CARACAS.- El pasado 23 de marzo el Banco Central de Venezuela publicó los resultados de la séptima subasta del Dicom, el mecanismo creado por el gobierno para vender dólares a las empresas del sector privado que no están incluidas en la restringida lista de las que reciben divisas sin pasar por este trámite porque, en teoría, importan alimentos básicos y medicinas. Las cifras son elocuentes: solo cuatro compañías pudieron adquirir divisas y entre todas compraron la ínfima cantidad de 48.275 dólares.
Alimentos Venezolanos logró comprar 33.362 dólares, Laminados Innovadores 10.000, Inversiones la Casa del Chocolate 3.000 y MKS Proyectos y Montajes 1.913 dólares. A estos montos y estos nombres se limita la venta de divisas por el mercado oficial.
Desde que entró en funcionamiento el mecanismo el 1ro de febrero, un total de 361 empresas apenas han podido comprar en conjunto 5,7 millones de dólares, una cifra enana que explica el derrumbe de las importaciones y el creciente número de compañías paralizadas o que trabajan a media máquina por la falta de materias primas e insumos para producir.
Empresarios indican que si bien el gobierno vende muy pocos dólares la señal que ha enviado a la economía es la de un constante debilitamiento de la moneda. En solo dos meses el precio del dólar ha escalado 99% en el Dicom, aumentando la constante sensación de devaluación del bolívar.
Al mismo tiempo, la mínima oferta del mercado oficial ha derivado en que la cotización del dólar en el mercado paralelo, que opera libre de controles, registra una marcada tendencia al alza y se ha convertido en el principal marcador de los precios que aumentan a un ritmo frenético por la hiperinflación.
De acuerdo con las proyecciones de la firma Síntesis Financiera, el dólar seguirá escalando en el mercado libre y podría dispararse hasta 319 millones de bolívares desde los 235.000 de esta semana, reflejando el despegue definitivo de la hiperinflación.
Colapso petrolero
En Venezuela, 96 de cada 100 dólares que ingresan provienen de la venta de petróleo y en el primer trimestre de este año la cotización de la cesta de barriles que exporta el país registra un salto de 30% respecto al mismo lapso de 2017, pero este incremento no se ha traducido en más divisas para una economía que se hunde en la recesión.
Entre las principales causas figura que la cantidad de barriles que extrae diariamente Venezuela registra una caída de grandes magnitudes. De acuerdo con la información suministrada por las autoridades venezolanas a la OPEP, en febrero de este año el país produjo 1,58 millones de barriles diarios lo que implica una caída de 37% respecto a febrero de 2016.
En su último informe anual, la Agencia Internacional de Energía señala que es probable que el desplome de la producción continúe durante lo que resta de este año y descienda hasta 1,3 millones de barriles diarios, un nivel similar al registrado durante 1950.
Analistas coinciden en que durante el tiempo en que el precio del barril de petróleo se ubicó a niveles récord, el Gobierno se dedicó a extraer recursos de PDVSA, la empresa petrolera del Estado, y no realizó las inversiones necesarias para mantener y elevar la producción. Además, hay factores extra como el despido de personal capacitado y el robo de equipos en las instalaciones.
Francisco Monaldi, experto en el tema petrolero y académico de la Universidad Rice de Houston, señala en un análisis sobre Venezuela que “no solo la producción ha colapsado, sino que se comprometió buena parte de la producción futura. Hoy PDVSA solo genera flujo de caja por alrededor de un tercio de su producción, lo demás está comprometido para pagar deudas con China, Rusia, Japón y otros socios y acreedores, o es colocada a pérdida en el mercado interno o en otros países”.
“Durante años se regaló o subsidió una parte importante de la producción enviada a Cuba y otros países de la región. Hoy esto se ha reducido, pero los envíos a Cuba (unos 50.000 barriles diarios) siguen siendo muy costosos para PDVSA”, agrega Monaldi.
El colapso se ha extendido a las refinerías que trabajan a menos de la mitad de su capacidad debido a que la caída de la producción petrolera implica que no hay suficientes barriles para procesar los combustibles que necesita el país. De esta forma, Venezuela se ha convertido en un petroestado que importa crudo y diluyentes.
Sigue creciendo
La caída de la producción petrolera no solo se refleja en el declive de los dólares que pueden adquirir las empresas que necesitan importar materias primas, también genera atrasos en los pagos de la voluminosa deuda en divisas que contrajeron PDVSA y el gobierno a través de continuas emisiones de bonos. Estos compromisos se triplicaron entre 2004-2014 hasta alcanzar 67.714 millones.
PDVSA se encuentra atrasada en el pago de intereses de los bonos que vencen en 2021, 2022, 2024, 2026, 2028 y 2035. De acuerdo con las condiciones de estos bonos, PDVSA tiene hasta 30 días de gracia después del vencimiento de la fecha en que debió pagar, para que se considere legamente que ha caído en incumplimiento.
El pasado 25 de marzo se venció el período de gracia para pagar 191 millones de dólares correspondientes a intereses del bono que expira en 2022. Tras esta fecha, PDVSA tiene formalmente atrasos en el pago de su deuda por el orden de 700 millones de dólares.
En el caso de los bonos del gobierno, también es necesario que transcurran 30 días tras la fecha prevista para el pago para que formalmente se considere que hay incumplimiento. El gobierno ya tiene atrasos formales por 1.500 millones de dólares y la semana pasada comenzó a correr la cuenta regresiva para nuevas demoras por 185 millones.
A medida que la bola de nieve aumenta, crece la posibilidad de que los inversionistas inicien una serie de demandas contra PDVSA y el gobierno venezolano, con lo que comenzaría la etapa legal del default venezolano.
