Pese a que nadie se imaginó un marcador tan abultado, la debacle se veía venir en el Barcelona mucho antes de la goleada ante el Bayern Munich en Champions. El equipo blaugrana se había quedado corto en competencia europea en los últimos años y perdió La Liga, dejando claro su falta de juego colectivo y carencia de identidad.
El Barcelona apuesta a un histórico como Ronald Koeman en el banquillo. El holandés es de la casa, siente la institución e incluso como jugador dejó una huella imborrable.
Pese a que el equipo necesita una reestructuración y son varios los que tendrán que salir por bajo nivel y porque el padre tiempo ya les pasó factura, Koeman dejó claro que Messi es intocable en el nuevo proyecto.
El mejor de la historia para quien escribe, hace ya un par de temporadas que viene en curva descendente y es evidente que ya no puedes depender de él para que, con su magia, resuelva en momentos críticos.
Arrancar de cero es lo recomendado. Proceso que tendrá sus dolores y que además vendrá acompañado de, mínimo, una temporada de transición.
Ese proceso, ese nuevo comienzo, debería ser sin Messi, aunque duela un poco más. El legado que deja Messi está ahí para la eternidad, lo ganó todo, nos divirtió, fue un espectáculo futbolístico en su más alto nivel, pero los ciclos se acaban. Mantener a Messi y declararlo intocable es forzar lo inevitable. Es hora de pasar la página.
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El contrato de Koeman inicialmente va hasta el 2022, pero el segundo año dependerá de lo que pase en las elecciones del año que viene. El holandés renunció a aproximadamente 5 millones de euros para que el Barça pagara su cláusula a la federación holandesa.
Así como el Real Madrid acaba de ganar La Liga y empieza a aprender a vivir sin Cristiano, el Barcelona debe asumir que el equipo sigue y que la vida, sin Messi, debe comenzar lo más pronto posible.
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