domingo 18  de  mayo 2025
PROFESOR UNIVERSITARIO

Todo tiempo futuro será mejor

Atenerse con rigor a los acontecimientos del pasado, de manera que estos puedan ser útiles al presente, posee un significativo valor ético y moral

Diario las Américas | EUGENIO RODRÍGUEZ BALARI
Por EUGENIO RODRÍGUEZ BALARI

Puede considerarse del pasado lo mejor de su tiempo, pero debe tenerse claro que fue lo único posible de realizarse bajo sus circunstancias; no obstante también es legítimo decir, que a partir del desarrollo económico y social que se alcance, lo próximo deberá ser mejor que lo precedido y no hay fantasía en ello.

Pensar que aunque varíen las condiciones se mantendrá invariable lo antes aportado, es lo mismo a considerar, que en la actualidad la sociedad podría seguir gobernada por faraones.

Valoro mucho la importancia de la historia, pero como un magisterio para la renovación constante de los individuos y la sociedad. Comprendo y debemos concientizar que en nosotros los humanos, nada es permanente, estable, inmóvil o eterno.

Los individuos han aspirado siempre a la transformación permanente de su existencia y del propio medio donde se desenvuelven.

Esa necesidad será permanente, no se detiene ni la detendrá nadie.

Por ello cuando miramos hacia el pasado, comprendemos los anhelos y luchas de las personas por demoler los obstáculos existentes; construir nuevas vías de adelanto y felicidad, realizando valoraciones sobre sus éxitos y fracasos pasados.

Cierto que a todo se le puede extraer conocimientos o experiencias, pero no todo porque provenga del pasado es digno de mostrarse como virtud y menos ser exhibido para engañar a los crédulos o ignorantes.

No descubro algo cuando digo que muchos hechos de la historia han sido objeto de manipulaciones interesadas; sin embargo por aquello de aferrarse a los convencionalismos o al temor a perder los privilegios, hay quienes acudieron en innumerables ocasiones a la mentira o el engaño.

No obstante esas falsificaciones históricas, al final quedan descubiertas y alimentan indetenibles rebeldías contra el engaño y los dogmatismos opresores.

Es necesario aprender a discriminar el pasado, a estudiar hechos históricos con rigor y ética, porque la correcta y justa percepción del pasado, nos conduce a comprender mejor el presente y a visualizar el futuro.

La historia de los pueblos se construye en su verdad, con sus éxitos y fracasos, victorias y derrotas, infamias y justicias, de cuyas experiencias luego surgen, luchan y orientan sus mejores o más desprendidos hijos.

Es ignorancia confundir la importancia de la historia con ideas oscurantistas u otras más arcaicas, es como despreciar su importancia y extraordinarios valores, peor aún por considerarla estática e inmóvil. 

No discriminar personajes, hechos ocurridos o dogmas y pretender equipararlos en la historia, como si todos tuvieran la misma relevancia o significación; es construir una triste falacia que no distingue entre el renovador y el bandido y coloca en una misma balanza al corrupto que al incorruptible, al traidor que al apóstol.

Atenerse con rigor a los acontecimientos del pasado, de manera que estos puedan ser útiles al presente, posee un significativo valor ético y moral, por cuanto posibilita mostrar a personas ejemplares y desdeñar a las mediocres.

No son lo mismo incondicionales a los poderes despóticos, que los intransigentes que se enfrentaron a estos, ni los que lucraron reservando sus ideas, con los que pasaron penurias por ser consecuentes con ellas. 

La historia cuando minimiza a los dignos y reconoce a los truhanes (cuando pierde su sentido moral), vale poco o nada, porque minimiza a los dignos, reconoce a los farsantes o desvirtúa los hechos ocurridos.

Las nuevas generaciones deben repensar la historia, porque muchas veces las generaciones añejas se la traspasan corroída, o colocan los factores a disposición y conveniencia de los intereses que ellos representan o crearon.

Es por tanto su reto y responsabilidad el recolocar las situaciones como deben ser; por supuesto allí donde la vida nos indica que es lo más saludable y justo.

La historia que cada cierto tiempo no se repiensa, se convierte en obstáculo y a la larga frena lo necesario, conveniente o al mismo desarrollo.

Lo que en el pasado contó de beneficiosos valores, es necesario su reconocimiento permanente, lo que no lo tuvo y se aferra a no desaparecer, hay que pasar la página y sólo será cuestión de tiempo o esclarecimiento de los hechos su natural disolución.

Es importante venerar lo mejor del pasado y reconocer el presente, pero más importante aún es incinerar los hechos que en su momento dañaron; porque de continuar permaneciendo serían peor, ya que  los individuos que afrontan las responsabilidades del presente se distanciarían de la necesidad de su renovación. 

Siempre será necesario indagar el pasado para esclarecer el presente, así saltarán a nuestro vista las virtudes a seguir cultivándolas, aunque también los vicios que se requieren extirpar.

El pasado bajo los prismas señalados es muy valioso, pero paralizarse sólo en las ideas de este es síntoma de decrepitud o muerte, por ello guarecerse exclusivamente en ellos es enterrarse en vida.

Muestran agotamiento humano los que proclaman las beneficencias del ayer y se inquietan ante los cambios o ideas novedosas, muchos de los que así proceden peinan canas, aunque lo imponderable de la blancura del pelo no aumenta nuestras virtudes o méritos.

La ancianidad es admirada sólo por la juventud que se tuvo y los aportes realizados.

Reconocer la ancianidad de los que en su momento, ciertamente fueron jóvenes es necesario y justo, pero sobretodo hay que admirarlos por sus hechos o legados y estos hayan sido fructíferos propósitos emprendidos durante su vida.

Sin embargo se equivocan los que valoran que por su vejez, como si esta ofreciera una jerarquía especial, consideran necesario ofrecer consejos (que por lo general no se solicitan); en particular por quienes no se han reciclado ante los hechos que ocurren en la sociedad y el tiempo, que inexorablemente cuando transcurre nos enseña a todos.

Ahora hay que tener en cuenta, que quien no hizo diana durante décadas o no llegó a ver lo útil y necesario, difícilmente podría encontrarse en condiciones de asimilar el presente y menos sospechar el futuro.

Cada nueva generación desea incorporar un peldaño a su historia y la de su patria, no obstaculizarla es contribuir a que ese momento llegue más temprano que tarde.

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