En mi visita reciente a Cuba, pasé un día en Pinar del Río, donde visité en su casa y taller a Pedro Pablo Oliva, pintor esencial en las artes plásticas cubanas contemporáneas.
Oliva acababa de estar en Miami, donde su exposición de obras recientes estará abierta en Maxoly/Latin Art Core Gallery hasta el 31 de diciembre.
No me fue posible verlo en esa ocasión; sabía, de todos modos, que sería más rico el encuentro en su ciudad natal, donde el artista siente que crea mejor. n
Oliva, miembro de la Generación del Setenta, vive y pinta a todo riesgo. Mi impresión, en el rato que compartimos, fue la de un hombre entre seductor y tímido; con un gran sentido del humor, no exento de tristezas; y un compromiso ineludible con su obra y sus verdades.
Me cautivó su hogar; el patio interior con paredes rojas y rosadas, puertas de medio punto, macetas con plantas de diversos tonos de verde; su hija Silvia y su yerno David Horta que no ocultan el cariño y la admiración con que se ocupan de él, su obra, sus proyectos; el sabroso café que nos ofrecieron con generosidad de hogar criollo; la conversación amena e inteligente, y, sobretodo, las obras que pude ver en las paredes. n
La pintura de Oliva combina un sentido universal de humanismo con dosis de humor cubano. Se siente en sus lienzos un soplo de Chagall -por la ingravidez de sus figuras, la ternura que emanan-; y un aliento de Eduardo Abela -por la innegable crítica social, entre mordaz y burlona-.
Los fantasmas de Antonia Eriz ensombrecen a veces su pincel. Pero este hombre que camina a menudo entre cimas y abismos, tiene su estilo propio: sus obsesiones, contradicciones, dolores y sueños. nAlgunas de sus obras, como"El gran apagón", un lienzo gigantesco, contienen, además, una narrativa: en este caso la historia de las últimas décadas en el país.
Le comenté a Oliva: u201cÉste es nuestro u00b4Guernica u00b4. Algún día ocupará un lugar privilegiado en el Museo Nacional y se exhibirá en los mejores museos del mundo u201d.
No debo de ser la primera en pensarlo y escribirlo. Cualquier cubano con un mínimo de sensibilidad verá cómo en el cuadro aparecen objetos y personajes que mucho representan -bicicletas, balseros, tiburones, bailarinas, cuadros, guitarras, familias, equilibristas- y que toda la atmósfera de una sociedad sumergida bajo el agua, sorteando túneles, peligros y huidas, es en verdad un espejo roto, donde se ha descompuesto nuestra realidad, tal vez para preservarla en sus partes o para enfrentarnos a la necesidad de recomponerla.
Se ve también a Fidel Castro, de pie, ni joven ni viejo, con los ojos cerrados. A su lado, una tribuna desocupada, con la estrella y los colores de la bandera, bajo un haz de luz que la ilumina, con sus tres micrófonos silenciosos. u00bfQué significa? u00bfUn vacío de poder? u00bfLa necesidad de que guardemos silencio? u00bfLa inutilidad de los discursos políticos? u00bfLa supervivencia de la Patria? u00bfLa búsqueda de nuevas voces? nNo todos los cuadros de Oliva son tan intensos.
Una serigrafía muestra un José Martí estilizado, manos de dedos finos cruzados sobre el pecho, ojos cerrados en un rostro que refleja preocupación, y una niña-muñeca descansando en su hombro, como si el Apóstol llevara sobre sí el peso de futuras generaciones. nOliva no lo teme a las controversias; se afana, sin embargo, en no perder el equilibrio. Por eso ha ganado el Premio Nacional de Artes Plásticas (2006) y por eso también exhibe sus obras en la capital del exilio.
Es callado, pero no calla. Universal, se empeña en ser pinareño. Poeta y hereje, padre y niño, tierno y satírico, juguetón y aterradoramente serio. Inmerso en la observación y recreación de la sociedad que lo rodea, necesita de la soledad. Ama los naranjos. Como a un flautista mágico, lo siguen lagartijas y tomeguines. Es un pintor mago. nHa tenido exposiciones de París a Las Tunas, de Nueva York a La Habana, de Estocolmo a Pinar del Río, de Madrid a los Centros Penitenciarios de Cuba.
Desde hace algún tiempo lucha contra el mal de Parkinson. Su mano derecha tiembla visiblemente. Sin embargo, él asegura que el movimiento cesa cuando comienza a pintar. u201cDios me deja trabajar u2026 u201d afirma.
Ha comenzado a realizar esculturas, y trabaja todos los días, con disciplina y amor. n
Gracias, Oliva, por abrirme las puertas de tu universo. Me lo he traído conmigo en el equipaje. Me acompaña en la memoria de los ojos, y en el medio del pecho, como un corazón.