BOGOTÁ.- La decisión de Íngrid Betancourt de romper con la Coalición Centro Esperanza y enfrentarse a sus antiguos aliados, compitiendo sola por la presidencia en Colombia, contrario a lo que muchos imaginaron, la disparó en las encuestas. Así lo revela el más reciente estudio del Centro Nacional de Consultoría (CNC).
La candidata revivió a su partido Verde Oxígeno, dejó gravemente herida a la alianza de la centroizquierda, y ya se posiciona en el tercer lugar de intención de voto con 7 %, después de Gustavo Petro con 27 % y de Rodolfo Hernández con 14 %. Sin duda, pateó el tablero electoral a solo cuatro meses de la primera vuelta presidencial.
La incursión de Betancourt fue inicialmente un bálsamo para la unión en la Coalición de la Centro Esperanza, que llevaba meses en interminables discusiones ideológicas y de mecánica política. Ella calmó las aguas temporalmente, facilitó la entrada de Alejandro Gaviria a dicha alianza y se encargó de liderar la creación de una lista conjunta al Congreso encabezada por Humberto de la Calle, exjefe negociador del Gobierno Juan Manuel Santos con las FARC en La Habana.
Todo parecía marchar muy bien hasta que el pasado 25 de enero, en medio del debate presidencial de SEMANA y El Tiempo, Betancourt lanzó una poderosa bomba contra la propia coalición que había ayudado a construir. En una transmisión en vivo acusó ante el país a Alejandro Gaviria de hacer alianzas con maquinarias políticas, por el respaldo que recibió de los senadores Germán Varón Cotrino, de Cambio Radical, y Miguel Ángel Pinto, del Partido Liberal.
Esto desató una crisis sin precedentes: una verdadera implosión en la Centro Esperanza que puso en el limbo a De la Calle y a correr por los avales, a última hora, a Sergio Fajardo y a Carlos Amaya. Era ella o Gaviria. Tras varios ultimátums de Betancourt a sus compañeros, y cuatro días después del debate, renunció a la coalición. El huracán se había formado. A pesar de la diversidad de opiniones sobre lo que hizo, todas confluyen en un mismo punto: ella sigue siendo la misma.
¿Cómo logró la candidata poner la intención de voto a su favor en tan corto tiempo y en medio de semejante controversia pública? Todo parece indicar que, de manera inteligente y con muy buen cálculo, Betancourt se apropió del discurso anticorrupción en la que era su coalición.
Para eso, nada podía resultar más efectivo que poner contra la pared a sus compañeros, los cuales quedaron como complacientes de ese sistema corrupto de politiquería y maquinarias que los colombianos quieren dejar atrás. Fue una jugada maestra que le quitó el estigma de ser tibia y la mostró con carácter y valentía. Aquellos comentarios de un círculo que quiso ridiculizarla o hundirla no funcionaron. Esto sumado a que también enfrentó públicamente y con firmeza a Gustavo Petro, a quien le dijo en el debate que estaba haciendo “pactos con el diablo” con tal de llegar a la presidencia.
Betancourt pasó de ser una acompañante y mediadora en la coalición de la centroizquierda a ser una aspirante viable y con votos, según la encuesta. Y sería la única mujer en competir por la Casa de Nariño en la primera vuelta. Le falta todavía mucho camino por recorrer si quiere ser presidenta de Colombia.
Hoy, ella tiene una ventaja sobre los demás contrincantes con 92 % de reconocimiento en el país (solo la supera Petro con 95 %), además su favorable es de 41 %, convirtiéndose en la tercera candidata con mejor imagen.
Betancourt está de vuelta con toda y no hay que llamarse a engaños. De la mujer delgada que entre lágrimas le decía a su madre que estaba libre, el día de su rescate, ha vuelto a emerger la política combativa de siempre. La que no teme decir las cosas como las piensa y que está dispuesta a jugársela para llegar a ser la primera mujer presidenta de Colombia.
FUENTE: Con información de SEMANA