La semana pasada el tema de esta columna fue el espanto del terrorismo islámico en el mundo. Centré mi comentario en el mes de julio sangriento de este año, 2016, compitiendo siempre con otras fechas cargadas de lágrimas, espanto y muerte.
¿Cuántos otros terroristas están aquí en Venezuela? ¿A cuántos otros el régimen castrochavista protege y tiene como carta bajo la manga, como brigadas útiles a sus fines de aterrar y eternizarse?
La semana pasada el tema de esta columna fue el espanto del terrorismo islámico en el mundo. Centré mi comentario en el mes de julio sangriento de este año, 2016, compitiendo siempre con otras fechas cargadas de lágrimas, espanto y muerte.
Hoy continuaré con el tema porque lamentablemente no es posible obviarlo ni tratarlo eventualmente. Imposible desconocer que es una realidad que vive cada ser humano, no importa el lugar que habite porque los terroristas islámicos están en todas partes, se mueven con certera letalidad y cuentan para nuestro horror con la candidez de muchos gobiernos que piensan que con asesinos de esa calaña, se puede estar descuidado sin esperar un zarpazo mortal cuando requieran aterrar.
Julio cerró con más atentados en distintos continentes pero sin duda degollar al sacerdote francés Jacques Hamel, haciéndole el primer religioso cristiano mártir en esta Europa del siglo XXI. Fue el broche de horror de la serie de recientes crímenes. El padre Jacques Hamel no deseaba retirarse nunca de su labor sacerdotal, pero si había decidido irse a una parroquia tranquila, la de Saint Etienne du Rouvray, en un pueblo pequeño y sereno de Normandia, en Francia.
Pero nada es lejano, nada es imposible para los demonios del odio, que al lado del afilado cuchillo o los espantosos explosivos y ahora en vehículos destinados a atropellar mortalmente a personas desprevenidas e inocentes, llevan un Corán que refuerza el resentimiento contra los que nunca les han odiado y jamás han tenido culpa de sus desgracias y sus inquinas.
Y es que pasan los años y ese islam asesino sólo perfecciona y multiplica sus crímenes. Por eso hago memoria sobre denuncias tan atinadas como la formulada en el año 2004 por el exministro de Justicia de Italia Roberto Castelli, que declaró en relación a las alertas sobre la invasión musulmana a Europa: "Parece que en los regímenes democráticos se puede decir todo menos la verdad, porque la verdad atemoriza", algo tan cierto y tan vigente 12 años después.
Como vigente y cierto es lo dicho por la periodista Oriana Fallaci que obligatoriamente debo volver a recordar y citar. Ella, que gritó al mundo las aterradoras verdades que compiló en La rabia y el orgullo, cuya venta no fue permitida en Suecia y que le ocasionó ser procesada por xenófoba en Francia aunque posteriormente fuera absuelta, pero sí fue condenada in absentia en Suiza.
Lustros después de la publicación de Las raíces del odio, La rabia y el orgullo y La fuerza de la razón, libro éste donde la genial periodista florentina calificó "filoislámicas" a la ONU y a la Unión Europea, y donde aseguró que Europa tenía que cambiar su nombre por el de Eurabia, ya que era sin rubor un continente sumiso ante la intensa inmigración musulmana con sus pretensiones y arrogancia. Verdades que debo recordar hoy cuando Alemania está resultando –como lo dijo la Fallaci “una sucursal del Imperio Otomano" y Francia padeciendo atentados masivamente sangrientos como los de París y Niza, hasta este último de dos yihadistas asesinos conviviendo tranquilos en un pueblito de Normandia, hasta que decidieron convertirlo en objetivo de su odio.
Es como aseguran los periodistas Anthony Faiola y Griff Witte, de The Washington Post, la peligrosa y nueva etapa de la guerra del Estado Islámico en Europa. Es como afirmó visionariamente Simon Wiesental “Lo que empieza con los judíos nunca termina con ellos”, y hoy ya no pueden permanecer indiferentes como lo han hecho con los cientos de atentados en Israel y comunidades judías en el mundo entero, porque ahora la sangre de las victimas les está salpicando sus caras y cuerpos.
Es el espanto de la furia asesina resollando muy cerca de las nucas de todos, porque nadie está exento, vivas en Israel, vivas en Europa, en toda Asia, en África o en América. Nadie y como lo sostiene Shimon Samuels del Centro Simon Wiesenthal, el Lobby musulmán en la Unesco y en otros organismos internacionales existe, se mueve, chantajea y compra también.
Cerraré la columna con algo que debería asustar bastante a los venezolanos y prender las alarmas en Norteamérica, y es que Jihad Ahmad Diyab ex reo de Guantánamo, confeso integrante de Al-Qaeda, liberado y enviado a Uruguay, apareció esta pasada semana en Venezuela. ¿Cuántos otros terroristas están aquí en Venezuela? ¿A cuántos otros el régimen castrochavista protege y tiene como carta bajo la manga, como brigadas útiles a sus fines de aterrar y eternizarse?
Venezuela no está exenta, los demonios están en todas partes.