A los traspieses con el proyecto del Canal de Nicaragua, que a estas alturas no tiene una ruta definida y mucho menos financiamiento sólido, se suman dos de los más recientes desaciertos del presidente sandinista: la cuestionada reforma al sistema de pensiones del Instituto Nacional de Seguros (INSS) y el considerable aumento de los precios de los combustibles. n
La primera, posiblemente la medida más polémica de Ortega, ha recibido un fuerte rechazo de los jubilados en la empobrecida nación centroamericana. La propuesta aumentaría considerablemente el número de semanas que un trabajador tendría que laborar para recibir su pensión. n
La segunda pone una gran presión sobre los ya maltrechos bolsillos de los nicaragüenses. Lo significativo del hecho es que incremento de los precios de los combustibles ocurre a pesar de que el Gobierno de Managua ha sido uno de los principales beneficiados de los envíos de petróleo venezolano a precios preferenciales.
Esas dádivas datan de los tiempos en que Hugo Chávez pretendía a golpe de dólares disfrazados de panamericanismo bolivariano extender su influencia por todo el continente. nPero a Ortega lo anterior no parece preocuparle mucho.
El exguerrillero que regresó al poder a través de las urnas vuelca buena parte de su atención en una reforma constitucional que le garantizaría la reelección. Se trata más o menos del mismo sueño que anima a sus pares en el hemisferio, léase Nicolás Maduro, Evo Morales y Rafael Correa. n
Los críticos de los intentos reeleccionistas de Ortega subrayan que, de aprobarse la reforma, el mandatario, de 68 años y quien lleva siete años con las riendas del país, amasaría un poder dictatorial, sin dudas, su verdadero objetivo.