¡Hoy en día, ni la Navidad parece salvarse de los conflictos humanos!
Antes de que triunfara la revolución cubana el primero de enero de 1959, mis abuelos me contaron sobre cómo habían sido sus navidades. n Eran tres reyes magos que venían en camellos desde muy lejos, cargados de regalos: Gaspar, Melchor y Baltazar. n
Los niños llenaban carticas de peticiones que colocaban dentro de un zapato y que luego escondían debajo de sus camas. La mañana del 25 de diciembre era recibida con gritos de emoción, pues veían cumplidos sus deseos, teniendo en sus manos todo cuanto habían pedido. n
Pero claro, no todos los niños corrían la misma suerte ese día. Había algunos (como mis abuelos) que nunca recibían obsequios porque, según sus padres, se portaban mal y los reyes magos, que todo lo sabían, no los u201cpremiaban u201d. n
Cada año ellos se esforzaban más. Cumplían con todas las tareas del colegio y del hogar. No interrumpían a las personas mayores cuando hablaban, practicaban normas de educación formal diciendo: permiso, gracias, por favor. Se iban a dormir temprano, obedecían a sus padres, no peleaban con sus hermanos y evitaban decir malas palabras. n
Llegó una y otra vez y otra vez la Navidad, pero nunca al despertar encontraban presentes debajo de sus camas. Esa época se había convertido para ellos en la más triste del año. n
Un 24 de diciembre mi abuela le pidió a una amiga, a la que siempre le traían juguetes -aunque se portara mal durante el año- quedarse en su casa. Tenía un plan: esperaría despierta toda la noche y los enfrentaría, les pediría explicaciones, se quejaría con ellos de su suerte. Estaba decidida a reclamarles. n
Eran las tres y media de la madrugada y el sueño peleaba por rendirla, pero ella estaba enojada; segura de que ésta era su oportunidad para hablarles cara a cara. Mientras preparaba su discurso, escuchó pasos que se dirigían a la habitación. Se sintió nerviosa y su corazoncito asustado, de nueve años, latió apresurado, esperando conocer al fin a los famosos u201cREYES MAGOS u201d. n
La luz se encendió y cuando casi grita u201cAjá, así que son ustedes los que nunca me han traído nada, u00bfeh? u201d, vio que era la mamá de Elisa, quien con una sonrisa repletaba la cama de juguetes. n
A mi abuela se le llenaron sus ojitos de lágrimas, simuló estar dormida y comprendió todo.
Ella era pobre, tenía nueve hermanos y sus padres no podían comprarles regalos. Elisa era única hija, sus padres trabajaban para el Gobierno y ganaban muchísimo dinero. n
No era real la historia de Gaspar, Melchor y Baltazar, y ella lloró sin consuelo. n
Al día siguiente Elisa le regaló una de sus muñecas y ella regresó a casa sin haber contado lo que había descubierto. n
Al siguiente año no dejó ninguna carta debajo de su cama, y cuando su madre asombrada le preguntó el porqué, ella respondió feliz:"Porque ya me hicieron el mejor regalo del mundo". u201c u00bfCuál...? u201d, preguntó su madre aún más asombrada todavía. u201c u00a1Ustedes, mi familia! Y mi única petición es tenerlos a mi lado cada Navidad u201d. n
Mi abuela me cuenta que fue feliz sin regalos, disfrutó lindas navidades junto a sus padres y hermanos por muchos años. n
Sus padres ya murieron. Y de los nueve hermanos ahora sólo quedan cinco. n u00a1Hoy en día, ni la Navidad parece salvarse de los conflictos humanos! Una fiesta que el escritor Charles Dickens pretendió defender en su libro: Un cuento de Navidad, como una celebración que defiende el papel fundamental de la familia unida, continúa siendo una celebración polémica. Los líderes puritanos del mundo persisten en la discusión sobre si deberían celebrarla o no y en qué fecha. La mayoría luchan por hacerles creer a los demás que ellos son los verdaderos seguidores de Jesucristo. n
Yo viví diecinueve navidades en Cuba, sin saber exactamente qué día había nacido Jesucristo, agradeciendo sólo por esas fechas navideñas, la compañía incomparable de mi abuela, sin luces, sin regalos, sin arbolitos decorados y sabiendo que los u201cReyes Magos u201d, por los menos allá, no existían.
En esta Navidad muchos padres trabajan horas extras para poder complacer a sus hijos regalándoles regalos costosos de los que se han antojado desconsideradamente. n Yo en cambio, le he comprado algunos libros infantiles a mi hijo Gabriel que hablan de la necesidad de respetar las opiniones e ideales de los otros, siempre que sean pacíficas, para y por el bien de los demás. n Le regalaré un cuadro. Es una imagen sencilla que le recordará (no solo en las navidades sino en todos los días venideros de su vida) la importancia de la generosidad y la solidaridad humana. Es una representación clara que muestra lo vital que será mantener su espiritualidad en un mundo tan material.