La Habana.- En una vieja parroquia al sur de La Habana, dos monaguillos preparan el altar antes de la misa dominical. Unos pocos devotos se sientan en los amplios bancos de madera y esperan en silencio la ceremonia.Al fondo del escenario se escucha un piano desafinado y un coro juvenil que ejercita los salmos antes de comenzar la misa. Es un domingo de sol tibio del falso otoño cubano.
El presbítero viste una sotana negra impecable que desentona con sus desgastados zapatos. Lleva 32 años de labor sacerdotal en La Habana. Ha oficiado misas en barrios duros, pobres y mayoritariamente negros como Párraga, en Arroyo Naranjo o Palo Cagao, en Marianao.
Llama la atención que en medio de una feroz crisis económica, política y social cada día acudan menos católicos a misa. Cuba no es precisamente de los países más cristianos de América Latina.
“La revolución de Fidel Castro alejó a muchos cubanos de la iglesia. La religión fue denigrada. Sus fieles pagaron un peaje social. No se les permitió ingresar a la universidad ni ocupar puestos de relevancia. Estábamos en el ostracismo. Luego, con la caída del comunismo en Europa Oriental, Fidel, por oportunismo político y conocedor de que América Latina es el continente con más católicos del mundo, donde incluso los movimientos insurgentes de izquierda los integran fervientes cristianos, apostó por la alianza con la iglesia local y la latinoamericana”, dice el sacerdote.
Un alto costo
“Lograr el reconocimiento de la Iglesia por parte del Estado tuvo su costo. Se optó por bajar los decibeles en temas críticos como el retroceso en educación, salud pública o derechos humanos. Se buscaba un equilibrio. Creo que más bien hubo un desbalance. La iglesia fue fundamental en el diálogo con el gobierno para liberar a los presos políticos de la Primavera Negra (oleada represiva de 2003). Luego, en las altas instancias, para no disgustar al Estado o por simple complacencia, se prefirió acompañar al más fuerte. Es una prudencia compleja, dada las atípicas características del sistema político nacional”.
“La visita de tres Papas a Cuba fueron visitas de Estado que el gobierno aprovechó para vender su discurso de que las cosas estaban cambiando. Pura propaganda. Cada vez más, ya sea por la emigración masiva, pérdida de valores y el poco apoyo del Estado, que aún ve con ojeriza a la iglesia, no tenemos una presencia visible en los medios de comunicación ni se nos permite hacer proselitismo fuera de los templos”, concluye el presbítero.
Cerca de la iglesia, un piquete de muchachos juega fútbol en el parque y dos mendigos registran contenedores de basura en busca de sobras de comida. En una panadería estatal de la sucia calzada de Diez de Octubre, varias personas hacen cola para comprar el pan que expenden por la libreta de racionamiento.Erasmo, 73 años, jubilado, apoya su espalda a una pared que alguna vez fue de color ocre pintada con el rostro desteñido de Fidel Castro y una frase suya que nadie se detiene a leer.
Lo que el viento se llevó
En lo que esperan la llegada del pan, los hombres y mujeres de la cola desatan su enfado en contra del régimen. “Todavía Díaz-Canel tiene cara de hablar de continuidad. Hace tiempo que la revolución se la llevó el viento. Lo que queda es una caterva de bandoleros que se forran con el dinero que nos roban”, señala Erasmo.
Una señora comenta sobre el aumento de la violencia callejera. “Cada día que pasa te enteras de un asesinato, un robo o una estafa. La vida no vale nada. Te matan para quitarte una cadena o un teléfono móvil. Mucha gente no tiene empatía ni sensibilidad con los ancianos. Hace unos días me estafaron. Me vendieron unas pastillas para controlar la diabetes y cuando abrí la caja, que aparentemente estaba sellada, la habían rellenado con recortes de papel. Cuatro mil pesos me robaron y me pensión es de tres mil pesos”
Todo el mundo se queja de la mugre en las calles y los deficientes servicios básicos. “Al gobierno no le gusta que lo digan, pero Cuba es un Estado fallido. Nada funciona. No hay comida ni se le espera. Hay lugares donde solo tienen cuatro horas con luz. Los hospitales y las escuelas son un desastre. El transporte es un caos. Y por culpa de la delincuencia no se puede salir a pasear. Ya no se ven gatos en las calles. La gente los caza para comérselos”, apunta un señor.
Nadie se acuerda de que al día siguiente se cumplen ocho años de la muerte del dictador Fidel Castro. “Sola vaya, no menciones al susodicho que trae mala suerte. Él y su hermano son los culpables del desastre que estamos viviendo. Nos dimos cuenta muy tarde. Ya Cuba no tiene remedio”, indica Erasmo.
Oda al desastre
Mientras el régimen gasta millones de pesos en eventos y homenajes al difunto, los cubanos de a pie cada vez viven peor. La pobreza afecta al 89% de la población y cerca del 70% hace una comida al día.Desde hace un año, excepto en La Habana, los apagones son de 15 y 20 horas diarias.El desabastecimiento es general y aunque tengas dinero no consigues lo que necesitas.
Mary, pediatra, gana 8 mil pesos mensuales y "tengo que hacer colas de tres horas en el banco para sacar dinero del cajero, pues casi todo hay que pagarlo en efectivo”.En los últimos cinco años, la especialista en pediatría reconoce que ha sufrido un gran retroceso en su calidad de vida.
"Mis dos hijos y yo solo tenemos un par de zapatos cada uno y muy poca ropa. Mi salario no alcanza ni para pagar la cuenta de electricidad. Hago dulces en mi tiempo libre y así puedo subsistir. Gastamos un dineral en alimentos y a pesar de eso comemos mal. El sistema fracasó. Pero el actual gobierno sigue empecinado en mantenerlo. Claro, para ellos sí funciona y el pueblo, cada vez más pobre”.
La valoración de Fidel Castro por parte de los cubanos, ocho años después de su muerte, es pésima. La mayoría lo acusa de dividir a las familias y destruir al país.
Onelio, trabajador azucarero, afirma que “Fidel fue el que sepultó a la industria azucarera con la aplicación de la Tarea Álvaro Reinoso. Cerró cien centrales, apostó por el turismo, y la economía, si se produjeran siete millones de toneladas a los precios actuales del azúcar, perdió la oportunidad de ingresar dos o tres mil millones de dólares anuales. La producción del año pasado no llegó a las 500 mil toneladas, que ni siquiera cubre el consumo interno y tienen que importar azúcar. En el mercado informal una libra de azúcar blanca cuesta 500 pesos. Se dice y no se cree, que la antigua azucarera del mundo haya colapsado por culpa de estos ineptos”
Fernando, taxista privado, no puede entender cómo es posible que "después de ser engañados y manipulados durante 65 años, una multitud acuda a la escalinata de la Universidad de La Habana a rendir homenaje a Fidel, sabiendo que el tipo destruyó el país. Los cubanos tenemos lo que nos merecemos”, lamenta.
El automatismo
El taxista se refiere a una velada efectuada el lunes 25 de noviembre donde participaron estudiantes universitarios. Rayner, estudiante de tercer año de filología, considera que “acuden por automatismo, unos para no señalarse y otros por pasar un rato con sus compañeros. El gobierno nos utiliza y muchos de nosotros nos dejamos utilizar. En las fotos y videos lo que queda es el respaldo al gobierno. Pero en privado, pocos creen en Fidel y en los gobernantes. Todo es una mascarada”.
La propaganda del régimen ha organizado durante el mes de noviembre diversas actividades recordatorias del 'comandante', fallecido el 25 de noviembre de 2016. Desde la santería y la cultura, hasta la ciencia y el deporte, se convocaron panegíricos en medio de apagones y el hambre. Las dictaduras son muy peculiares.