En la avenida Tourtonnelaan, de Paramaribo, Surinam, "cada día hay más mujeres haciendo la calle". La mayoría son migrantes y entre ella hay muchas cubanas. "Solo tienes que pasar por allí después de las 10:00 de la noche", dice Yania, de 27 años, hablando del tema como de una pesadilla.
Hasta hace poco, ella era una de las cubanas que buscaba clientes en Tourtonelaan. Ahora se siente afortunada por haber saldado su deuda de 6.000 dólares con el traficante que pagó su viaje al país sudamericano desde el oriente de Cuba. reseña el portal web Diario de Cuba.
"Gracias a Dios terminé, porque la calle era uno de mis grandes miedos", dice Yania. Su amiga Inés (32 años) no ha tenido la misma suerte, aunque ambas llegaron juntas a Paramaribo, como contaron en la primera parte de este reportaje.
La avenida es la única en la ciudad donde se exhiben las trabajadoras sexuales. La zona que ocupan se ha ido expandiendo y ya alcanza entre cuatro y cinco cuadras, según el día. Esto ha traído protestas de los dueños de negocios del área y redadas policiales. Muchas mujeres han acabado detenidas entre 15 y 20 días.
Según Yania e Inés, hay tres maneras de conseguir clientes: una es yendo a clubes baratos como el Manila, el Perola y Masonstraat, donde también se alquilan habitaciones. Otras vías son las recomendaciones de clientes y las invitaciones a fiestas; pero lo más común es la calle, sobre todo para las recién llegadas.
"La calle es complicada porque la Policía se aparece y te carga", explica Inés. "Aunque después te sueltan, quedas fichada. Además, según me cuentan, eso allá adentro (los calabozos) es una cochinada", añade.
Miedo a los garimpos
Pese a la explotación, Yania cree que tuvo "un patrón bastante bueno", que no la persiguió para que le entregara el dinero. "Mi patrón, por lo menos, no trató de acostarse conmigo, solo le interesaba su dinero", dice Yania. En cambio, el cubano que hizo de intermediario para captarla en Cuba y trasladarla a Surinam, sí lo intentó. "Le dije que tenía que pagar como un cliente", asegura Yania. "Hay patrones que te quitan el pasaporte y pasan cada día a recoger la plata, te ponen plazos para la deuda y, si no pagas, te envían a los garimpos", añade.
Los garimpos son zonas mineras de extracción de oro donde hay campamentos de hombres. La prostitución en ellas es considerada "rentable" porque los pagos se hacen en gramos de oro, pero a la vez son territorios peligrosos, por su ubicación en la selva y la ausencia de autoridad policial. En esos lugares son frecuentes los asaltos, robos y homicidios, y las prostitutas están indefensas.
Inés cuenta que con un buen día en la calle en Parabaribo puede ganar 300 dólares. "La cuestión es complacer al cliente y retenerlo una hora o más", explica. "Los garimperos son los mejores clientes. Bajan a la ciudad por pocos días y tratan de tener una chica fija. Son ellos los que mayormente te ayudan a pagar las deudas".
Yania pudo pagar su deuda con el traficante inusualmente rápido (tres meses) gracias a un cliente enamorado que le dio los 3,000 dólares que le faltaban. "A mí me dolió soltar todo ese dinero de golpe, con tanta necesidad que tiene mi familia en Cuba, pero no hay nada como la libertad", dice. "No es fácil tirarse tantos hombres arriba y aguantarles sus manías; por lo menos ahora, cuando lo haga, el dinero es para mí y puedo escoger con quién", razona.
Y es que es difícil encontrar un trabajo en Surinam con los mismos niveles de pago. El salario semanal promedio en Surinam es de 3,500 dólares surinameses (100 dólares americanos). "En estos tres meses he arreglado mi casa en Cuba, compré electrodomésticos, envié paquetes de comida, ropa, medicinas… eso no lo puedo hacer con un trabajo 'normal'", dice Yania.
Aunque la cubana está en la búsqueda de ese trabajo "normal", su plan es completar su salario. "Tengo tres clientes que voy a seguir atendiendo. Pagan muy bien y así podré mantener a mi hija y mi mamá en Cuba. No me gusta prostituirme, pero no tengo otra manera de conseguir tanto dinero", explica.
Inés por su parte, continúa como trabajadora sexual a tiempo completo. Le quedan tres meses para pagar 4,000 dólares que aún debe al traficante. "No voy tan rápido como Yania", lamenta, "pero tengo la confianza en que en dos meses saldo la deuda".
"Después, no voy a hacer más calle. Tengo una red de clientes y amigos. Además, puedo ir a los bares; allí no se mete la Policía. Solo ruego que me dé tiempo a pagar y no me lleven para los garimpos", agrega.
Al preguntarle si cree que aguantará, responde: "No tengo opción, ¿a dónde voy a ir? Es el costo que estoy pagando por salir de Cuba para ayudar a mi familia. Le acabo de celebrar el cumpleaños a mi hija y está feliz, esa es mi recompensa".
"Seguiré trabajando y pagaré mi deuda, hay muchas que lo han hecho. Y seguirán trayendo mujeres, ya el patrón tiene una nueva que ocupa el lugar de Yania", concluye Inés.
FUENTE: Diario de Cuba