jueves 28  de  marzo 2024
OPINIÓN

Sorpresas de octubre

El objetivo ahora, independientemente de la afiliación política, es que el Jefe de Estado se recupere totalmente para poder participar del cronograma electoral
Diario las Américas | SONIA SCHOTT
Por SONIA SCHOTT

Originalmente, la frase La sorpresa de octubre anunciaba rebajas inesperadas de artículos durante ese mes, pero desde los años 1980 la expresión tomó cuerpo político, cuando se usó para describir revelaciones de último minuto en un año electoral.

Durante la campaña entre Ronald Reagan y Jimmy Carter, al equipo de Reagan le preocupaba que Carter se beneficiara de algún suceso imprevisto.

Según describió un artículo en The Washington Post, el 10 de junio de 1980, “el mayor temor en el círculo íntimo de Ronald Reagan era que el (entonces) presidente Carter recibiera un impulso inesperado en la campaña a partir de una ‘sorpresa de octubre’. A los asesores de Reagan les preocupa que una noticia sorprendente como la ‘sorpresa de noviembre’ del año anterior, la toma de rehenes de Teherán; pueda reunir apoyo en torno a un presidente asediado ... Mientras tanto, Reagan está trabajando en una ‘sorpresa de julio’ propia para su presentación en la Convención Nacional en Detroit”.

Ahora cuando la humanidad se encuentra ante grandes desafíos por la pandemia, Estados Unidos además se enfrenta al reto de poner a prueba su democracia. El presidente Donald Trump ha contraído el temido virus COVID-19, que por lo pronto ha cobrado más de 200.000 vidas en la nación.

Y aunque los partes médicos sobre su salud parecen enviar por ratos señales optimistas, la situación ha generado confusión, aumentando la incertidumbre que ya reinaba en el ambiente, y a la que todavía nadie le ha puesto fecha final.

El objetivo ahora, independientemente de la afiliación política, es que el Jefe de Estado se recupere totalmente para poder participar del cronograma electoral, en aras de brindar la tranquilidad necesaria y asegurar la continuidad política del país.

Los votantes, especialmente los indecisos, deben estar seguros de que tanto el republicano Donald Trump como el demócrata Joe Biden son capaces de asumir las onerosas responsabilidades que tendrán por atender, gane quien gane.

En realidad, la historia de Estados Unidos está llena de ejemplos de éxito sobre dificultades, tanto enfermedades como asesinatos, que han colocado la línea de sucesión gubernamental en terreno inestable pero superable.

El presidente Woodrow Wilson (1913-1921), con un historial de trastornos cardiovasculares, sufrió en octubre de 1919 un derrame cerebral severo que lo dejó incapacitado hasta el final de su presidencia, lo que se convirtió en una de las grandes crisis de sucesión presidencial de la época.

La entonces primera dama Edith Wilson ayudó a dirigir el gobierno durante los restantes 17 meses pero excluyendo al vicepresidente Thomas Marshall, al resto del gabinete y al Congreso.

La Enmienda 25 de la Constitución rectificó este vacío, asegurando que el vicepresidente tomaría el mando ante el fallecimiento o incapacidad de un presidente. Si ambos no pueden, entonces el presidente de la Cámara de Representantes asumirá el poder temporal.

Aunque el vicepresidente Mike Pence dio negativo en sus resultados, es válido preguntarse ¿Qué pasaría si también contrajera el virus? ¿Cómo sería el proceso dentro de la actual administración? ¿Sería en este caso la presidenta de la Cámara, Nancy Pelosi, tercera en la línea de sucesión, quien tomaría las riendas del Gobierno. o esto estaría sujeto a disputa?

Una sugerencia que se planteó hace unos días fue que el secretario de Estado, Mike Pompeo, pudiera ocupar el cargo temporalmente si algo pasaba.

La idea de Pompeo como presidente interino trajo a la memoria ese 30 de marzo de 1981 cuando el presidente Ronald Reagan fue víctima de un atentado a su salida del hotel Hilton en Washington.

En medio del caos, Alexander Haig, el secretario de Estado de Reagan, dio un paso en falso al declarar ante los medios que él estaba al mando mientras el Presidente estaba en cirugía.

El error de Haig, un general retirado de cuatro estrellas, se debió a que el vicepresidente George HW, quien luego sucedió a Reagan en el cargo en 1988, se encontraba en el Air Force 2 a 30.000 pies sobre Texas y las comunicaciones eran deficientes. Bush finalmente llegó a la Casa Blanca y asumió debidamente el control mientras Reagan estaba en el hospital.

El sistema constitucional funcionó.

Ahora todo depende de que el Presidente se recupere pronto para que no sea necesario poner a prueba la Constitución, pero en todo caso este proceso electoral promete aún muchas más sorpresas antes de que termine.

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