva en las noches, lo que podría implicar que, incluso después de su eventual alta médica, necesite apoyo respiratorio permanente en Santa Marta.
Durante su prolongada hospitalización, Bergoglio ha impedido que se le vea en público y que se difundan imágenes de su permanencia en el Gemelli, hecho que sí ocurrió en los tiempos de San Juan Pablo II, lo que ha generado aún más incertidumbre sobre su capacidad para continuar con sus funciones.
Cabe acotar que un Papa solo deja su cargo al momento de su fallecimiento, pero el caso de Benedicto XVI sentó un precedente al abrir la puerta de la renuncia. Francisco no ha descartado esa posibilidad en el pasado y algunas voces dentro de la Iglesia lo han mencionado como opción.
En paralelo, fuentes vaticanas aseguran que no está planteada una renuncia del pontífice argentino e incluso se esfuerzan por mantener la presencia de un Papa invisible que gobierna desde la cama de un hospital. Lo vemos en las homilías y textos pastorales que son difundidos por la Santa Sede, presuntamente de su autoría, e incluso en el escudo papal que fue colocado el domingo pasado en la fachada de la Basílica de San Pedro, como señal de presencia de Francisco durante la Santa Misa por el Jubileo del Voluntariado.
En el Vaticano, la atención está puesta en la posibilidad de que pueda regresar a Santa Marta, a tiempo para retomar sus actividades para la Semana Santa. Sin embargo, es una realidad que, aunque el pontífice supere la neumonía bilateral, llevará consigo la bronquitis crónica que le obliga a utilizar oxígeno para respirar, abriendo una nueva etapa en su pontificado.
*Periodista acreditada ante la Santa Sede