@pppenaloza
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Y Nicolás Maduro sigue en Miraflores. Su accidentada llegada al poder, tras la muerte del comandante Hugo Chávez y gracias a un resultado electoral tan estrecho como cuestionado, hizo que no pocos vaticinaran que su gobierno tendría un rápido fin. Sin embargo, cuatro años después, Maduro está mandando.
En la actualidad, el Presidente tiene en sus manos una bomba llamada Venezuela. La crisis económica es tremenda, con una sociedad azotada por la escasez de alimentos y medicinas, una inflación desbordada, el empobrecimiento generalizado y la destrucción del signo monetario local. En paralelo, el aumento de la conflictividad política ha desembocado en una nueva ola de protestas que desde comienzos de abril ha arrojado más de 50 muertos en 50 días.
En una entrevista ofrecida al diario La Nación de Argentina, el líder opositor Henrique Capriles Radonski afirmó que “están dadas las condiciones de una tormenta perfecta para un cambio político en Venezuela”. Si Capriles Radonski está en lo cierto, habría que preguntarse por qué ese vendaval aún no se ha llevado por el medio a Maduro.
Antes de intentar una respuesta a esa interrogante, el profesor Oscar Vallés identifica las cuatro fuentes de poder que conforman el orden político venezolano: violencia y coerción, financiamiento autónomo del Estado a muy bajo costo –por los ingresos petroleros-, respaldo popular y matrices de opinión.
“Maduro hereda de Chávez todo el poder que logró acumular durante sus 13 años de gobierno. Chávez conoció muy bien esas fuentes porque las experimentó ‘en carne propia’”, comenta el jefe del Departamento de Estudios Políticos de la Universidad Metropolitana (Unimet) de Caracas.
Vallés marca los hitos en la lucha que desplegó el difunto comandante para dominar a su antojo esas cuatro fuentes. “En el golpe de Estado de 2002, conoció la importancia de tener bajo su control a la Fuerza Armada Nacional (FAN) y el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ). A finales de ese año comprendió que, al igual que la FAN, Petróleos de Venezuela debía ser doblegada y puesta a su servicio personal”, recuerda el experto.
“En el referendo presidencial de 2004 supo que el respaldo popular era una fuente de poder que no se podía dejar para convocarla cada cinco o seis años, sino que era vital mantenerla a su lado permanentemente y crea las misiones. Finalmente, la derrota del referendo constitucional en 2007 le muestra que los medios de comunicación no pueden seguir bajo un régimen de libertad de expresión, y cancela concesiones, cierra cadenas radiales y establece la ‘censura’ sobre los medios a través de diversos mecanismos de coerción, además de ser un extraordinario comunicador”, puntualiza el académico de la Unimet.
Maduro ha dilapidado buena parte de ese legado, “en vista de la quiebra técnica de Pdvsa y la enorme deuda pública del Estado, el rechazo de más de un 80% de la población, y la casi nula credibilidad del Presidente y sus voceros”, resalta Vallés. No obstante, aún conserva “la fuente del poder ‘violencia y coerción’, la más antigua y permanente del país”, sostenida por las bayonetas y las togas del TSJ.
¿Sin salida?
La oposición resiste. Y el régimen chavista también. Hasta el momento, ninguno cede y el juego parece trancado. “Mientras el mandatario venezolano solo maneja ‘violencia y coerción’, la oposición maneja la segunda fuente del poder que queda en pie en Venezuela, el ‘respaldo popular’, haciendo imposible una solución política entre ellos porque manejan fuentes de poder distintas”, razona el catedrático de la Unimet.
¿Qué podría romper el equilibrio actual e inclinar la balanza hacia alguno de los contendores? “Si se produce un debilitamiento o pérdida de la administración de la violencia y la coerción de Maduro, y se desplaza hacia la institucionalidad de la Constitución, es altamente posible un desenlace a favor de la oposición de carácter pacífico y electoral. Por otra parte, si el debilitamiento se produce en el respaldo popular de la oposición, ya sea por agotamiento, desencanto o desplazamiento hacia el Gobierno por recuperación de la fuente financiera del Estado, habrá un desenlace de tipo autoritario y hegemónico a favor del chavismo”, plantea Vallés.
El politólogo Carlos Raúl Hernández señala que ambas partes han cometido graves errores. La Unidad por jugar al todo o nada, tratando de defenestrar al Presidente desde enero de 2016 y menospreciando la importancia de las elecciones regionales para iniciar un periodo de negociaciones hacia una transición sin persecuciones. “Ahora venimos de una derrota con el revocatorio y afianzamos la conjunción Maduro-militares por graves fallas de nuestro discurso”, acota. En cuanto al oficialismo, subraya que ha tenido un comportamiento “desastroso, asesinó a más de 40 personas para estupor del mundo y se equivocó al proponer la ‘Constituyente comunal’ que despierta inquietud militar”.
“Hoy vivimos un escenario azaroso y marcado por la violencia, en el que ‘lo nuevo no termina de nacer y lo viejo no termina de morir’. El país se hunde en la violencia y el desastre económico, pero ahora los uniformados son árbitros y, al mismo tiempo, parte del conflicto, cuando necesitábamos su prescindencia. El peor de los mundos”, expone el analista.
Hernández observa que en este escenario, la Iglesia católica puede jugar un rol clave como mediadora para conseguir que se realicen las elecciones pendientes para este año y el próximo. “Al gobierno de Maduro lo mantiene el miedo suyo y el de la FAN, y eso puede estallar”, alerta el escritor.