lunes 22  de  diciembre 2025
OPINIÓN

El alto costo del silencio

El proceso judicial contra el exministro Gil, tiene la fetidez del Caso Ochoa. Ya sabemos que cuando llega el momento de buscar un chivo expiatorio, no hay reparos en quien sacrifican. El propósito del régimen es un blanqueo de imagen para lograr permanecer en el poder

Por NINOSKA PÉREZ CASTELLÓN

“El silencio se convierte en cobardía cuando los hechos requieren alzar la voz y actuar debidamente con la verdad.” Mahatma Gandhi

En el museo del Holocausto en Washington D.C hay un poema atribuido al pastor luterano Martin Niemoller, que a lo largo de su vida uso con diferentes variantes en sus discursos, pero con la misma advertencia sobre el peligro del silencio ante la injusticia:

Primero vinieron por los socialistas y no alce mi voz – porque no era socialista.

Vinieron por los sindicalistas y no hable – porque no era sindicalista.

Luego vinieron por los judíos y tampoco alce mi voz – porque no era judío.

Entonces vinieron por mí – y ya no quedaba nadie que alzara su voz por mí.

El poema me vino a la mente con el reclamo de un proceso justo por parte de Laura María Gil, hija del exministro defenestrado, Alejandro Gil. Su odisea comenzó con el anuncio de su detención en febrero del 2024 y la nebulosa en torno a los motivos de su desgracia.

Después de un año y medio de silencio y hermetismo sobre el caso, la fiscalía del régimen cubano presento una imputación formal. Los delitos abarcaban desde espionaje, malversación, falsificación de documentos, evasión de impuestos (me acabo de enterar de que los ministros cubanos pagan impuestos), tráfico de influencias y lavado de activos. Le agregaron perjuicio de la actividad económica, cohecho, infracción de las normas de protección sobre información clasificada y el robo de documentos bajo custodia oficial.

De todos los cargos, el más preocupante es obviamente el lavado de activos por el simple hecho que ese es precisamente el principal negocio del régimen cubano. Su proximidad a Venezuela compartiendo el narcotráfico, indica hacia el lavado de dinero para el Cartel de los Soles.

El proceso judicial contra el exministro Gil, tiene la fetidez del Caso Ochoa. Ya sabemos que cuando llega el momento de buscar un chivo expiatorio, no hay reparos en quien sacrifican. El propósito del régimen es un blanqueo de imagen para lograr permanecer en el poder. Al menos Gil no termino ante el paredón de fusilamiento como sus compañeros anteriores, aunque la condena es de cadena perpetua.

Dudo mucho que el régimen de La Habana pueda a estas alturas lograr el mismo efecto con Gil que con el caso Ochoa, pero lo cierto es que el cordero ya estaba listo para el sacrificio. La hija de Gil aprovecho la oportunidad para exigir justicia. Aunque aclara que lo hace con el compromiso “de proteger la imagen del país”.

Antes del juicio y sin conocer la condena, esta nueva versión revolucionaria de Alicia en el País de las Maravillas dijo estar complacida que el “gobierno cubano ha puesto en práctica tan eficientemente la Ley de Transparencia y Acceso a la información pública, con una alta constancia y sin precedentes”. Sin explicar cómo ni cuándo. Lo cierto es que exigió a nombre de ella y todos los cubanos, sin decirnos cuando surgió ese reclamo multitudinario: “un juicio a puertas abiertas, donde participe todo el que desee y sea trasmitido en vivo por la televisión cubana y por Cuba Visión Internacional.” Incluyo a los medios de prensa oficiales y los no oficiales, las cadenas internacionales y no solo porque lo exige ella, Alejandro Gil está exigiéndolo desde el primer día.

El problema de quienes han vivido de espaldas al sufrimiento del pueblo de Cuba es que creen que lo que le pasa al resto de los mortales no les pasara a ellos. ¿Cuándo hicieron Gil o su hija el mismo reclamo para cualquiera de los miles de opositores que no han tenido un juicio justo? ¿Los que no han contado con la presencia de la prensa y ni siquiera de un familiar? ¿Dónde ha estado el reclamo de los Gil en solidaridad con tantas madres cubanas que tienen a sus hijos e hijas presas por haber salido a manifestarse pacíficamente el 11 de julio? O por cualquiera de los miles de prisioneros,

hombres y mujeres, que han padecido torturas, represión, hambre y falta de atención médica en una prisión de ese régimen que hasta hace poco Gil orgullosamente represento.

Ahí como decía Cantinflas; “está el detalle”.

No porque Gil fue condenado tenemos que sentir satisfacción. Hoy es una víctima más del sistema que el ayudo a crear y ciertamente no hay porque creer las acusaciones de una dictadura de 67 años. Pero eso no disculpa ni su indolencia, ni su participación en el sistema que aplasto a tantos antes que a él y eventualmente termino destruyéndolo.

Para aquellos que hoy creen que la proximidad al poder en Cuba es una garantía, basta con recordar las estrepitosas caídas del poder de los cancilleres Roberto Robaina y Felipe Pérez Roque. La del vicepresidente Carlos Lage. Otros terminaron ante el paredón de fusilamiento, como el héroe de la república, general Arnaldo Ochoa y el general del Ministerio del Interior Antonio de la Guardia. Su hermano Patricio terminó en prisión, al igual que el general de división José Abrantes, ministro del interior y el hombre más allegado a Fidel Castro con el que no usaron balas porque un infarto masivo lo liquido en tras las rejas.

Por eso, aquellos que creen que su cargo, conexiones o galones les garantiza la seguridad o la permanencia en el poder, piénsenlo dos veces. No en la Cuba actual. No en la Cuba donde no existen derechos y mucho menos garantías procesales. Ya lo había dicho José Martí: “El que tiene un derecho no obtiene el de violar el ajeno para mantener el suyo.” Lección que deben aprender aquellos salpicados por el efímero poder.

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