Con motivo de la “desinvitación” a cierta narcorrepubliqueta, bolivariana y desvergonzada de la reciente Cumbre de las Américas celebrada en Perú, suma adeptos, la idea de constituir un club de países forajidos. Una asociación civil, con fines de lucro –de lucro ilícito, sobre todo– para el solaz de los gobiernos parias, necesitados de marcar distancia de las órdenes de captura de la Interpol, del Manual de Urbanidad y Buenos Modales de M.A. Carreño y de todo lo que huela –que apeste, para éllos– a civilidad.
Si a determinada Nación la suspenden de Mercosur, sin anestesia ni derecho a pataleo. Si comienzan a mirarla feo en Petrocaribe, la OPEP, la OEA, la ONU, incluso, en entes impresentables, como los Países No Alineados. Si la declaran en default. Si sus embajadores estrella, tipo un tal Roy, ya no tienen dónde saludar con sus proverbiales “¡Hola, gordo!”. Si su jefe de Estado se abstiene de asistir “contra viento y marea” a la transmisión de mando en un país vecino, porque en el propio sitio de los acontecimientos, puede estarlo esperando un escuadrón de la DEA y ¡zas! Para eso. Precisamente, para eso, estará el Club Mundial de Gobiernos Forajidos. Para que sus afiliados se tomen desquite o se saquen el clavo.
Republiquetas bananeras y del Caribe, con presidencias hereditarias o endosables, republiquetas de la vieja y corrupta, exURSS, republiquetas del llamado Continente Negro, republiquetas de atolones, perdidos en la inmensidad del Océano Pacífico, minirepubliquetas del corazón de Europa, con licencia para lavar dinero sucio, sin dejar, por fuera ¡faltaría más! la susodicha narcorrepubliqueta Bolivariana. Todas. En masa o en avalancha, en su indeclinable voluntad de afiliarse al nuevo ente multilateral.
Lamentable que las obras civiles, de la sede social –o antisocial– sufrieran, recurrentes paralizaciones. ¿Iban a salir “lisas” de la corrupción? Hubiese sido insalvable paradoja. No hace falta ser muy zahorí para prefigurar adónde fueron a parar millones y millones de los aportes societarios. “Estos ladrillos y aquellos sacos de cemento, me los llevo para venderlos en el mercado negro. Te otorgo el contrato para el aire acondicionado de la sede del club, pero me das coima del 50%”. De robarse, hasta a sí mismos, son capaces. Providencial, que la “suciodicha” republiqueta bolivariana aportase parte de los millones que le birló a la OEA. Del total de diez, ocho, fueron a los bolsillos de sus desgobernantes. Con todo, el sobrante o repele, sirvió para la ansiada inauguración.
Fiesta a todo trapo. A pasarlo mogollón, se ha dicho. Discursos, condecoraciones, minuto de silencio y develación del monumento al “Corrupto Desconocido”. Y a continuación ¡música, maestro!
–¡Caramba, placer de conocerte! ¿Y cómo te llamas, tú, picarona?
–¿Yo? ¡Soy la Republiqueta Bolivariana, Forajida y Narcodesvergonzada!
–¿La Narcobolivariana? ¿La promotora principal de nuestro club? ¡Qué honor, qué distinción! ¡Yo soy la Republiqueta de los Diamantes de Sangre Infantil, humildemente! ¿Bailamos?
–¡Bailemos y hasta el amanecer!
Encubrimientos recíprocos, complicidades tumultuarias, celestinajes compartidos, topos-a-todo, encerronas, orgías, bacanales, con carburante del más ilegal octanaje, ménages á trois, a quatre y en cambote. Las corruptelas de los organismos tradicionales –muchas por cierto– son insuficientes para tal clase de canalla. Les faltan armonía salvaje y más ¡saborrr!