ESPECIAL
@DesdeLaHabana
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LA HABANA. - Si usted le pregunta a Osniel, 41 años, en Cuba, dueño de una cafetería de sándwiches en un populoso barrio al sur de La Habana, cómo le beneficiarían las nuevas medidas anunciadas por la Casa Blanca el 16 de mayo, resume su respuesta, en una palabra: “Nada”.
Unos segundos después, Osniel argumenta: “Si mi paladar -restaurante privado- radicara en la franja turística de la ciudad (Habana Vieja, Vedado, Miramar), probablemente me vería beneficiado. Pero no es el caso. Mi negocio está enfocado en la gente sin dólares. Quienes reciben remesas pueden beneficiarse con esas medidas, al abaratarse el envío de dinero a Cuba. Actualmente, agencias privadas están cobrando hasta un 30 por ciento de comisión. La mayoría de las familias en la Isla estaban recibiendo de 100 a 200 dólares mensuales, una cantidad que ya no alcanza ni para comer lo imprescindible, debido a los precios abusivos en las tiendas dolarizadas del Estado”.
El chofer de un cadillac descapotable que lo alquila a extranjeros reconoce que “la etapa de Obama fue de vacas gordas. Un turista pagaba 60 dólares por un recorrido de una hora. Pero el contexto actual de Cuba es diferente. La pandemia ha deprimido el turismo. La baja calidad de los servicios y los altos precios desalientan a los turistas a visitar el país. No creo que los estadounidenses ahora vengan por miles como en 2015. Hay otros sitios en el Caribe con mayor confort y mejores precios. Las nuevas medidas pudieran beneficiar al sector de los emprendedores particulares enfocados en el turismo, pero no estoy tan seguro”.
Rita, ama de casa, aplaude cualquier medida que beneficie a la gente y “rebaje el tono agresivo que impera en ambas orillas. Por supuesto que el gobierno tiene que hacer cambios urgentes en lo económico, social y político. No es posible que el Estado ordeñe a los emigrados imponiendo precios de locos a los productos que venden en las tiendas MLC. El mayor error del gobierno es pensar que ellos no tienen culpa de la aguda crisis económica que vive Cuba. Y no todo se le puede achacar al bloqueo [embargo comercial]”.
La disidencia
En la disidencia las opiniones son diversas. Julio Alega, periodista independiente, considera que las medidas de Biden "si se analizan en profundidad, van a ayudar a los ciudadanos en las complejas circunstancias del escenario actual. Aumentará la dependencia del dólar dentro del país y, aunque han acusado a políticos como Bob Menéndez de ingenuidad, todo indica que no, porque no hay medidas que beneficien directamente al régimen. La profundidad de la crisis del sistema político cubano no se puede cambiar con dos o tres medidas que alivien la emigración, el envío de remesas y permita un poco más de turismo”.
Claudio Fuentes, fotógrafo y opositor, señala que “las medidas llegan en el peor momento para el régimen, cuando estaban supuestamente ahogados. Es evidente que la administración de Biden no quiere que en Cuba se arme una debacle. De nuevo otorgarán 20.000 visas, que, si se suman a las 100.000 atrasadas, serían 120.000 visas, un número parecido a lo que se manejó cuando el éxodo del Mariel”.
Alivio al régimen
Fuentes lo percibe como un intento de aliviarle al régimen una posible situación de estallido social o de inestabilidad política. "Además del éxodo organizado, se autoriza el turismo camuflado con los viajes de pueblo a pueblo. La única opción que le daba a Cuba la bandería republicana era la de apretarse el cinturón y aplicar sanciones. La dictadura siempre encuentra cómo resistir a esas sanciones y a los que siempre peor les va es a los cubanos de a pie. También a la oposición, sea de derecha, como yo, o de izquierda, como el Movimiento San Isidro, a los que el régimen reprime con saña. A grandes rasgos, la política de los republicanos cubanoamericanos se resume en aplicar sanciones y que dentro de la isla se cocinen. No hay un plan para derribar a la dictadura. Es solo mantenerla atada con la correa cortica, pero sin caer, dice y añade:
“Con estas nuevas medidas, al menos un grupo de personas podrán emigrar legalmente, algún que otro podrá armar un pequeño negocio y podría ser un respiro para los cubanos. La otra opción era apoyar de verdad a la oposición y articular un proyecto que permita la sustitución del castrismo, con una disidencia organizada, que evidentemente no se hizo, ni en la etapa de Obama ni en la era Trump y mucho menos ahora. Considero que ni republicanos y demócratas contemplan dentro de su proyección hacia Cuba un cambio de régimen. Las medidas igualmente beneficiarán a instituciones del régimen que administran el turismo y controlan todos los negocios que genera el envío de remesas. Es como regresar a diciembre de 2014, cuando se reestablecieron las relaciones entre Cuba y Estados Unidos, pero con menos bríos”.
A Raydel Fernández, financista cubano residente en Santo Domingo, las medidas anunciadas por Washington no lo tomaron por sorpresa. “Biden dijo en su campaña presidencial que lo haría. Muchos pensábamos que las protestas del 11J habían hecho reformular a la Casa Blanca su política hacia la dictadura. Ahora vemos que no. Pero el momento escogido por la administración de Biden no fue el mejor, por las cosas que están pasando en Cuba. Es que los demócratas están pensando en las elecciones intermedias de noviembre que son su máxima prioridad política. Hay que esperar a ver cómo se implementan esas medidas. No olvidar que Cuba sigue en la lista de Estados patrocinadores del terrorismo. Pero indudablemente le da un gran espaldarazo político, diplomático y económico al régimen de La Habana”.
El desafío
Manuel Cuesta Morúa, licenciado en historia y veterano opositor, opina que las medidas benefician al pueblo. “En los últimos 30 años, el envío de remesas la única fuente estable para una economía social independiente del Estado, de consumo abierto, no programado, y con dos valores añadidos: oxigenar la economía de familias que no reciben divisas. Está claro que las remesas oxigenan también al régimen. Algún peaje cobra a la entrada de dinero, pero la política de suma ceros no es política en realidad. Suponer que se puede favorecer al pueblo cubano sin atravesar de algún modo la pared totalitaria no es realista. El desafío está en cómo maximizar los beneficios hacia la gente, minimizando los beneficios al gobierno. Espero que esto se resuelva estableciendo los caminos más apropiados a los fines”, señala Cuesta Morúa y agrega:
“¿Por qué justo ahora? Porque la solución inmediata a la crisis se busca en la emigración. Tanto por el gobierno como por la gente. La crisis migratoria en Cuba se convierte cíclicamente en crisis de inmigración de los Estados Unidos. Reactivar el envío de remesas hacia Cuba se convierte de este modo en la iniciativa hacia Cuba como parte del programa económico de Biden para resolver el problema migratorio al sur de los Estados Unidos, diseñado fundamentalmente para Centroamérica. El resto es evitar que el alivio a las familias cubanas se convierta en una solución a los problemas estructurales de la economía estatal. A mí me parece que comparándolo se entiende mejor. Si la inversión española está diseñada para favorecer al gobierno cubano, las remesas están diseñadas para favorecer al pueblo”.
Todo o nada
Cuesta Morúa está convencido de que "frente al todo o nada, que en la práctica se convierte en nada para los de abajo, me parece mejor la política del mayor beneficio para la gente. Sobre todo, pensando en las políticas incrementales que fortalezcan la capacidad de los ciudadanos. ¿Hay objetivos subyacentes? Por supuesto y está claro: seguir impidiendo la reconstrucción de la narrativa de que Estados Unidos es el culpable de la crisis. Cuando el gobierno se aparece con un Código Penal para criminalizar aún más, si cabe, el múltiple despertar de la sociedad, después de la dura represión a la revolución ciudadana del 11J, los Estados Unidos le tienden la mano al pueblo cubano. En la batalla de percepciones: ¿quién es el enemigo ahora mismo?”, se pregunta Cuesta Morúa.
Si algo le queda claro a la mayoría de los cubanos es que el enemigo está en casa.