El régimen cubano no conoce de límites y, por lo tanto, no duda en usar a sus niños y adolescentes para dar tintes de"colorido acto cultural" a lo que sin dudas es una vuelta de rosca más en los casi diarios actos represivos contra la disidencia interna. n
El bochornoso incidente tuvo lugar durante la ola represiva desatada para acallar a las voces opositoras durante las conmemoraciones por el Día Internacional de los Derechos Humanos.
Hasta el frente de la casa del activista Antonio Rodiles, quien encabeza el grupo cívico Estado de Sats, el Gobierno llevó a estudiantes sacados de las aulas, sin el consentimiento de sus padres, con el solo propósito de sumarlos al festín de la intolerancia. n
El hecho no es nuevo pero no deja por ello de ser pérfido y lamentable. Desde los oscuros días de los"mítines de repudio" contra los cubanos que abandonaron la isla durante la oleada migratoria del Mariel en 1980,el régimen de los Castro ha apelado a la presencia de estudiantes en sus violentos y bochornosos actos represivos.
En aquel entonces, como ahora, muchos de esos hechos culminaron en golpizas contra quienes partían, contra quienes disentían. n
Ahora, como entonces, el régimen disfraza su vileza con frases como"el pueblo indignado dio la merecida respuesta" o"nuestros jóvenes y niños respondieron a la agresión de grupúsculos". n
No hubo entonces respeto por la niñez y no lo hay ahora. La UNICEF debería tomar nota de ello y pedir a La Habana el fin de esas prácticas. n
Sembrar el odio en los más jóvenes, enseñarles el grito, el insulto y la consigna como respuesta, y la estridencia y la vocinglería como conducta, es minar las bases del futuro del país.