Ese instante, inesperado y desbordante, me enseñó algo más profundo que el éxito: me mostró la verdadera grandeza del carácter, de la crianza, su prosapia. Porque para ser Valedictorian no basta con tener las mejores calificaciones. Es, más bien, el reconocimiento a una excelencia integral: intelectual, humana, ética. Es el eco de noches de estudio, de preguntas difíciles, de resiliencia en tiempos de soledad. De batallas que no se cuentan y sacrificios que nadie ve. Eduardo lo preparó todo con absoluta discreción. Había soñado ser el primero en su clase. Y lo fue de toda la Universidad. Nunca un venezolano lo había logrado en la Universidad Sciences Po de París. Qué orgullo para la familia, para su país. Y elevó el tricolor con inmensa alegría. Cuánta emoción, cuánta esperanza y cuánto mérito. Imposible evitar el llanto.
¿Qué significa ser Valedictorian en Sciences Po?
Sciences Po no es una universidad cualquiera. Es un faro del pensamiento europeo, un semillero de líderes, un crisol de culturas y convicciones. Formarse allí no es solamente estudiar, es debatir el mundo, asumir la política como responsabilidad, la comunicación como misión-noble y responsable-la historia como herramienta de cambio, los medios como vehículo de educación e inclusión y la justicia como deber moral.
Ser Valedictorian en Sciences Po significa que, entre cientos de estudiantes provenientes de todos los rincones del planeta, uno ha demostrado no sólo sobresalir en lo académico sino también en liderazgo, compromiso y sensibilidad social. Significa que se ha ganado el derecho—y la carga preciosa—de dirigir el discurso de despedida ante toda una generación. Es cerrar un ciclo no con un adiós, sino con un llamado, con una visión, con una promesa.
Un hijo de Venezuela fue elegido para ello. Todavía no me lo creo. No porque no lo merezca, sino porque como muchos jóvenes venezolanos, ha tenido que luchar para adaptarse a otros mundos, a otras culturas e idiomas; se ha visto obligado a lidiar con la ruptura de su cotidianidad, ser esposo muy joven, trabajar para ganarse la vida, estudiar incansablemente y reemprender otra agenda.
La Universidad Sciences Po [París], oficialmente conocida como Institut d’Études Politiques de París, es una de las instituciones académicas más prestigiosas de Europa y el mundo. Fundada por Émile Boutmy [1872] tras la derrota de Francia en la guerra franco-prusiana, Sciences Po nació con el objetivo de formar a las nuevas élites políticas, sociales y administrativas del país. Se ha convertido en un centro mundial de referencia en las ciencias sociales, el derecho, la economía, la política, las relaciones internacionales y en áreas como comunicación, medios, creatividad y sostenibilidad.
Tras más de 150 años de vida, el espíritu vanguardista de Sciences Po se consolida. Creó la Facultad de Comunicación, Medios, Creatividad e Impacto Ambiental para dar respuesta crítica a los grandes retos contemporáneos: la saturación mediática, la desinformación, la crisis ecológica y el poder transformador de la narrativa y el discurso público. Eduardo [de esta escuela] fue elegido Valedictorian por los Decanos de todas las escuelas, habiendo obtenido la calificación más de todos los estudiantes de maestrías más su reconocimiento.
Un privilegio que influye en el mundo, la palabra, la imagen y la acción.
Muchas figuras públicas destacadas de Sciences Po provienen de sus programas en política y relaciones internacionales: Emmanuel Macron, François Mitterrand, Jacques Chirac, Pascal Lamy, Boutros-Ghali o Dominique Strauss-Kahn. En el ámbito de la comunicación, medios y cultura también se ha formado una nueva generación influyente. Entre los más destacados vinculados al campo comunicacional, creativo o mediático: David Colón: historiador, profesor de la facultad, autor del libro La guerre de l’information (2024); Marie Drucker: periodista y presentadora de televisión francesa; Audrey Pulvar: periodista, ex directora de France Télévisions y activista ecológica. Sciences Po ha formado líderes de agencias de comunicación internacional, think tanks, consultorías globales y responsables de sostenibilidad corporativa en multinacionales del sector energético, entretenimiento, tecnológico y editorial. Además, decenas de egresados se insertan cada año en organismos multilaterales, ONGs, medios internacionales y plataformas digitales con influencia global.
Sciences Po de Paris ha escalado consistentemente en los principales rankings mundiales. QS World University Rankings 2025: #4 del mundo en Política y Estudios Internacionales; #1 en la Unión Europea en Ciencias Sociales; Top 10 en Sociología, Historia, Administración Pública y Comunicación Política.
En 2022, Sciences Po inauguró la renovación completa del histórico Hôtel de l’Artillerie en el barrio de Saint-Germain-des-Prés. Hoy alberga aulas inteligentes, laboratorios digitales, estudios de creación multimedia, y espacios colaborativos de investigación. Además, el enfoque pedagógico está centrado en el “aprendizaje activo”: se privilegia el debate, los estudios de caso reales, el trabajo interdisciplinario y proyectos colaborativos con instituciones internacionales. Más del 40% del estudiantado es internacional. Hay acuerdos con más de 480 universidades de alto nivel en todo el mundo (Harvard, Columbia, Oxford, UCL, Universidad de Tokio, etc. […] Existen 7 campus regionales (Reims, Dijon, Le Havre, Menton, Nancy, Poitiers y París) con enfoques culturales y geográficos diferenciados. En todos los campus los estudiantes participan en más de 80 clubes, revistas estudiantiles, proyectos audiovisuales y conferencias sobre inteligencia artificial, ética digital, transición ecológica y más.
Estudiar comunicación en Sciences Po no es simplemente cursar una carrera: Es un privilegio y una responsabilidad al alcance de quienes aspiran dejar huella desde la palabra, la imagen y la acción. Es entrar y pertenecer a una red global de líderes con visión crítica, talento y compromiso con el futuro del planeta.
La emoción callada. Un pedazo de todos nosotros…
Cuando Eduardo subió al podio con esa compostura que le es propia—mitad nervios [como su papá], mitad fuego silente y discreto [como su mamá]—, comenzó a hablar con la voz clara y firme. Sus manos temblaban [sólo yo lo sabía] pero no lo evidenciaba. Entendí por qué había callado hasta el último momento. No era timidez. Era respeto al proceso. Convicción que los títulos no se buscan para inflar el ego sino para honrar la oportunidad de servir mejor, ilusión de darle una sorpresa a sus padres.
Sus palabras tejieron ideas sobre equidad, compañerismo, solidaridad y libertad, valores que derivan de la familia, la amistad, la memoria histórica. Dio mérito especial al gran esfuerzo de los estudiantes internacionales, que dejan sus hogares para enfrentar inmensos desafíos y exigencias. “Si no puedes soñar, no puedes hacerlo”. Entre cada frase pude entrever los libros que leyó en la infancia, los silencios compartidos, las veces que lo vi dudar y las veces que lo empujamos a creer en sí mismo. Comprendí que ese discurso no era sólo suyo: era también la voz de sus abuelos, de su historia migrante, de sus raíces cruzadas. Era, de algún modo, un pedazo de todos nosotros elevándose en esa sala solemne de París. Era un legado más allá del diploma.
Hoy miro el diploma que guarda con pudor. Y pienso: ojalá todos los hijos del mundo pudieran entender que la grandeza no está en la alharaca, sino en el contenido. Que callar, construir y hacer en silencio, también puede ser una forma de amor. Que la discreción es una señal de infinita madurez.
Gracias hijo por tu luz. Gracias por enseñarnos que se puede llegar lejos sin perder la ternura y la sencillez. Que el conocimiento sin vanidad es más profundo, y que el verdadero triunfo no necesita anuncio. Sólo integridad, pasión y propósito. Este hermoso día [tú] no sólo fuiste el Valedictorian-speech de Sciences Po. También fuiste la voz de tu país, el hijo de una nación sufrida que nos hizo recordar por qué vale la pena creer en el futuro y por qué ha valido la pena creer en el pasado: un ayer que te dio carácter con sentido de pertenencia.
Eduardo siempre quiso ser escritor. Ha desarrollado una ética y una disciplina inquebrantable. Como la de cada uno de mis cuatro hijos, la verdad. Desde niño se ha propuesto objetivos muy precoces. A los 12 años escribió su primer libro y hoy casi termina una saga [de tres tomos] muy demandante en términos de investigación, relato, historia y ficción. Ha cabalgado años de formación intensa en Caracas, Canadá, EEUU y Europa—sin buscar medallas sino convicción-. Y con esa determinación nos enseña que el verdadero valor está en el amor genuino por lo que se quiere hacer y quién se quiere ser. Las palabras valen más cuando se construyen con acciones […]
Su discurso conmovió a la audiencia. Simbolizó la esperanza que, aún en medio de un mundo convulso, hay jóvenes que apuestan por el pensamiento crítico, positivo, la inclusión y el deber cívico; que saben escuchar antes de hablar y luchar antes de darle espacio a la derrota, a la oscuridad.
Toca también agradecer a la comunidad académica de Sciences Po por formar excelentes profesionales y seres humanos íntegros. A sus profesores, compañeros y mentores: su huella vive en cada palabra que pronunció. A quienes lo acompañaron en silencio, en la sala o desde lejos: a su mamá, su esposa, sus hermanas y su hermano gemelo; a sus abuelas, sus tíos, primos y amigos, a su país…por lo que les digo: ¡este logro también es vuestro!
¿Qué se siente?
Cuando un hijo logra esta hazaña, se siente un nudo en el pecho y una ola incontenible de latidos en el listón. Se siente el eco de cada trasnocho de estudio, cada duda resuelta con valentía. Se siente que el mundo se detiene un instante e ilumina el alma para decirte: siempre llegarán tiempos mejores, es hora de soñar con los hijos y aprender que hacerlo, no es ilusión: es camino.
Como padres nos sentimos profundamente conmovidos y agradecidos con Dios, la familia y nuestros amigos. Estamos inmensamente agradecidos con sus profesores, quienes lo guiaron en la sombra y le tendieron la mano en los días difíciles. Agradecemos y celebramos con sus suegros, siempre solidarios. Y le agradezco a él, por nunca dejar de creer: por caminar con decisión, por hacernos ver que la autenticidad y la firme voluntad de soñar es lo que construye realidades aún invadido de dudas, soledades y miedo.
Hoy lo abrazamos con el corazón lleno. Y desde ese abrazo, enviamos al mundo y a nuestros coterráneos, el mensaje que aprendimos de él: La excelencia no es una meta, es una manera de vivir. Otra manera de ver las cosas, de aceptarlas y asumirlas.
Eduardo nuestro hijo, es el primer venezolano en lograr este laurel y seguros estamos que has abonado el camino para que muchos más lo sueñen y lo hagan. De esta madera estamos hechos. Gracias también a Canadá. Un país noble, generoso, que nos dio acogida, oportunidades y ciudadanía, gracias a Venezuela el país que os vio nacer y crecer.
[Eduardo] despidió su discurso citando a Disney, donde ha tenido el honor de trabajar: “Si lo puedes soñar lo puedes hacer”. Y esa ha sido su vida: soñar y hacer realidades. Entonces querido hijo no queda más que decirte, sigue mirando a las estrellas en silencio porque tu vida no es una meta, no es un fin en sí mismo, es una manera maravillosa de soñar despierto y hacer que las cosas pasen.
Gracias por tu luz serena. Gracias por recordarnos que no hay mayor grandeza que la de caminar con la verdad, sin estruendo pero con fuerza. Te amamos y celebramos no sólo tu título, sino la persona que eres, el padre que serás, el líder que te has convertido y la inspiración que sembrarás en tus propios hijos, en los hijos de Venezuela, de Canadá y del mundo.
Eduardo al terminar su speech [impecablemente memorizado] bajando del pedestal, ve caer al suelo su banda Valedictorian. Y se regresa a recogerla con calma y suave desplazamiento. Reía y veía nervioso su galardón. Pero respiraba complacido y luminoso. Cumplió su promesa: dijo que sería el número uno y lo logró. “Papá-me dijo- siempre tuve en mente que tenía que igualar o superar tu promedio en la Universidad. Con ese impulso alcancé un primer peldaño. El otro tramo fue ganarme la confianza de mis profesores y compañeros, con esmero, cariño y empatía”. Callé-al oírle-con una lágrima oculta.
Sentí muchas emociones encontradas. Venezuela, el exilio, el dolor de un pasado injusto y el peso de un presente incierto que no cesa. Pero por alguna hermosa razón, no lloré de tristeza. Lloré sosegadamente de alegría. Pude entender la distancia de ese llanto es la esperanza que sigue viva. Fue darme cuenta que lo soñado, lo anhelado, está cerca y sigue presente en el silencio aparente de nuestros hijos, en la mirada dulce que refleja estrellas en sus pupilas, en la palabra de un alma joven, que nos ilustra vivir de otra manera.
Te felicito querido hijo. Hoy brindo y escribo en honor, con orgullo y amor por ti y por todas las miradas dulces que sueñan, que triunfarán y llenarán-en silencio-sus retinas de estrellas, y nuestros libros de historias de nuevos valedictorians: ¡los hijos de Venezuela!
!Dios los bendiga…!
@ovierablanco
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