domingo 5  de  octubre 2025
CUBA

Por qué ningún empresario extranjero debería confiar en las propuestas para invertir en la isla

Ni siquiera con el espejismo que se sobrevino después del llamado acercamiento durante el gobierno de Obama, La Habana ha cedido ante la posibilidad de abrirse al mercado, con leyes y garantías

Diario las Américas | IVÁN GARCÍA
Por IVÁN GARCÍA

La Habana. - El 30 de marzo de 2012, el empresario cubanoamericano Carlos Saladrigas, vestido con un impecable traje blanco, se bajó de un Audi gris y se dirigió a una de las salas del Seminario de San Carlos, ubicado en la zona antigua de La Habana. Saludó a los presentes, se acomodó las gafas y extrajo de una maleta su tableta Apple. En el salón había alrededor de 170 personas. Disidentes, exfuncionarios del régimen y un grupo de agentes de influencia del gobierno que intentaban vender una narrativa de cambio a raíz de las tímidas reformas aplicadas por el dictador Raúl Castro entre 2008 y 2011.

Bajo el mismo techo, en el cual la autocracia verde olivo en su fanatismo ideológico se niega a compartir con opositores, estaban Reinaldo Escobar, Yoani Sánchez, Manuel Cuesta Morúa y media docena de periodistas independientes, entre ellos quien suscribe esta crónica, que abiertamente por la democracia.

Entre los oyentes se encontraban Carlos Alzugaray, exdiplomático, Mayra Espina y Arturo López-Levy, familiar de Luis Alberto López-Calleja, que intentaban enaltecer los cambios emprendidos por Raúl Castro. Fue un balón de ensayo del régimen para seducir a la entonces administración estadounidense liderada por Barack Obama. Se eliminaron restricciones absurdas como vender y comprar una casa, viajar al exterior o alquilar una habitación en un hotel de Varadero.

Y se ampliaron las opciones de los negocios privados. En ese lapso de tiempo, entre 2010 y 2016, gracias a las constantes protestas de las Damas de Blanco para que liberaran a los presos políticos, después de sufrir golpizas, prisión y la muerte de su líder Laura Pollán, ante la presión internacional y el fracaso del modelo comunista, Raúl Castro se vio obligado a negociar la excarcelación de la mayoría de los presos políticos de la Primavera Negra de 2003 (oleada represiva que culminó con el arresto de 75 opositores) y autorizar, por primera vez en cinco décadas, que un grupo disidente pudiera manifestarse en un tramo de la 5ta. Avenida de Miramar.

Puras ilusiones

Un puñado de opositores creyó que había llegado la hora del cambio. Numerosos emprendedores e inversionistas se ilusionaron. Y cayeron en la trampa. En diversos reportajes realizados para este rotativo, recuerdo haber escuchado con optimismo a decenas de emprendedores cubanos y extranjeros hablar maravillas de las reformas de Raúl Castro, sobre todo después del restablecimiento de relaciones con Estados Unidos el 17 de diciembre de 2014.

Hubo un sector de la disidencia que no se confundió con la jugada del régimen. Las detenciones continuaron junto con la falta de libertades. Se aprobó una nueva Ley de inversión extranjera con amplios beneficios arancelarios, mientras que, a los emprendedores privados de la Isla, la rigurosa cuchilla arancelaria y prohibiciones, les limitaban el desempeño de sus negocios. En la Feria Internacional de La Habana celebrada en noviembre de 2010, conversé con empresarios españoles, alemanes y canadienses, excesivamente optimistas con las reformas de Raúl Castro.

“Lo bueno de ser de los últimos países comunistas en aplicar cambios económicos, es que ya conoces lo que funciona bien o mal. El gobierno ha aprendido de lo sucedido en China, Vietnam y el proceso de reformas en Europa del Este. Confío en que harán lo correcto. Abrirse al mundo, como pidió Juan Pablo II durante su visita a Cuba en enero de 1998, y negociar con empresarios cubanos radicados en Estados Unidos. Si por discrepancias políticas no aceptan el nuevo escenario, perderán una oportunidad de oro. En los negocios no prevalece la ideología, sino la posibilidad de ganar dinero”, me dijo un empresario alemán que trabajaba en la empresa Mercedes Benz, situada al este de La Habana.

Otro de los que estaba ilusionado era el empresario canadiense de origen armenio Cy Tokmakjian, entonces con 74 años. Era un tipo más bien corpulento, casi siempre sonriente, que le gustaban los trajes de color claro y las corbatas con rayas. La historia de Tokmakjian en Cuba comenzó en 1988, cuando inició sus negocios en la Isla junto al empresario, también canadiense de origen armenio, Sarkis Yacoubian, quien era presidente de la firma Tri Star Inc. y según se rumoraba en los corrillos empresariales, hombre de máxima confianza del régimen.

Paz, ni con aliados

El negocio de Tokmakjian llegó a facturar 80 millones de dólares anuales. Era el distribuidor exclusivo de los automóviles sudcoreanos Hyundai. Una mañana de julio de 2011, Yacoubian fue detenido, juzgado y condenado a 9 años de prisión. Dos meses después, en septiembre de 2011, Tokmakjian también sería detenido y sancionado a 15 años de privación de libertad, pero después de tres años en la cárcel fue liberado.

Le confiscaron "hasta los cestos de papeles”, dice un especialista que trabajó en la empresa. “Todos los autos que estaban en almacenes y sus cuentas fueron decomisadas. Se le acusó de corrupción y de darles regalos a funcionarios del gobierno. Al viejo le hicieron un montaje. Pregúntale a cualquier trabajador de su empresa si no estaba agradecido por el salario que nos daba por la izquierda. Mientras el gobierno te quitaba el salario en divisas y te daba un sueldo de 1.500 pesos (cubanos) al mes, Tokmakjian te daba entre 500 y 1,200 dólares de acuerdo con tu cargo en la empresa”.

Mentir y manipular es algo que se le da bien a la dictadura cubana. Fidel Castro, desde antes de llegar al poder, juraba que no era comunista. Aseveraba que era demócrata y que respetaría los negocios privados. Poco tiempo después hizo lo contrario. Era un embustero de libro. Aplicaba múltiples estrategias para ganarse la confianza de asesores y gerentes capitalistas. La lista de empresas foráneas estafadas por las autoridades cubanas es amplia.

El desquite siempre

Robert Vesco, un estadounidense de padre italiano y madre de la antigua Yugoslavia, después de defraudar 224 millones de dólares a un fondo de inversiones en Estados Unidos, recaló en Cuba y financió la construcción de un centro turístico en Cayo Largo y obras en el sector de la biotecnología. En 1996 fue sentenciado a 13 años de cárcel, acusado por defraudar a un sobrino de Fidel Castro. Murió en 2007 de un supuesto cáncer terminal.

A los empresarios británicos Amado Fakhre y Steven Purvis, directivos de la firma de inversiones Coral Capital, después de decomisados sus activos, fueron enviados a prisión por corrupción. Incluso hombres de confianza del dictador Fidel Castro, como el chileno Max Marambio, alias Guatón, quien llegó a detentar el grado de teniente coronel en Tropas Especiales y estuvo al frente de varios negocios en Cuba, tras la muerte de Castro I, fue juzgado y condenado a 15 años de cárcel en ausencia. Marambio pudo escapar de la prisión y con un botín millonario a salvo.

Frank Cuspinera, empresario cubanoamericano, no tuvo igual suerte. Hace un año la policía política detuvo de forma inesperada a Cuspineda, dueño del Diplomarket, conocido como el Costco cubano, ubicado en la carretera de Berroa, al sur de La Habana, un negocio en componenda con pesos pesados del régimen. Según fuentes conocedoras del caso, “cuando el gobierno vio las ganancias obtenidas por Frank decidió aplicar el uso de la fuerza: inventarle una supuesta causa legal, decomisarle hasta el último centavo y encarcelarlo junto a los peores delincuentes del país”. Cuspinera estuvo seis días en huelga de hambre en la cárcel de máxima seguridad Combinado del Este reclamando ayuda de la comunidad internacional y denunciando las arbitrariedades cometidas contra él por parte de la Seguridad del Estado, en una carta que se hizo pública.

A todos les deben

Un empresario español cuenta a DLA que el gobierno “les debe más de 350 millones de dólares a compañías españolas. Y lo peor es que han retenido las cuentas en bancos cubanos. Un corralito financiero a la fuerza. Tenemos dos opciones: marcharnos y demandarlos o hacerse el tonto y lisonjearlo a ver si cobramos algo. Si te vas, no cobras y si los demanda tampoco. El gobierno vive su última etapa. Lo más seguro es que no pague nada. En este tipo de sistema la realidad es muy engañosa. Cuando crees que estás bien conectado con personas que tienen influencia, piensas que no tendrás problemas, que eres inmune. Pero un día le dan la vuelta a la tortilla y te acusan de pedófilo o de agente de la CIA”.

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