“Estamos encontrando fentanilo en casi todas las drogas”, informó el alguacil John Mina del Departamento de Policía del Condado de Orange. Mina está en la primera línea de la crisis de sobredosis en EEUU, pero no está solo. Las muertes por fentanilo han aumentado un 600% entre el 2015 y 2020. Lo peor es que los índices no muestran signos de desaceleración. Tanto en las zonas rurales como en las urbanas, independientemente de raza, o de la edad, este opioide sintético mata indiscriminadamente.
Algunos están aprendiendo a vivir con el fentanilo porque tienen los recursos para adaptarse. “Compramos un montón de tiras [de prueba] en Amazon”, explicó un joven profesional a New York Magazine. “Nuestro consumo de cocaína se ha reducido debido al fentanilo, pero si vas a salir… a una fiesta, querrás asegurarte de pasar una noche divertida”.
Sin embargo, no todos pueden darse el lujo de ser tan informales. Para los padres de familia, la creciente prevalencia del fentanilo significa una mayor probabilidad de perder un hijo. Tal vez su niño pequeño confunda una sustancia letal con un dulce, o tal vez la primera vez en que un joven consuma una sustancia ilícita en sus años de adolescencia termine desafortunadamente en una sobredosis. Y para los millones de estadounidenses que luchan contra la adicción a las sustancias, cuyos días ya son una constante lucha para mantenerse con vida, el fentanilo significa una mayor probabilidad que suceda un desliz momentáneo o una tragedia irreversible.
Cualquiera que sea la experiencia, la conclusión debería ser la misma: ya es hora que la Administración Biden y los demócratas en el Senado de EEUU detengan el flujo de drogas en nuestras comunidades. Cerca del 100% de las sustancias que son responsables de las muertes por sobredosis llegan a EEUU a través de México. Pero lejos de mantener seguro al país, que es la tarea más básica del poder ejecutivo, el presidente Biden ha fomentado la migración ilegal y se resiste a los esfuerzos para asegurar nuestra frontera.
Biden incluso envió al Secretario del Departamento de Seguridad Nacional a Miami para presumir sobre sus políticas. Nuestra falta de seguridad fronteriza indudablemente contribuyó a que Florida tuviera aproximadamente 3.000 muertes relacionadas al fentanilo solo en el año 2021. Tristemente esta plaga de las drogas no se limita solo a mi estado. Las tasas de sobredosis se han disparado a través del país, desde California hasta Michigan y Maine, pero a esta Casa Blanca no le importa.
Biden tampoco parece estar interesado en detener la producción de fentanilo en su país de origen. El opioide sintético se elabora con productos químicos fabricados en China. Pekín, que tiene una vigilancia masiva y toma medidas enérgicas contra los traficantes de drogas cuando afectan al pueblo chino, simplemente se niega a hacer algo sobre este tema. Sin embargo, el presidente Biden ni siquiera designa a China como un productor de drogas ilegales, porque le tiene miedo a enfrentarse a un régimen genocida.
Lamentablemente, la locura no termina ahí. Esta Casa Blanca también ha fomentado el abuso de drogas bajo el disfraz de “reducción de daños”. La idea de la izquierda moderna de ayudar a las personas en peligro de sobredosis es repartir pipas de crack, permitiendo que las personas sin hogar invadan las principales ciudades y reemplazando la palabra “adicción” por “devoción”. No se trata de compasión, se trata de una ideología retorcida cuyos adherentes preferirían ver morir a la gente antes que tratar el abuso de drogas como un delito.
La rama legislativa de nuestro gobierno no se hizo para hacer cumplir la seguridad pública. Pero si este presidente no hace su trabajo, los congresistas tendrán que tomar la iniciativa. Eso es lo que sucedió el año pasado cuando mi legislación, que prohíbe el uso de fondos públicos para comprar, suministrar o distribuir directa o indirectamente pipas de crack o parafernalia de drogas similares, se convirtió en ley. Ahora estoy presionando al gobierno para que sancione a los productores extranjeros de drogas, que hagan que la distribución de fentanilo que resulta en la muerte de un individuo sea un cargo de homicidio grave y que renueven la asistencia de seguridad extranjera para interrumpir las redes de drogas antes que su mercancía llegue a nuestras fronteras.
Sin embargo, en última instancia, necesitaremos un esfuerzo unificado para superar la crisis de sobredosis. Es por eso que continuaré exigiendo que el presidente Biden y los burócratas cómodos que integran su administración aborden la crisis fronteriza, tomen medidas enérgicas contra los productores de drogas chinos y que traten la adicción como el problema letal que es. Los estadounidenses no dejarán de morir hasta que eso suceda.