Una llamada persistente me aviva, un amigo eufórico me informa del desembarco de tropas en costas venezolanas; se suceden otras llamadas del mismo tenor. Dado que Venezuela es el único país en donde atentados, magnicidios, robos y otros actos revolucionarios, subversivos o delictivos se anuncian rimbombantes con pruebas y anticipación, por fanáticos del régimen o de la oposición, incluyendo protagonistas, fecha y hora, no presto atención a estos anuncios, por razones obvias, este tipo de incursiones se ejecutan y ya, no se publicitan, so riesgo de fracasar. Y esta vez, volvió a ocurrir, se iniciaba un nuevo episodio de la sátira gobernante.
Raudo el régimen a través de su psiquiatra, anuncia estrepitosamente en cadena, la captura en pleno día de 2 embarcaciones en las costas de Chuao y Macuto, que al verlas da pena ajena, repletas de armas que aún no muestran, con anuncios de muerte de 8 subversivos que todavía no identifican, y por supuesto, la captura de 2 compatriotas de Trump vestidos en ropa deportiva y con sus pasaportes en regla. La intentona había sido develada y el régimen celebra. Se desatan las redes y los taquígrafos digitales se transforman, como siempre, en avezados expertos en estrategia política e inteligencia militar. Surgen historias de diferentes fuentes, rumores van, rumores vienen, y como siempre aparece el pana del sobrino del primo de la novia de un sargento amante de la esposa de un general, que le informa sobre el desarrollo de los episodios de forma pormenorizada. Vuelve a funcionar la propaganda; el régimen, una vez más, logra distraer la atención colectiva de su fracasada gobernanza, hacia una narrativa irrelevante y fatua que esconde la delicadísima realidad de la escasez de gasolina, comida, insumos y atención médica, que enrumba al país, sin liderazgo, hacia un desaguisado social sin precedentes.
La narrativa se enriquece con la aparición de un sargento de la marina americana, con un prontuario, digo hoja de vida, envidiada hasta por Rambo, y su empresa fantasma con 800 mercenarios en nómina, que ofrece sus servicios para tumbar al usurpador y su nefasto régimen, como un deber patriótico (?), para lo cual exige un contrato que costaría la bicoca de 500 millones de dólares. En el esfuerzo de concretar el plan, dice reunirse con el estratega político del Presidente de la República, a quien, como dato curioso, nadie informa sobre una acción que involucra la República toda. El entrevero de la trama continúa en los dedos prodigiosos, creativos e ingeniosos de los inefables taquígrafos digitales y sus variadas teorías conspirativas, porque en verdad sobran las incongruencias que generan cuestionamientos, responsabilidades, conjeturas, dudas e interrogantes de todo tipo y a todo efecto.
El triste colofón de este desembarco de novela se transcribe en la maliciosa ego-competencia de mitómanos capaces de crear narrativas inverosímiles, engañosas y perniciosas, que solo conducen a acrecentar el miedo, la desesperanza y anomia del venezolano, objetivo final del oprobioso régimen, acentuadas por un publicista devenido en mal policía.
Si queremos darle una oportunidad a la democracia, tenemos que enseriar nuestra narrativa, acercarla a la gente para que se identifique y entusiasme con una idea de cambio creíble, orientada fundamentalmente a satisfacer las necesidades humanas básicas de los venezolanos: comida, agua electricidad, transporte y empleo. Solo así sumaremos a quien decide eligiendo.
Nelson Oxford B. *
* Gerente de Comunicación de VenAmerica