@ElkisBejarano
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Mientras Sonia Alcántara, desde Caracas, usaba los megas que le quedaban en su celular para implorarle a sus primos en el exterior que le mandaran por lo menos 50 dólares para su mamá de 86 años con una fuerte desnutrición; otra caraqueña publicaba en su cuenta de Instagram una fiesta en el Hotel Humboldt, en la cima del Ávila, donde el lujo sorprendió a los visitantes con champagne francés y elegantes habitaciones que pueden llegar a costar más de 500 dólares una noche.
Venezuela siempre ha sido un país de contrastes, pero desde que en medio de la severa crisis que azota al país, el régimen de Nicolás Maduro permitió, de manera no oficial, el ingreso y comercialización en dólares y euros, las diferencias entre las clases sociales se han hecho aún más marcadas.
La aguda crisis que vivieron los venezolanos durante los años 2017 y 2018, se ha visto desdibujada en 2019, gracias al uso de dólares en las transacciones cotidianas. Desde el 2003 la revolución bolivariana limitó la venta de divisas extranjeras y con la Ley de Ilícitos Cambiarios, derogada en julio de 2018, penalizó, incluso con cárcel, a aquellos que compraban o vendían dólares en el mercado negro. Ahora el uso de moneda extranjera es cotidiano. Las panaderías, supermercados, peluquerías tienen las tarifas en dólares. Hasta los vendedores ambulantes, conocidos como buhoneros, cobran en moneda extranjera, y si el cliente tiene bolívares, rápidamente hacen la conversión a una tasa que tampoco es oficial, publicada en portales anónimos de internet.
La imagen de los anaqueles de los supermercados vacíos que recorrió el mundo como símbolo de la escasez que agobiaba a los venezolanos ha quedado en el recuerdo. Paulatinamente han regresado los productos, y ahora hay variedad de marcas que ofrecen diferentes calidades para que los clientes elijan. Como ocurría antes de que el chavismo tomara el poder en 1999. Un fenómeno a resaltar es la aparición de los llamados bodegones, donde se encuentra todo tipo de productos, y en algunos casos cuestan más del doble del precio de venta que tienen en los Estados Unidos.
Cristina Valvuena, una venezolana que tuvo que regresar luego de tres años viviendo en Madrid, asegura que encontró una ciudad diferente. “Si bien ves cómo las tiendas de los centros comerciales se muestran abarrotadas de clientes, sales un poco a la calle y ves al ciudadano común, a aquel que no tiene familia en el exterior y que vive de un sueldo o de una pensión. He visto a gente empobrecida, y lo ves en su ropa, en su calzado. Allí no llegan los beneficios de la dolarización. En las panaderías hay de todo, pero las puertas están llenas de gente pidiendo dinero o comida. Muchos que siguen pasando hambre y me cuentan que en el interior del país es peor”.
Destaca que pese a que algunos restaurantes de lujo están colmados de comensales, que muestran “grandes camionetas último modelo” a las afueras, también hay mucha gente hurgando en su basura, y comiendo lo que consigue. “Gasté 50 dólares en un mercado y compré pocas cosas. Para que una familia de cuatro personas pueda vivir necesita por lo menos mil dólares mensuales, y eso es solo para pagar comida, educación. Entrar a un establecimientos de esos es imposible para la clase media que trabaja, y aunque gana en dólares, los precios son impagables”.
Para Valvuena los contrastes no solo son en la gente sino en la propia ciudad. “Mientras el régimen chavista gasta una gran cantidad de dinero para colocar adornos de Navidad o montar unas luces que descienden desde el Ávila, la ciudad carece de servicios. No hay dinero para el mantenimiento de los semáforos, no hay dinero para limpiar las calles y en algunos sectores las aguas residuales corren por la calzada”.
En los 90 se pudo dolarizar y evitar el caso
El economista venezolano Hugo Farías recuerda que la posibilidad de permitir la dolarización data de los años 90 cuando se produjo un importante debate en torno al tema y él, desde ese entonces, ya lo recomendaba. “Creo que no es necesario desaparecer el bolívar, sino lo importante es que tenga que competir con otras monedas. Es decir, que el Banco Central no tenga el monopolio de la moneda. En Perú tienen la circulación libre de la moneda local que es el Sol, pero también circula el dólar y el euro. Creo que un esquema así es el que más protege el fruto del trabajo de todos los ciudadanos”.
Aclara que Venezuela está en un proceso de dolarización de facto y forzosa que no tomó en cuenta una serie de detalles necesarios. “Esto ha podido hacerse de una manera civilizada y más equitativa porque los que tienen dólares sobreviven, pero el problema es para los que ganan en bolívares. Hay que ir a una dolarización de los sueldos, para que el valor del trabajo se preserve. Lo ideal sería un esquema de libertad monetaria, donde además del dólar, circule el euro, la libra esterlina o la moneda que la gente quiera”.
Lamenta que se haya tenido que pasar tantas cosas negativas para llegar a hacerlo, pero a su juicio se ha hecho mal, “porque se siguen manteniendo las asimetrías en el país. Unos privilegiados que tienen acceso al dólar y la gran mayoría que sufre las consecuencias de estos privilegiados”.
De dónde salen los dólares
Desde que se inició el control de cambio los dólares siempre han estado en manos del régimen; y luego algunas empresas privadas lograron beneficiarse por los cambios preferenciales que se ofrecía para la supuesta fabricación o importación de bienes e insumos. “Esto, en vez de activar la producción nacional, estimuló al cierre de empresas y la corrupción, porque pocos bolívares de convertían en muchos dólares a través del mercado negro. En ese momento proliferaron las empresas de maletín dedicadas solo a comprar dólares a tasa preferencial y negociarlos en el mercado negro. Una práctica que creo grandes fortunas en muy poco tiempo”, indica el economista Carlos Pardo, quien asevera que luego de las sanciones del gobierno de Estados Unidos contra el régimen de Venezuela, la dolarización informal fue la manera que el régimen encontró para destrabar la economía.
“El régimen, al no poder maniobrar con el dinero del petróleo y en muchos casos del narcotráfico, sacó los dólares a la calle para que el ciudadano común lo manejara y así abrir una brecha para aliviar la tensión existente. A tal punto que hace pocos días el propio Nicolás Maduro anunció la entrega de medio Petro para los jubilados y trabajadores públicos venezolanos”. Es decir, unos 8 millones de venezolanos recibirían 30 dólares como parte de su bono navideño.
Se estima que el régimen debía entregar unos 240 millones de dólares, según la valoración dada a la criptomoneda estatal que solo es recibida en Venezuela. Pero la mayoría de los jubilados y pensionados tampoco han recibido el beneficio porque éste debe solicitarse en el portal https://www.patria.org.ve , hacer una transacción de venta y transferir el dinero a una cuenta personal en bolívares. Asegura Emilio Lozada, presidente de la Federación Nacional de Jubilados y Pensionados "el método es engorroso, el internet lento y la página colapsa a diario". Es decir, muchos tampocos podrán recibir el anunciado bono.