Aun cuando los titulares de los últimos días han sido acaparados por el intercambio de amenazas entre Estados Unidos y Corea del Norte, la investigación sobre las denuncias de connivencia entre Moscú y el equipo de campaña del ahora presidente Donald Trump continúa y ahora parece estar ampliando su alcance y propósito, luego de que Robert Mueller, el fiscal especial encargado de la investigación, pidiera a la Casa Blanca documentos relativos al despido de James Comey, quien ejerció como director del FBI hasta mayo pasado.
No es de extrañar que Mueller esté mostrando un marcado interés por la investigación, por lo que puede considerarse uno de los momentos más dramáticos de la administración Trump.
Al parecer, el investigador Ad Hoc y a su vez exdirector de FBI de larga data están decididos a poner sus manos en cada documento y correo electrónico que contribuya a aclarar la presunta interferencia rusa en las elecciones presidenciales estadounidenses de 2016.
Mueller no ha olvidado que el día después del despido de James Comey, el Presidente se reunió en el Salón Oval de la Casa Blanca con representantes de Moscú, y según reportes de prensa, alimentados por filtraciones de información, Trump habría notificado a Sergey Lavrov, ministro de Relaciones Exteriores de Rusia, que el despido de Comey habría bajado la presión política.
Comey, por supuesto, habría estado llevando a cabo su propia investigación de la supuesta intervención rusa en la elección antes de ser despedido y Trump habría admitido que una de las razones de su destitución fue por "ese asunto ruso".
Seguramente, ahora el Presidente esté lamentando esa decisión, pues ahora se enfrenta a una investigación mucho más grande, luego de proporcionar a Mueller la excusa perfecta para centrar su atención en los últimos movimientos de la Casa Blanca, relacionados con la salida de Comey.
Las duras advertencias lanzadas al gobernante norcoreano y la amenaza de destruir Corea del Norte han aumentado la popularidad de Trump después de un período en el que el apoyo entre sus seguidores se había debilitado. Sin embargo, la investigación rusa no va a desaparecer y el Presidente debe estarse preguntando qué más podrá requerir Muller mientras continúa buscando la verdad.
Pero en un momento en que la batalla retórica entre Trump y Kim Jong-un se vuelve cada vez más volátil y peligrosa, lo último que necesita la Casa Blanca es un enfrentamiento con Robert Mueller y su equipo.
En líneas generales, el Presidente no puede ser obligado a entregar documentos al fiscal especial si no quiere, pero si la Casa Blanca no coopera con la petición de Mueller, esto levantará muchas sospechas.
El negarse a entregar los documentos pertinentes no ayudará a su causa.
El país necesita más que nunca un liderazgo fuerte y estable, libre de suspicacias que minen la confianza para que se pueda sortear con éxito los diferentes desafíos que se plantean, tanto a nivel nacional como internacional, particularmente de cara a la amenaza planteada por Corea del Norte.
Por lo tanto, Trump no puede permitirse descartar la investigación de Mueller como si todo fuera una pérdida de tiempo y dinero. La verdad debe salir a la luz y el Presidente debe dejar claro que la Casa Blanca no intentará bloquear al fiscal especial mientras esté buscando las respuestas necesarias, porque la fuerza también se demuestra a través de la transparencia.