viernes 29  de  marzo 2024
AUTOR Y PROFESOR DE ONTOLOGÍA

Qué revela el discurso de Netanyahu de nosotros

JERUSALÉN.- La nación judía fue fundada una vez que nos comprometimos a ser “como un solo hombre con un solo corazón”. Y fue en ese momento cuando se nos encomendó la misión de ser “luz para las naciones”. Nuestras fuentes nos dicen que hemos sufrido el exilio de la tierra de Israel por una única razón: el odio infundado. 

Por MICHAEL LAITMAN

JERUSALÉN.- El primer ministro israelí, Benjamín Netanayahu, comparecerá en una sesión plenaria en el Congreso de Estados Unidos acerca del programa nuclear de Irán el próximo 3 de marzo, justo dos semanas antes de las elecciones generales en Israel, aceptando la invitación del republicano John Boehner, presidente de la Cámara de Representantes.

Esta comparecencia ya ha suscitado un encendido debate semanas antes del evento, por lo que el primer ministro está barajando alternativas distintas a la propuesta original. Los pros y los contras que analistas, políticos y dirigentes esgrimen acerca de la comparecencia y, lo que es más importante, el tono en el que presentan esos argumentos, debería ser una llamada de atención para todos nosotros. El mayor problema aquí no es el discurso de Netanyahu, sino la división entre nosotros, algo que queda de manifiesto en cada titular, en cada noticia y en todos los medios de comunicación.

La nación judía fue fundada una vez que nos comprometimos a ser “como un solo hombre con un solo corazón”. Y fue en ese momento cuando se nos encomendó la misión de ser “luz para las naciones”. Nuestras fuentes nos dicen que hemos sufrido el exilio de la tierra de Israel por una única razón: el odio infundado. Desde que comenzó el exilio, no hemos sido capaces de reparar la fisura que dividió a nuestra nación. Y surgió el antisemitismo. Dicho de otro modo: el antisemitismo existe porque nos hemos dedicado a extender la desunión en vez de la unión. 

A lo largo de los siglos, hemos sido sometidos a todas las atrocidades que la mente humana pueda imaginar. Se nos ha acusado de provocar la Peste Negra, de beber sangre de niños cristianos (ahora, por cierto, esa misma leyenda se extiende por los países islámicos con los niños musulmanes), de explotar y robar a la gente con usura, de manipular a reyes, gobiernos y medios de comunicación, de conspirar para dominar el mundo, de propagar el comunismo y el capitalismo, el virus del Ébola, de cometer genocidios y, últimamente, de promover el Estado Islámico.

En una entrevista para la JLTV (Jewish Life Television), el embajador Gideón Behar, director del departamento para la lucha contra el antisemitismo en el Ministerio de Asuntos Exteriores, dijo que “el antisemitismo es como un virus que se manifiesta con distintos síntomas, pero esos síntomas no son la causa originaria”. Hasta hace poco, esa opinión era una postura minoritaria. Pero ahora, por fin empezamos a darnos cuenta de que no hay una única causa para el antisemitismo; el antisemitismo existe y utiliza distintos momentos y pretextos para emerger. 

La historia que publica Yair Rosenberg en la revista Tablet, “¿Quién está detrás del auge del antisemitismo en Italia?”, expone la forma tan oportunista en la que opera el antisemitismo para emerger. Rosenberg concluye diciendo que “hay una realidad esencial que debemos reconocer si queremos combatir el renaciente antisemitismo en Europa: el odio a los judíos no surge de un colectivo en concreto, ya sean los musulmanes, la extrema derecha o la extrema izquierda. El antisemitismo tiene su origen en muchas fuentes. En principio, esos colectivos parecen tener poco en común, pero el antisemitismo siempre ha encontrado su fuerza en la capacidad para embaucar con una opresión prejuiciosa y conspiratoria a las visiones del mundo más radicalmente opuestas… En efecto, el antisemitismo nunca hubiera alcanzado su extraordinaria influencia en Europa de no haber sido por su habilidad para forjar coaliciones entre muy distintas líneas ideológicas y religiosas”.

Podría decirse que en vez de ser “luz para las naciones” mediante nuestra unidad, estamos provocando que el mundo se una contra nosotros en vista de que somos “oscuridad para las naciones”. Frente este antisemitismo globalizado, estamos exhibiendo un tremendo nivel de desacuerdo, de desunión y ciertamente un odio infundado. Actuando así, estamos fortaleciendo las posturas antisemitas en Europa y el mundo entero.

El mundo observa cada movimiento nuestro, cada palabra, cada gesto. Y la desunión que manifestamos es inmediatamente utilizada en nuestra contra con más declaraciones antisemitas. Adolf Hitler escribió en su infame libro Mein Kampf: “El judío se une solamente cuando una amenaza colectiva le obliga a hacerlo”. Hoy por hoy tal afirmación podemos considerarla errónea, ya que ni siquiera con una amenaza colectiva somos capaces de unirnos. Y el mundo, que tan atentamente nos observa, está impregnándose del mensaje que le transmitimos: un claro ejemplo de desavenencias internas, desconfianza mutua y animadversión entre nosotros. No es por casualidad que hayamos sido tachados por los más altos cargos militares de haber causado “todos los problemas del mundo”, y que personajes famosos nos hagan “responsables de todas las guerras en el mundo”.

En nuestra era interconectada, los medios de comunicación son grandes generadores de opinión y, por lo tanto, es ahí donde debemos comenzar nuestra campaña para darle la vuelta al antisemitismo. Es inútil rebatir los argumentos antisemitas demostrando su falsedad. No tenemos ninguna credibilidad, porque lo que proyectamos es la desconfianza que hay entre nosotros mismos. En lugar de eso, necesitamos centrarnos en el lado positivo: debemos demostrar que podemos unirnos por encima de nuestras diferencias. No hay que silenciar o restar importancia a la magnitud de la brecha que nos separa. Debemos reconocerla y unirnos por encima de ella. Esa sería una verdadera demostración de coraje social, un modelo de conducta que otros seguirían.

Siempre ha habido conflictos en nuestra nación, pero hemos sabido superarlos y salir fortalecidos. El abismo que actualmente amenaza con engullirnos es solamente otra etapa de nuestro camino. Si contemplamos nuestras diferencias como un reto a afrontar como una nación unida, le brindaremos al mundo un ejemplo opuesto al que estamos dando en este momento.

“Una sociedad es unidad dentro de la diversidad”, escribió el aclamado sociólogo americano George Herbert Mead. Siglos antes, nuestro libro, El Zóhar, describió en una frase todo el proceso de la fusión social por encima de las diferencias (porción Ajarey Mot): “Mira qué bueno y agradable es que los hermanos se sienten juntos. Son hermanos que se sientan juntos, y no separados unos de otros. Al principio, son como gente en pie de guerra, deseando matarse entre ellos. Pero luego vuelven a estar en amor fraterno”.

En otra parte de la misma porción, el libro narra: “Vosotros, los amigos que estáis aquí, tal como estabais antes, con afecto y amor, de ahora en adelante no os separaréis unos de otros… Y gracias a vuestra virtud, habrá paz en el mundo, tal como está escrito, ʿPor el bien de mis amigos y hermanos quiero decir: “que la paz sea entre vosotrosʾ”. Que así sea. 

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