@RicardoEMontes
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No habían redes sociales para entonces. La mejor manera de conocer una noticia era revisando una página web, dándole incansablemente a la tecla “F5” para actualizarla una y otra vez hasta ver lo que estabas esperando. Cuando ocurrió el cambio de Miguel Cabrera y Dontrelle Willis –mi jugador favorito para entonces– ocurrió así, sólo que en esta ocasión no esperaba la confirmación de un hecho, sino la esperanza de un error que negara lo anunciado.
A diferencia de las personas con quienes me juntaba en ese momento, que aupaban a los Yankees, Medias Rojas, Gigantes o Dodgers, yo comencé siendo aficionado de los Marlins, y aunque ese sentimiento se ha diluido producto a mi profesión, aún recuerdo esos momentos en los que sufrí las decepciones producto al manejo del equipo, desde el punto de vista de un aficionado.
Hoy, después de varios capítulos de esos momentos; transacciones, despidos, tomas de decisiones, polémica con el nuevo estadio, finalmente se da a conocer que es inminente un cambio de manos de la franquicia que ahora juega en la Pequeña Habana.
Como fanático nunca entendí los movimientos que hizo, pero ahora como periodista, los comprendo aún menos.
Loria llegó a Miami con un equipo armado por Dave Dombrowski, al cual sólo tuvo que añadirle a Iván Rodríguez –en lo que probablemente haya sido su mejor contratación–para que los Marlins terminaran alzando su segundo trofeo de Serie Mundial.
Todo comenzó bien, pero rápidamente se desboronó. Con todavía el olor a champagne en las calles de Miami, Carl Pavano, Derek Lee y “El Pudge” Rodriguez –pilares del campeonato– ya estaban siendo presentados con otros conjuntos. Un par de años después llegó otra “limpieza”, y canjearon a Luis Castillo, Juan Pierre, A.J. Burnett, Josh Becket y a Mike Lowell. Al menos se quedaron con los dos jóvenes promesas, ¿no?
Eso tampoco duró mucho. El cuatro de diciembre del 2007 fue anunciado que Miguel Cabrera y Dontrelle Willis irían a los Tigres de Detroit a cambio de prospectos. A pesar de la decepción, todavía pensamos que Andrew Miller y Cameron Maybin –dos de los novatos promesas que fueron a los Marlins– podrían traer algo positivo al equipo. El resultado de ambos, al menos en Miami, fue decepcionante.
Loria será recordado como el protagonista de un cambio que podría compararse con el de Babe Ruth cuando pasó de los Medias Rojas a los Yankees, al dejar a ir a uno de los mejores bateadores del béisbol moderno, en Miguel Cabrera, cambio de prácticamente nada.
En fin, después de eso vinieron los Joe Girardi, José Reyes, Heath Bell, Hanley Ramírez, Oswaldo Guillén; uno tras otro.
Pero esa era está llegando a su fin. Y, si todo sale como lo previsto, los aficionados de los Marlins podrán descansar de tanta decepción cuando nada más y nada menos sea Derek Jeter, junto al exgobernador de Florida Jeb Bush y un grupo de empresarios, tome el mando del equipo de Miami.
El escenario no pudo ser mejor. Si hay alguien que sabe cómo ganar en el béisbol es Jeter, y en teoría debería poner a los Marlins en la órbita de los equipos a considerar para levantar el trofeo a final de campaña.
Un par de consejos a los aficionados de los Marlins, como uno que fui. No se desesperen, que el proceso de venta de un equipo que vale $1.300 millones no es tan fácil y rápido como escribir un cheque. Y una vez se finalice el acuerdo para que el grupo de Jeter esté al mando, no esperen grandes cosas en un comienzo, los cambios tardan un poco en engranar; sino recuerden que hasta Loria ganó un campeonato recién llegado.