Son poco conocidos en las calles, no tienen espacio en los medios de comunicación y constantemente son descalificados por el aparato de propaganda del partido comunista. Se puede esgrimir que tienen escaso poder de convocatoria, que en algunos casos el ego los divide y puede opacar sus méritos y que deben aprender a conectar con el cubano de a pie que pide a gritos reformas políticas y económicas.
Pero la oposición democrática en Cuba tiene sus éxitos, de los que poco se habla. Cada una de las tímidas reformas emprendidas por el régimen, ya sea el derecho a viajar al extranjero, la compra y venta de casas o automóviles o que se autorizaran los negocios privados, siempre fue parte del petitorio y la narrativa de la disidencia local cuando ninguna institución o medio nacional se atrevió a reclamar esos cambios.
Numerosos opositores cubanos han emigrado. Otros esperan la muerte asolados por el hambre y la demencia senil sin siquiera cobrar una pensión. Algunos, como el historiador y académico Manuel Cuesta Morúa han optado por sobrevivir en la boca del lobo.
Cuesta Morúa, junto a Boris González Arenas y Rolando Rodríguez Lobaina están entre los opositores con mayor instrucción académica. Cuesta, se califica a sí mismo como un opositor socialdemócrata de izquierda. Es un tipo al que la política le encaja como guante, con una capacidad de análisis increíble. En una entrevista concedida a DIARIO LAS AMÉRICAS repasa de temas de actualidad.
¿Cuándo iniciaste ese largo viaje por el desierto que es ser disidente en un país donde la oposición es un delito sancionado con muchos años de cárcel? ¿Cómo comenzó todo?
_Todo comenzó cuando la invasión estadounidense a Granada. En ese momento estudiaba en la Universidad de La Habana y para mí fue chocante la manera en que el gobierno [cubano] enfocó todo aquello. Los que teníamos ya uso de razón, recordaremos que el gobierno primero quería sacrificar - y eso para mí tuvo un impacto muy fuerte- a un grupo de cubanos solo por el simbolismo de enfrentar a EEUU. Fidel Castro había ordenado que se quedaran allí las tropas y que les dieran armas a los civiles para enfrentar a la 82 división de EEUU. Eso me parecía un sacrificio innecesario que implicaba una especie de conflicto imperialista de un país pequeño con un país grande que según nos habían enseñado, era el imperialismo per se. Y aquello a mí me resultó impactante, estoy hablando de 1983, casi voy a entrar a tercer año de la universidad y ahí lo que parecía estar discutiéndose en aquel momento era más el conflicto simbólico entre un país como Cuba y EEUU, que el hecho mismo de lo que implicaba Granada para nosotros los cubanos.
Y ahí empezó una lenta conformación de mentalidad en relación con eso. Luego vino la graduación, después de la perestroika [en la URSS]. Me gradúo en el año 86, la perestroika fue en el 85, y aquella frase de Fidel Castro, “ahora sí vamos a construir el socialismo” me pareció totalmente absurda. La pregunta mía era: ¿qué habíamos hecho durante todo ese tiempo? Definitivamente eso me metió la nota de que estábamos siendo parte de un juego de quinteto de alguien que estaba manejando el destino de la nación, independientemente de lo que nosotros queríamos y pensábamos. Ya ahí empecé a cambiar definitivamente. El momento clave fue el año 91: la invasión a Kuwait por Irak. Lo que yo suponía era que inmediatamente hubiera una declaración de Fidel Castro en el periódico Granma, criticando la invasión de un país más grande a un país más pequeño, y eso no sucedió. Y eso me dio a demostrar que definitivamente toda la retórica antimperialista no era más que un modo de Fidel Castro de reconstruir su colonialismo español frente a los EEUU, pero no necesariamente tenía que ver con una posición antimperialista real.
Por lo tanto, en 1991 abandoné públicamente mi militancia en la Unión de Jóvenes Comunistas con una declaración. En aquel momento me acompañó Leonardo Calvo Cárdenas, que trabajaba conmigo en el Museo Histórico de La Habana Vieja y comenzamos nuestro itinerario por la disidencia. Ya yo tenía relaciones con algunos miembros de un grupo que se llamó Palideira y se extinguió más o menos por esa época y que me permitió conectarme con la Comisión Cubana de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional que lideraba Elizardo Sánchez Santacruz y con la Corriente Socialista que lideraba Vladimiro Roca Antúnez. Ahí empezó ya de la oposición esta de que estamos hablando, en el año 91, en una militancia entre la defensa de los derechos humanos y la defensa de las posiciones socialdemócratas que todavía defiendo.
¿Eso te trajo una ruptura familiar? Por una triple condición, es decir, eras un opositor, negro y durante mucho tiempo, la narrativa del régimen fue condicionar que, gracias a la Revolución, los negros y mestizos pudieron ser profesionales. Después familiar, porque la mayoría de los líderes disidentes proceden de familias que creían en el sistema y que incluso antes de 1959, habían pertenecido al Partido Socialista Popular (marxista). Y está el trauma de ser opositor en Cuba, por el hostigamiento y las detenciones que se sufren. ¿Cómo se reflejó ese conflicto en tu familia?
_Sí, definitivamente, me trajo rupturas familiares, aunque hubo un lado afortunado, básicamente con mi madre, ya mi padre había fallecido. Al principio, con mi madre hubo un pequeño cortocircuito porque ella era militante del Partido Comunista y seguidora de la Revolución. Sin embargo, en el camino rectificó un poco pues mi madre viene de una tradición familiar donde había mucha pluralidad de posiciones también y eso la ayudó a enderezar su relación conmigo, que siempre fue muy maternal, siempre me defendió. Pero llegó un momento en el que ella rompió aquella ruptura a su vez en la discusión política conmigo. En los últimos años de su vida, empezó a darse cuenta de que realmente, no era que yo tuviera razón, sino que el poder no tenía razón.
¿En qué año falleció tu madre?
_En 2018, pero ya tenía un proceso en el que ella se reencuentra políticamente conmigo, aunque nunca rompió maternalmente conmigo y eso es lo importante. Sí hubo una ruptura con mi padrastro. Mi madre siempre me recordaba la última anécdota antes de mi padrastro fallecer, que él le dijo: “Al final de mis días me doy cuenta de que Manolito (así me decía mi familia) tenía razón”. Y no tanto por mis ideas sino por el hecho de cómo el gobierno trata a la gente. Cuando la gente empieza a discutir la razón a partir de una discusión intelectual de argumentos y pierde la perspectiva de que la razón empieza por el modo en que los Estados tratan a sus ciudadanos, ahí es donde empieza la discusión. Mi padrastro pudo darse cuenta de eso. De modo que al final de sus días tuve la satisfacción de una especie de reencuentro cívico, cultural, político y sobre todo familiar en el seno de mi familia.
Pero sí, hoy por hoy muchos de los que estudiaron conmigo en la carrera ni me hablan, ni me miran, otros sí, pero definitivamente la mayoría también se ha dado cuenta de que lo que les dijeron, exactamente no es lo que fue y no es exactamente lo que está siendo ahora en el país. Y eso también da una frustración. Muchos se han solidarizado en aquella etapa, en que la represión, que era más invisible y por eso más dura y humanamente la cantidad de veces que he estado detenido, la cantidad de veces que me hicieron actos repudios. Eso sensibilizó a personas cercanas, cómo el poder trata a los cubanos y por eso hoy fueron posibles reencuentros con aquellos amigos que alguna vez abandonaron la relación.
¿Cómo fue el impacto de tu primer arresto, lo que te dijeron, la reacción de tu madre?
_El primer arresto fue el gran primer sobresalto del miedo que siente todo ser humano cuando la cosa pasa del violín a la guitarra. Me detuvieron justamente llegando a casa de Elizardo Sánchez Santacruz. Aparecen de pronto dos perseguidoras y me arrestaron con cierta violencia. Ciertamente uno siente miedo la primera vez, pero ya yo estaba preparado para el control de ese miedo que sentí profundamente. Me llevaron a una estación de policía que está justamente, yo no lo sabía en aquella época, al lado de lo que hoy es la Sección 21 de la Seguridad del Estado en Marianao. Me encerraron en una celda y ahí me dejaron alrededor de tres horas. Recuerdo que fue la primera vez en mi vida que en una estación de policía me obligaron a quitarme los cordones de los zapatos. Al rato me sacaron de la celda, me sentaron en un local y empezaron a conversar de una manera relativamente decente. Un agente de la Seguridad del Estado me hizo el comentario que le había hecho Fidel Castro a aquel expedicionario de Bahía de Cochinos, que era negro y Fidel Castro le pregunta: “Y tú qué haces aquí”. Bueno, este agente de la Seguridad del Estado, más o menos, reproduce la misma mentalidad y me pregunta: “¿Cómo un negro puede estar luchando contra la Revolución?”.
Eso me impactó. Confieso que yo no tenía conciencia racial en 1993 en esa primera detención. No tenía conciencia racial en el sentido de ver las grandes diferencias entre blancos y negros, aunque ya había leído muchísimo sobre el tema. Esa pregunta me impactó, pero después terminó en una conversación ideológica y filosófica. Algo que me sigue llamando la atención pues aquellos tipos estaban más preparados que los actuales agentes de la Seguridad. Y la charla de aquel agente se centró en una discusión filosófica sobre la obra de Marx, Engels, Lenin y el socialismo posible. La reacción de mi mamá fue muy interesante. Cuando llegué a la casa y conversé con ella, me dijo: “Tú eres mi hijo y pienses como pienses siempre te voy a tener bajo mi regazo”. Eso fue muy importante para mí, al margen de las diferencias políticas que teníamos.
¿Mantienes la misma orientación política de cuando te iniciaste en 1991? ¿Sigues siendo socialdemócrata? ¿O ha habido un giro? Las tendencias socialistas siempre han estado en contra del embargo. ¿Ha cambiado tu postura hoy en día?
_No, mi primera elección política fue justamente la que mantengo, que es la de la socialdemocracia y creo que el tiempo me ha confirmado que es la posición más racional en estos tiempos de híper polarización política. La socialdemocracia siempre busca el centro, no el centro ideológico sino el centro político. Y creo que estos tiempos confirman la necesidad de reencontrar ese centro político porque la polarización no nos ha llevado ni nos ha conducido, ni la política interna de las naciones ni la política global, al mejor puerto posible. Por lo tanto, mantengo esa orientación ideológica. Quizás lo que he cambiado un poco es que inicialmente, creía en la convicción ideológica del poder y eso fue una ingenuidad de mi parte, porque la única convicción que tiene el poder es la del poder en sí mismo, no tiene convicción ideológica.
Inicialmente creía que era posible desde un argumento ideológico y político, sostener una conversación racional con aquellos que supuestamente defendían posiciones comunistas. Me di cuenta de que era una total ingenuidad de mi parte, que a esta gente lo único que le interesa es el poder y por eso han cambiado, han vaciado ideológicamente las estructuras del Estado solamente para sostener el control sobre el país. No son los antimperialistas que dicen ser, eso es absolutamente incierto. No son la gente que les interesa la distribución social de la riqueza, es absolutamente incierto. Todas las medidas que han tomado desde la década de 1990 hasta la actualidad, lo único que han hecho es incrementar estructuralmente la desigualdad. Ahí es donde hay quizás cierto cambio desde el punto de vista político y desde el punto de vista de la maduración para saber quién es el adversario que tenía enfrente, pero ideológicamente sigo manteniendo una posición contraria al embargo de los Estados Unidos hacia Cuba, no por las razones que aduce el gobierno cubano sino por razones estrictamente políticas y sí buscando la posibilidad de que en Cuba haya una reconciliación nacional entre cubanos, que Cuba recupere sus bases culturales, que son las de la diversidad y la pluralidad y que eso tenga reflejo en el sistema político, que es lo que hace falta. El régimen ha involucionado y yo me mantengo en mi posición política.
Supongamos que puedas aspirar a un cargo político y tener que ver con el futuro de Cuba. ¿Cómo para ti sería ese futuro desde tu orientación política? ¿Cómo enfocarías ese sistema social que muchos a veces lo ven como una utopía?
_ Mientras más al vacío cae el país, más importante es recuperar cierta utopía en un sentido creativo, positivo. Una de las cosas que pienso, si me pongo a diseñar mentalmente cómo querría ese futuro para Cuba, es la de una nación, una sociedad en la que recuperemos las bases tradicionales de la construcción de la nación cubana, eso es importante recuperarlo porque la nación cubana nace como una nación moderna, no es una nación étnica en el sentido de las naciones históricas que tienen tradición cultural, pensemos en las naciones europeas que tienen una base étnica y la nación cubana nace de la modernidad. Hay que recuperar esa modernidad de la nación cubana, que está en la base del pluralismo político, diversidad cultural, diversidad ideológica y recuperar la visión de que la nación cubana solo puede estructurarse sobre bases cívicas, no sobre bases confesionales. Uno de los errores básicos de la llamada Revolución Cubana: tratar de construir una nación sobre bases confesionales.
Esa es una utopía que se puede recuperar. También, buscar una sociedad que piense totalmente en la redistribución social de las riquezas que se creen. Cuba no puede darse el lujo de lo que está pasando, de las absolutas desigualdades que estamos viviendo. Hay que recrear, digamos, lo que en otros lugares llamaron durante mucho tiempo sociedades de bienestar. Donde la mentalidad fundamental que se privilegie sea la mentalidad en que haya una redistribución progresiva de las riquezas. Que se creen en la nación cubana como una pluralidad de forma recreada, que no excluye la propiedad privada para nada, pero que haya una especie de responsabilidad social. Y finalmente un Estado de Derecho pleno, ahí no hay que reinventarse mucho. Un Estado de Derecho pleno en que haya división de poderes para justamente profundizar las nuevas formas de democracia que se van creando en el mundo, porque eso es muy importante.
Es mi prioridad cuando me pongo a soñar como cualquier otro cubano, pensar cuál debería ser el diseño futuro de la sociedad cubana. En Cuba se están perdiendo tres cosas fundamentales: la noción de país (cuando hablo de noción de país pienso en aquel dicho que sin azúcar no hay país); la noción de nación porque Cuba era una nación de emigrantes; y lo peor, se ha perdido la noción de Estado, porque hay una noción de poder detrás del Estado, no hay una noción de Estado en Cuba. Esas tres cosas se están perdiendo y creo que es fundamental que hagamos un esfuerzo todos los cubanos, dentro y fuera del país, para que estas nociones puedan ser recuperadas de cara al futuro.
En la Cuba actual, ¿qué puede hacer la oposición, diezmada, reprimida y acosada, con una parte importante de los activistas obligados a emigrar, para liderar esa revolución ciudadana que se nos viene encima?
_El gobierno ha dado un duro golpe a la oposición en los últimos años. Varios líderes disidentes están encarcelados. Otros han tenido que emigrar y eso supone una ruptura, porque no se construye una alternativa de un liderazgo de la noche a la mañana. Pero se intentan buscar alternativas. Hay ciertos sectores de la oposición o de la sociedad civil que tratan de impulsar sus espacios y sus proyectos específicos. Tratan de captar un fragmento de la sociedad, como los grupos ecologistas, proyectos feministas, animalistas, culturales o la comunidad LGBTIQ+, no afiliada al gobierno. Fueron espacios destacados en los últimos tiempos, pero se carecía y se ha venido careciendo de proyectos globales que de alguna manera enfoquen todo lo que tiene que ver con los derechos fundamentales dentro de un proceso, un proyecto de democratización global de la sociedad cubana. Sin embargo, hay propuestas que van saliendo con cierta dificultad en medio de la represión, pero van saliendo para buscarle un enfoque global al problema del cambio dentro de Cuba. Y ahí están proyectos menos sonoros como la Mesa de Unidad de Acción Democrática, por ejemplo, que se mantiene simbólicamente, discutiendo ideas de cómo aumentar a la organización. Hay, por otro lado, un proyecto relativamente nuevo en términos temporales que es el Consejo para la Transición Democrática en Cuba (CTDC), que también trata de enfocar algunas alternativas y cambios más o menos generales y globales, y recientemente surgió un proyecto que reúne, agrupa, concierta organizaciones dentro y fuera del país, que se llama De Frente, en el que también participa el Consejo de Transición Democrática.
Dentro de estas organizaciones están aflorando alternativas que buscan la recuperación del Estado de Derecho en Cuba, básicamente eso es lo que se está enfocando. Algunos con una visión más rupturista, otros con una visión más reformadora. Una visión reformadora que se puede enunciar como reformas sin reformistas. Es decir, no porque se apele a la opción de la reforma se debe considerar que quienes las están empujando son menos reformistas, que quieren darle un retoque cosmético al poder actual, pero sí creen que la reforma es la manera de recuperar entonces la política para buscar transformaciones fundamentales, pero todas enfocadas a la recuperación del Estado de Derecho fundamental en Cuba. Y que se hacen acompañar de estrategias cívicas, que son fundamentales porque estas estrategias cívicas van a otorgar un elemento que ahora está marcando negativamente a la sociedad cubana que es lo que llamamos la violencia orgánica en la que está metida Cuba. Hay una violencia desde el Estado, hay una violencia Inter social, hay una violencia en las comunidades, está el tema de la violencia de género que está también afectando a la sociedad cubana y está la violencia del lenguaje. La violencia política del lenguaje ha polarizado a la sociedad de un modo que no es prudente ni tampoco productivo para quienes queremos construir la democracia. De modo que lo que se busca es crear ambientes de paz, que luchen globalmente contra todo tipo de violencia para entonces desde ahí ir simultáneamente tratando de recuperar lo que llamamos el caos post-ideológico de la sociedad cubana.
¿Cuán cerca podríamos estar de lograrlo?
_ Todo depende de la capacidad que tengan estas alternativas opositoras, de conectar con la ciudadanía. El gran desafío es justamente el de conectar de una manera sistemática a ciudadanos con alternativas de cambio. Porque mucha gente entiende que la posición del malestar es al mismo tiempo la posibilidad de alternativa y no es así, tal como yo lo veo. Que se exprese el malestar como se ha venido expresando con mucha más claridad, desde julio de 2021 es positivo porque refleja que ya la sociedad se está poniendo frente a frente al Estado. Y eso es fundamental, es un primer paso clave, pero eso por sí mismo no lleva a la construcción de una alternativa. Por lo tanto, el desafío es ése, mientras más cerca estemos de conectar a la ciudadanía con estas alternativas que estamos tratando de anudar en el último año. De eso depende.
El 20 de mayo se cumplen 121 años de la fundación de nuestra república, aplazada y olvidada en estos 64 de castrismo. ¿Qué significado tiene para Manuel Cuesta Morúa esa fecha?
_El 20 de mayo, en la reconstrucción de esa nueva imaginación política, es importante también para reconstruir la historia. Soy historiador de profesión, por tanto, me mantengo al tanto de lo que se escribe sobre ese acontecimiento. Hay una buena tendencia a cambiar el paradigma con el que se ve la Historia de Cuba. Siempre se ha visto la Historia de Cuba como una pugna entre el vencedor y el vencido, en la que los vencedores son los que cuentan la historia de los vencidos. Ahora hay un nuevo paradigma que afortunadamente creo que va a ayudar a la reconstrucción también democrática y revolucionaria de la Historia de Cuba en la que tanto vencedores como vencidos cuentan su propia historia, y esa confrontación de narrativas entre vencedores y vencidos es la que va a permitir también pluralizar la mirada sobre Cuba y recuperar algo como entender que somos una nación joven desde la independencia, que son 121 años contrastado con otras historias y que es importante entonces volver a ella y recuperar entonces lo que es importante: nuestra tradición cultural, que se basa en la diversidad, en la pluralidad.
No considerar que la historia de 1902 a 1959 fue la historia de la seudo república, eso es totalmente falso, es la historia continuada de construir un ideal hacia la independencia plena, la soberanía de los ciudadanos y al mismo tiempo la nación “con todos y para el bien de todos” con la interrupción de estos últimos 64 años. Creo que esa visión está ganando espacio dentro y fuera de Cuba y eso es fundamental.
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