jueves 28  de  marzo 2024
AQUÍ TRAIGO LA CLAVE

Ande o no ande

Lo que hacía The Afro Cubans tenía su propia marca. La banda caló en los salones de Nueva York con su fusión entre la música afro cubana y algunos trazos del be bop, que deleitaban los oídos y los pies de los bailadores, incluso los que no eran de origen latino. La formación musical de ambos y el auge del movimiento cultural que se vivía en Cuba permitió llevar adelante innovaciones fundamentales. Con el tiempo se les atribuye la creación de lo que hoy conocemos como Latin Jazz, pero que para varios músicos no era otra cosa que ricas sesiones de improvisación donde cada quien demostraba sus conocimientos

Por IVÁN GONZÁLEZ

@ivangonrom

La premisa popular, según la cual la preferencia por un “barco grande, ande o no ande” (o caballo, según el país), también aplicó en las orquestas del Caribe. El gusto por un discurso musical grandilocuente se puso de manifiesto a la hora de escuchar y bailar los ritmos de nuestros países. La cantidad de instrumentos no marcó el éxito, sino la calidad de lo que se ofrecía, pero armar estos gigantes siempre fue un reto que se solventó con buen gusto, por lo que sobraron las Big Bands que dejaron su huella y su estilo.

La primera gran orquesta que encajó en esta descripción fue encabezada por el trompetista Mario Bauzá, quien se unió a Mario Frank Grillo, Machito, para juntos llevar adelante a The Afro Cubans. El deseo del momento era realizar armonías grandilocuentes, como lo hiciera Benny Goodman, quien para esos años 40 del Siglo XX marcaba el camino.

Lo que hacía The Afro Cubans tenía su propia marca. La banda caló en los salones de Nueva York con su fusión entre la música afro cubana y algunos trazos del be bop, que deleitaban los oídos y los pies de los bailadores, incluso los que no eran de origen latino. La formación musical de ambos y el auge del movimiento cultural que se vivía en Cuba permitió llevar adelante innovaciones fundamentales. Con el tiempo se les atribuye la creación de lo que hoy conocemos como Latin Jazz, pero que para varios músicos no era otra cosa que ricas sesiones de improvisación donde cada quien demostraba sus conocimientos.

The Afro Cubans contó con la riqueza de las secciones de vientos y las posibilidades interpretativas.  A partir de allí, otras formaciones latinas como las de Tito Puente, Chano Pozo y Tito Rodríguez, tomaron esa referencia para constituirse y, también desde Nueva York, sentar las bases de lo que parecía ser un movimiento.

De pronto se hizo necesario añadir algunos toques diferenciales, y eso lo entendieron músicos como Dámaso Pérez Prado, un arreglista, pianista y saxofonista que ya había pasado por varias orquestas y que pretendía el éxito. Pérez Prado se radicó en México y empleó el histrionismo como marca distintiva, a pesar de que su gran orquesta marcaba ritmos avasallantes.

La estructura de las big bands latinas evolucionó, como pasó con las de otros géneros. Se expandió hasta 20 músicos, para luego reducirse, según se dice, por razones económicas, toda vez que hubo un tiempo en el cual no fue rentable mantener tantos músicos reunidos, en detrimento de la calidad del sonido que se ofrecía. Hubo quien intentó mantenerlas, como Beny Moré con su Banda Gigante, o como Oscar D’León, quien la tuvo como homenaje al Beny.

No faltó quien intentara mantener un nutrido grupo de componentes. Por ejemplo, en Colombia se armaron suficientes grupos, donde destacaban los de Pacho Galán y Lucho Bermúdez, que dejaron una impronta importante, no solo en por los temas compuestos, sino por la etiqueta que llevaban sus trabajos.

En Venezuela, el dominicano Luis María Frómeta, el maestro Billo, hizo lo propio, aunque tuvo la habilidad de tomar como referencia, primero a la orquesta Casino de la playa y luego a los músicos colombianos, para armar su gran banda y poner letras en las bocas de los venezolanos. La Billo’s Caracas Boys tenía la gran estructura consigo, supo llevar los ritmos caribeños al país que lo recibió y le convirtió en el cronista musical más importante de esa nación.

Si la música logra entrar por los ojos, puede ser a través de estos portentos musicales, hoy en desuso, pero siempre bien apreciada por los aficionados.

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