Veracruz.- Una tarde en los finales de la década del 80, un grupo de estudiantes de Letras que bebían de la sabiduría erudita de Doña Dulce María Loynaz en sus tertulias al borde el portal habanero, le preguntaron: ¿Cómo es posible que un hombre integro y fiel a la independencia como el general Enrique Loynaz del Castillo hubiera permitido la Enmienda Platt? Ella los miro a todos con aquellos ojillos vivaces y respondió con total responsabilidad: “De no ser por eso, ¡aún los norteamericanos estuvieran aquí!”
La historia de Cuba esta plagada de negociaciones difíciles: sería interesante saber quién gano y quién perdió en Baraguá. Quién gano y quién perdió en el Zanjón. Cuántas vidas se salvaron, cuántos años de angustias nos evitaron la rendición negociada del ejército de Batista en el 1959, y quien a estas alturas duda que las negociaciones son más civilizadas que las guerras.
El proceso que se abrió abruptamente el 17D no fue improvisado ni apurado. Fiel a los simbolismos, maestros de la vinculación de catolicismo y eventos paganos, esto llego justo el día en que miles de cubanos veneraban a uno de los santos más populares: San Lázaro. Pero no había maniqueísmos ni cortapisas, el tema se anunciaba, pero había comenzado, madurado y se vislumbraba una hoja de ruta que pasa por encima de gobiernos y personas.
Una respetuosa relación entre Cuba y los Estados Unidos es una manera civilizada de decir que podemos hacer lo mismo que el resto del mundo. Podemos sentarnos a conversar, sonreír ante las cámaras, hacer negocios, viajar a ambos países; americanos estarán tostándose en las playas cubanas y los cubanos estarán comprando en las tiendas norteamericanas. Tal y como hace el mundo entero, sean americanos en Beijing o iraníes comprando en New York.
Pero no deja de ser una quimera, el diferendo cubano-americano esta suficientemente estudiado por ambas partes, es anterior (¡muy anterior!) al Gobierno de Fidel Castro y se parece mas a una guerra de baja intensidad que a una mera bronca entre vecinos. Y tiene por demás elevados gritos (intervenciones americanas a punto de ganar la guerra, cohetes nucleares a punto de ser disparados desde Cuba, entre otras muchas señales de que es en serio) que apuntan a que solo terminará cuando se vislumbre un vencedor.
Claro, si hay vencedor hay vencidos. Los americanos saben de guerras, y saben de victorias y derrotas. Saben que es muy distinto, no hay equivocación cuando se trata de victorias y derrotas. También los cubanos, que sabemos no nos gusta perder ni en la pelota. Por tanto, ante la mesa de negociaciones, con las amplias sonrisas de mujeres altivas e inteligentes que no llevan uniformes, barbas ni trajes de corbatas estiradas, que dicen en alta voz que ambas partes decidieron cambiar el rumbo dela historia, ante esa mesa, no queda claro quienes son los vencedores y los vencidos.
Tal vez sea esa la cantaleta de algunos grupos opositores. Tal vez sea esa la razón de misivas sospechosas o de discursos que algunos consideran fuera de contexto. ¿Fuera de contexto? De ningún modo, el contexto cubano no es otro que el foro latinoamericano, donde no sólo tienen amplias simpatías sino una gran influencia. Muchos no coinciden con las políticas cubanas, pero las defienden, porque el Gobierno cubano y sus líderes históricos funcionan como probados muros de contención contra las múltiples agresiones que también sobran en la historia de las relaciones de Estados Unidos con América Latina. Para países como México, por ejemplo, el caso Cuba forma parte activa de su política exterior y moneda de cambio para relacionarse con su poderoso vecino del Norte.
Por tanto, Cuba debe demostrar que no cejará en sus históricos empeños, no rebajará sus exigencias y seguirá siendo parte de ese muro de contención que los latinoamericanos, de cualquier tendencia, ven con tranquilidad. Tampoco los Estados Unidos van a regalar nada. Los anuncios del 17D y los que han seguido no tienen como objetivo fortalecer el Gobierno actual, todo lo contrario, apuntan a un cambio de régimen y un “empoderamiento de la sociedad civil”, frasecita interesante que sólo dice que seguirán aupando lo que no venga del Gobierno; y en eso, para los detractores, Obama ha sido más claro que Raúl Castro.
Por ello, no entiendo los que se espantan por una carta (real o no, estoy seguro que así piensa Fidel Castro) o por un discurso en casa (no hay dudas de que América Latina es la casa de todos, ¿o no somos martianos?). Las reivindicaciones cubanas están claras hace años: no darán nada de la independencia ganada, quieren que el embargo se quite (¿se puede ser amigo y embargarlo?), quieren de regreso ese pedazo de Cuba en Guantánamo y hay según ellos un daño que se debe resarcir. El Gobierno cubano esta en el poder y no tiene ninguna intensión de entregarlo, por lo que la negociación, cualquier que sea su final, podría ser larga y no desprovista de obstáculos y retrocesos.
Sólo es de esperar que los descendientes de Loynaz del Castillo sean tan sabios como él y sepan que no todo se saca de una primera ronda y puedan negociar para ganar más que lo que hoy a todas luces estamos perdiendo. Lo exige una Cuba empobrecida y necesitada ya de no perder más generaciones en esfuerzos que no dan riquezas ni producen felicidad.
Habrá que lograr que el final de esta guerra, o su más próxima pausa, no produzca vencedores ni vencidos. Difícil pero necesario resultado de lo que está por venir.