La decisión del Departamento del Tesoro de Estados de Unidos de imponer fuertes sanciones a siete oligarcas rusos, 12 empresas bajo su control y 17 funcionarios de alto rango del gobierno de Vladimir Putin, es un paso firme en la dirección correcta ante las “actividades malignas [de Moscú] en todo el mundo”.
La medida, que demoró demasiado tiempo en ser tomada, según algunos críticos de la administración de Donald Trump, está diseñada diseñada para penalizar a algunos de los industriales más ricos de Rusia.
Esos mismos industriales han buscado enriquecerse en Occidente y constituyen, en algunos casos, puntas de lanza del Gobierno ruso para debilitar a las democracias en este lado del mundo.
Según Steven Mnuchin, secretario del Tesoro, “el Gobierno ruso opera por el beneficio desproporcionado de los oligarcas y las élites del gobierno (…) Los oligarcas y elites rusos que se benefician de este sistema corrupto ya no estarán aislados de las consecuencias de las actividades desestabilizadoras de su gobierno".
Desde hace meses, todas las agencias de inteligencia de Estados Unidos han coincidido en que los servicios de inteligencia de Putin (él mismo un exoficial de la KGB) operaron para influir en las pasadas elecciones presidenciales y sus esfuerzos por debilitar las bases de la democracia estadounidense no han disminuido.
En días recientes se informó que el fiscal especial Robert Mueller justamente ha puesto su atención ahora en los oligarcas rusos y sus posibles lazos con el Kremlin en busca de conseguir los objetivos anteriormente mencionados.
Tras la nueva medida de Washington, quedan congelados los activos que estas personas y entidades puedan tener bajo jurisdicción estadounidense y se prohíbe las transacciones financieras con ellos.
El anuncio del Departamento del Tesoro se suma a las sanciones del pasado 15 de marzo, cuando fueron señalados cerca de una veintena de ciudadanos rusos por su intento de interferir en las elecciones presidenciales mediante ataques cibernéticos.
Para muchos analistas, las medidas podrían ser particularmente dolorosas para el Gobierno de Putin, especialmente porque muchos de los oligarcas rusos ganan casi todo su dinero en Rusia pero ocultan a sus familias y gran parte de su riqueza en lugares como Londres, Nueva York y Miami.
La amenaza rusa no merece otra respuesta.