jueves 28  de  marzo 2024
DE PELÍCULA

“Carol”, la gran ausente como mejor película en los Oscar

Carol es el típico ejemplo de la película que Hollywood considera un caso de infracine por su bajo presupuesto. En cambio, es supercine. No ya por las formidables actuaciones de Cate Blanchet y Rooney Mara, que sí están nominadas en las categorías de mejor actriz principal y secundaria respectivamente. 

Por JOSÉ ANTONIO ÉVORA

 

JOSÉ ANTONIO ÉVORA 

Rooney Mara venía de The Girl with the Dragon Tattoo (2011), y a Cate Blanchet no hay que presentarla: viene de todas partes. Son las protagonistas de Carol, el filme de Todd Haynes que en vez de seis nominaciones a los premios Oscar de este año debería tener siete. Le falta una en la categoría de mejor película, por encima, digamos, de The Martian. Ah, pero los designios de la Academia son insondables, sobre todo si se trata de una historia sobre una pareja de lesbianas.  

Carol se basa en una novela de Patricia Highsmith publicada inicialmente bajo seudónimo en 1952 con el título The Price of Salt (El precio de la sal), y que en 1990 volvió a aparecer como Carol ya bajo su nombre. Highsmith es la autora de otra novela que tuvo mucho éxito en dos de sus versiones cinematográficas, The Talented Mr. Ripley. La de Hollywood, protagonizada por Matt Damon, Jude Law y Gwyneth Paltrow se llamaba así mismo. La francesa, A pleno sol (1960), fue dirigida por Rene Clement con un reparto encabezado por Alain Delon.

En vísperas de las Navidades del año 1952, Therese Belivet (Mara) trabaja en una tienda por departamentos de Manhattan. Allí observa de lejos a una mujer deslumbrante y la pierde de vista en un descuido, pero luego Carol Aird (Blanchet) se acerca a su mostrador, compra una muñeca y al marcharse “olvida” los guantes. Therese se los manda por correo usando la dirección que la clienta había dejado para enviar la mercancía y Carol, sumida en un difícil proceso de divorcio, la llama para agradecerle y la invita a un café.

Con sus casi 12 millones de dólares en costo, y aun después de recaudar más del doble –va por $27 millones--, Carol es el típico ejemplo de la película que Hollywood considera un caso de infracine por su bajo presupuesto. En cambio, es supercine. No ya por las formidables actuaciones de Blanchet y Mara, que sí están nominadas en las categorías de mejor actriz principal y secundaria respectivamente. Aquí lo mejor es el esmerado trabajo de los realizadores, empezando por el director, para que la historia trascienda la época acentuando los matices más sutiles, y por eso mismo intemporales, de una relación de amor entre dos mujeres. Como telón de fondo, el ambiente de época pierde por momentos su aspecto físico y se funde en lo que a fin de cuentas representa: una circunstancia donde esos personajes hacen lo mismo que habrían hecho un siglo antes o harían igual en estos días.

En lo sutil hay una elegancia aparentemente indescifrable que las artes escudriñan con frecuencia. Los tonos íntimos del jazz y los matices inquietantes de la pintura y la fotografía obligan a escuchar y observar con más atención que de costumbre. Y un cineasta nunca lo es más que cuando se propone contar una historia desde lo no dicho, en vez de, a partir del discurso. Ahí está Tarkovsky para demostrarlo. Haynes, de hecho, confiesa habérselas arreglado para que todo el equipo entendiera que las palabras y los diálogos nunca iban a llevar el peso de la historia. Su diseñador de vestuario, Sandy Powell, lo considera “un director supervisual”, casi obsesivo compulsivo. Antes de empezar los rodajes, Haynes se le apareció con un libro de imágenes, que estuvo recopilando durante meses para indicarle cómo quería que las cosas se vieran en su película.

De lo más importante se encargaron Blanchet y Mara. Ahí están la manipulación desde la angustia; el deseo armado de paciencia; la valentía sin alardes, y una intriga que nada tiene que ver con la de las telenovelas. No se cómo se las arreglaron los miembros de la Academia para dejar vacío el espacio de Carol entre las mejores películas del año.

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