LA HABANA. - Eran más o menos las 3.05 de la madrugada del miércoles 29 de octubre, cree recordar Rey Ángel, pescador de 49 años que reside a dos kilómetros de Playa Francés, municipio Guamá, en la provincia Santiago de Cuba, cuando las poderosas ráfagas de viento del huracán Melissa irrumpieron tierra adentro.
“La mayoría de los vecinos ya habían sido evacuados. Nos quedamos cinco personas para cuidar las propiedades. O lo que quedara de ellas después del paso del ciclón. Cuando aquel bicho tocó tierra, el viento rugía como si fuera un avión a reacción. No dejaba de llover en medio de una oscuridad absoluta. El escenario era el de una película de terror. Desde el lunes, el gobierno desconectó del sistema electroenergético nacional a las cinco provincias orientales. Aunque ya desde hace dos años vivimos prácticamente en penumbras. Estábamos en una caseta de mampostería y las rachas de viento arrancaron de cuajo una ventana de aluminio, que voló como si fuera una pluma. Las olas del mar alcanzaron siete metros de altura. Esas nueve o diez horas que duró el paso de Melissa fueron una verdadera pesadilla”, cuenta Rey Ángel.
Un monstruo
Según el Instituto de Meteorología, la fuerza de los vientos de Melissa fluctuó entre 170 y 195 kilómetros por hora con rachas superiores a 210 kilómetros por hora. Tras impactar en Jamaica con categoría 5, el pico de las Montañas Azules provocó un descenso en la fuerza de sus vientos, reduciendo el devastador huracán a categoría 3.
Un especialista en meteorología explica “que dadas las condiciones que atraviesa el país, cualquier huracán, de mayor o menor intensidad, va a generar daños considerables. En la Cuba profunda hay alto por ciento de construcciones que no soportan los embates de un ciclón de categoría uno. Luego vienen las prolongadas lluvias, en algunos pluviómetros se registraron 400 milímetros en seis horas, que junto a la anegación de los suelos y el deslave montañoso provocan crecidas en los ríos. Cada vez que pasa un huracán por el país es una tragedia, pues no se trabaja en buscar soluciones”.
La prioridad de la Defensa Civil es proteger las vidas humanas. Debido a que en la región oriental más del 60 por ciento de la población reside en casas de regular a pésimas condiciones técnicas, las autoridades tuvieron que evacuar a 650.000 personas.
Nada para asegurarse
En la isla no hay ferreterías parecidas a los Home Depot de Miami, donde puedes comprar materiales y reforzar tu vivienda antes de la llegada de un ciclón u otro fenómeno natural. Tampoco los cubanos tienen mercados en pesos que les permita acopiar alimentos y agua embotellada. Una lámpara recargable en el mercado informal cuesta de 8 a 9.000 pesos y un ventilador recargable, entre 60 y 80 dólares, que equivale al salario de seis meses de un profesional. El Estado no garantiza nada. El gobernante Díaz-Canel recomendaba que la población hiciera acopio de agua hervida.
La burla al pueblo
Liudmila, residente en el barrio Chicharrones, Santiago de Cuba, dice que “si no fuera tan cruel lo que sufrimos los cubanos, es para partirse de la risa. Esta gente (el régimen) tiene que parar. Andan al berro. ¿No saben que en Santiago la distribución de agua potable casi siempre supera los 30 días? ¿Con qué gas vas a hervir el agua si hace meses no nos venden gas licuado? De verdad que son lo peor que una madre ha parido. Te tienen con la bota apretando el cuello, con apagones de más de 20 horas, pasando hambre, enfermedades, porque la culpa de que ese virus prolifere es del Estado que no hace nada para impedirlo, y siguen pidiendo más sacrificios al pueblo. Vivimos peor que en la esclavitud”.
Las autoridades vendieron por la libreta de racionamiento una libra de arroz o en sustitución, una libra de espaguetis. Y para de contar. Asniel, residente en Contramaestre, asegura que hace mucho tiempo “los cubanos saben que están solos, que esos barrigones son enemigos del pueblo. Por aquí no pasó nadie antes de que Melissa entrara en Cuba. Cuando decreten la recuperación, verás cómo vienen, a tirarse fotos y caerle a mentiras a la gente. Y de las donaciones que ya se han hecho, veremos si llegan al pueblo”.
Entre las donaciones recibidas se encuentran 4 millones de dólares de las Naciones Unidas, 400.000 dólares de Noruega, 330.000 dólares de Alemania y un importante cargamento de ayuda humanitaria del PNUD, con lonas, colchones, herramientas y generadores eléctricos. Una cuenta gubernamental, en pesos, fue abierta en el BANDEC (Banco de Crédito y Comercio), destinada a los damnificados del huracán Melissa. En las redes sociales muchos afirman que tanto el dinero como la ayuda humanitaria se evaporará en el laberinto de la burocracia estatal.
En la mañana del miércoles 29 de octubre, el huracán Melissa, con categoría 2, salió al mar por las inmediaciones de Banes, en el norte de la provincia de Holguín, a 679 kilómetros al este de La Habana. A falta que se cuantifiquen los daños, el día después siempre deja secuelas en la población.
Pérdidas para siempre
Rita, maestra jubilada, recuerda que su “padre perdió la casa cuando el ciclón Sandy, en 2012 y trece años después el gobierno no le ha ofrecido ni una bolsa de cemento”. Marcel vive en la carretera que conduce a Viñales, Pinar del Río, y dos años después usa un trozo de lona como techo. “Mucho bla, bla, bla, mucho postureo. Pero la realidad es que esos materiales de construcción se venden por la izquierda a precio de oro. La etapa recuperativa es negocio gordo para los camajanes del partido comunista”.
Otra estocada
Y mientras el país estaba a la espera de la llegada del huracán Melissa, de forma sibilina, el régimen anunciaba un nuevo paquetazo económico. Fue una acción premeditada y con alevosía, sabiendo que actualmente el cubano sobrevive a duras penas. Un programa de duros ajustes y promesas imposibles recogido en un plan de 92 páginas. La intención, entre otras, es subir aún más el precio de la electricidad y del combustible y dolarizar el país.
Gustavo, economista, quisiera saber cuál es el coeficiente de inteligencia del grupo encabezado por Miguel Díaz-Canel. “En medio de una crisis sistémica, pretender que una población cansada, hambreada y sin esperanza, asuma esa carga onerosa es casi un suicidio político. No les ha funcionado ninguno de los programas para intentar reactivar la economía. El nuevo paquetazo está condenado al fracaso. Esas acciones demuestran el divorcio que existe entre las autoridades y los ciudadanos”.
En el medio estatal Cubadebate, donde se censuran comentarios que no ‘respeten los principios de la revolución’, un lector llamado Albert escribió: “Ese documento, ahora mismo no sé si bautizarlo como Melissa II Categoría 10. Catastrófico en todos los sentidos. Una vez más, esas nuevas medidas van a ahondar la severa crisis económica que atraviesa el país e incrementar la hiperinflación que ya golpea al pueblo trabajador”.
La percepción en una amplia franja de cubanos es que no pueden seguir administrando el país de esa forma. La dictadura va a su aire y la población perece.
Especial
@DesdeLaHabana