jueves 19  de  septiembre 2024
CUBA

Rodiles: "Presión total, sin concesiones: ese es el camino para derrocar al castrismo"

El líder opositor Antonio González-Rodiles conversó con DIARIO LAS AMÉRICAS sobre la realidad actual de Cuba, las perspectivas de su democratización y otros temas polémicos.
Diario las Américas | EMILIO J. SÁNCHEZ
Por EMILIO J. SÁNCHEZ

MIAMI.- Rodiles es bastante conocido en Miami, donde con frecuencia aparece en programas de la televisión local, hace titulares en los diarios e interviene en foros de debate sobre la realidad cubana. Graduado de Licenciatura en Física por la Universidad de La Habana y candidato a doctor en Ciencias Nucleares por la Universidad Autónoma de México (UNAM), se radicó en el 2003 en Tallahassee, Florida, donde se desempeñó como profesor de la Florida State University (FSU) y del Tallahassee Community College (TCC). Rodiles, de 45 años, cobró relevancia en 2010 desde Cuba con el proyecto Estado de Sats, “un espacio plural para la participación y el debate”. Residente en La Habana, ha impulsado otras iniciativas, como la Demanda Ciudadana por otra Cuba, la campaña #TodosMarchamos, entre otras. Es uno de los opositores que sobresale por expresar sus opiniones con fundamento, claridad y riqueza de vocabulario.

-Hay una enorme expectativa sobre lo que ocurrirá en Cuba después de abril, cuando se supone que el gobernante Raúl Castro entregue el poder y se retire la vieja guardia, para lo cual han estado preparándose.

Raúl Castro está dando los pasos para ordenar y limpiar su finca, que es Cuba, y dejarla a sus herederos. Eso es lo que está detrás de lo que ocurre ahora en la isla. Su familia y los hijos de sus viejos amigos han sido colocados en puestos clave. La idea es mantener el control en manos de la élite castrista. No hay señales de cambio de rumbo, si se mira a las últimas las restricciones al trabajo por cuenta propia o al aumento de la represión.

-La oposición, ¿está preparada para esta nueva etapa?

Las cosas han ido cambiando. En un inicio se situaban, de un lado, aquellos que apoyaban la agenda del presidente Barack Obama, en la creencia de que el régimen podría realizar cambios sin presiones; y los que sosteníamos la necesidad de presionar dentro y fuera, pues el sistema no es reformable. Después, y debido al fracaso de las reformas y al acrecentamiento de la represión, muchos activistas abandonaron el país y algunos grupos, en la práctica, han desaparecido. En la actualidad, noto que la población se está acercando más a la oposición: conversan y piden información. Además, han surgido actos de protesta, como cuando el huracán Irma en 2017.

-Algunos te han acusado de radicalismo, de estar contra todas las banderas, salvo la tuya. ¿Qué alegas al respecto?

Si analizas la posición del Foro por los Derechos y Libertades —que es una plataforma de varios grupos opositores— te das cuenta de que nuestra visión desde el 2014 fue acertada. Quienes pensaron que el régimen les permitiría ocupar escaños en los llamados “órganos de poder popular” comprobaron su error. Me hubiera gustado equivocarme y que el Gobierno cubano hubiera estado dispuesto a transitar hacia la democracia. No fue así. Para más, lo vemos en Venezuela: la dictadura de Nicolás Maduro está dispuesta a matar a cientos de jóvenes antes que abandonar el poder, y en Cuba harían lo mismo. Entonces, el camino está claro: hay que ejercer una presión total, sin concesiones, y derrocar al castrismo. Lo demás no tiene sentido.

-Has discrepado de manera pública y privada con Rosa María Paya, quien adelanta el proyecto Cuba Decide, para un plebiscito sobre el tipo de gobierno que desean los cubanos. ¿En qué basas tus diferencias?

La opción del voto (incluyo la antigua propuesta de #Otro18 y la actual acerca de un plebiscito) ha demostrado, como se ha visto en Venezuela, que no funciona. El acto de colocar una boleta en una urna supone, ante todo, que el ciudadano lo haga sin miedo, que haya acceso a los medios de comunicación para explicar la propuesta, además de aplicar una logística que en Cuba es inviable. Además, someter a consulta del ciudadano lo que a todas luces es un derecho inalienable resulta absurdo. Hablando ya desde el punto de vista práctico, el régimen no va a abrir la puerta a su autodestrucción. No obstante, en el caso de que este lo aceptara, lo cual creo improbable, me preocupa que este use esa herramienta para legitimarse.

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-Con todo, el proyecto ha recibido el apoyo de Luis Almagro, secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA); e incluso Nikki Haley, embajadora de Estados Unidos ante la Organización de Naciones Unidas (ONU), elogió a Rosa María.

La labor que ha desarrollado Almagro al frente de la OEA, en comparación con la del anterior secretario, José Miguel Insulza, es como el día y la noche. Ha dado un enorme impulso a la causa de la democracia en la región, particularmente en el caso de Venezuela, y ha hecho fuertes declaraciones sobre la situación en Cuba. Pero no considero prudente que intervenga en la dinámica interna de la oposición. Se sabe que hay diferentes perspectivas de qué hacer y cómo, y la participación de una figura de ese relieve pudiera introducir un ruido innecesario y ocasionar fricciones dentro de la construcción de consensos. Por otra parte, también a mí me sorprendieron las palabras de Nikki Haley. Cuando figuras de tan alto perfil quieran conocer más de cerca la realidad cubana, es recomendable que dispongan de toda la información necesaria acerca de lo que sucede dentro de la isla. Aunque en algunos medios se ha dicho que el plebiscito cuenta con un apoyo mayoritario dentro la oposición, eso no es exactamente así. Las personas y grupos de mayor visibilidad, entre ellos, Jorge Luis García Pérez Antúnez, Oscar Elías Biscet, Martha Beatriz Roque, Berta Soler, Guillermo Fariñas, Ángel Moya y los que integramos el Foro no lo vemos como la estrategia más adecuada. Lamentablemente, hace poco Radio Martí publicó un titular mencionando el supuesto apoyo mayoritario al plebiscito, lo cual no refleja la realidad. Dicho esto, debo subrayar que no todo son discrepancias: el proyecto Cuba decide que busca no legitimar al gobierno cubano coincide con la campaña “#MásCastrismoParaQué”, que impulsamos desde el Foro para que no se reconozca la transferencia de poder. Asimismo, coincidimos en la estrategia, que es derribar al régimen.

-El fracaso de la vía electoral en Venezuela, dicen algunos, atestigua que este no es el camino para Cuba; pero las sofocadas protestas callejeras, que dejaron más 100 muertos y miles de heridos, tampoco. Entonces, ¿qué queda: esperar la llegada de un Gorbachov?

Con todo el respeto que merecen los hermanos venezolanos, estimo que fue errónea la decisión de tomar las calles y luego regresar a las casas. Fue fatal movilizar a miles de personas una y otra vez. La dictadura venezolana, asesorada por la inteligencia cubana, apostó a degastar ese movimiento y lo consiguió. Todavía la oposición, a la que valoramos y admiramos, no ha logrado aquilatar los variados recursos y mañas de su enemigo. Hemos propuesto con anterioridad propiciar el intercambio entre los opositores de ambos países, porque podemos beneficiarnos de las experiencias acumuladas y el aprendizaje de los errores.

-Los líderes de la oposición son muy conocidos en Miami; y menos en la isla. ¿Cómo salirse del anonimato, ganar liderazgo, sumar adeptos?

Las antenas ilegales, la transmisión de información en memoria flash y dvd han hecho que los cubanos conozcan mejor a los grupos opositores. Sin embargo, aún es insuficiente. En este sentido, debe tener la máxima prioridad la propuesta del Gobierno de Donald Trump de facilitar internet libre. Acceder a internet sin depender de la empresa estatal ETECSA sería una magnífica plataforma para llegar al pueblo y comunicarnos. Pero no solo beneficiaría a la oposición: por ejemplo, durante décadas las iglesias han pedido, de manera infructuosa, el acceso a los medios.

Hay que ver lo que sucederá con Radio y TV Martí, porque durante años pareció ser más bien una emisora de farándula. Ahora se espera que eso cambie, pero estimo que debe darse mayor impulso a la información y, sobre todo, que las emisiones lleguen a la audiencia cubana. El conocimiento de los actores políticos depende de la existencia de un medio de comunicación que vincule al pueblo y a la oposición. La gente no rechaza a los opositores; al contrario, nos felicitan, apoyan y valoran nuestro trabajo. Pero nos falta esa herramienta, así que, de concretarse la propuesta de internet libre, la realidad interna de la isla daría un vuelco. Disponer de un canal que permita la comunicación entre el pueblo cubano y la oposición —de dentro y fuera de la isla— resulta vital.

-Has reclamado la necesidad de que la oposición debata públicamente sus plataformas y estrategias. ¿Por qué eso no ocurre de manera orgánica?

Es una pena que en Cuba carezcamos de la cultura del debate. En Estados Unidos las campañas electorales culminan con el debate entre los candidatos. Cada uno esboza su plataforma y se muestran a sí mismos, porque la política no es solo un proyecto sino también la persona que lo encarna; la gente reacciona con empatía o no hacia los políticos. Si recuerdas, Estado de Sats se propuso generar un espacio público de discusión y debate, pero el régimen no permitió que continuara. Sería formidable que los representantes de grupos opositores de la isla y del exilio pudiéramos debatir, aquí en Miami, y analizar las diferentes propuestas y proyectos a fin de que el intercambio sea más fluido y transparente. Por su parte, la prensa debería ejercer presión para que esa discusión tenga lugar, porque es obligado que los actores políticos den a conocer su visión de las cosas: cómo piensan y qué pretenden hacer.

-Acabas de decir que los políticos deben también mostrarse a sí mismos. Así que aquí van dos preguntas. La primera: dejaste a tu hija y un trabajo interesante en una universidad de Estados Unidos, además de otras tantas cosas personales, para irte a Cuba a liderar un proyecto opositor. ¿Cómo te ganas la vida y sostienes a tu familia?

El régimen totalitario controla absolutamente todo lo que sucede en el país, desde dónde trabajas, a qué escuela van tus hijos, hasta qué comes. Al principio, iniciamos el proyecto Estado de Sats con dinero mío y de otro amigo, Jorge Calaforra, y gastamos más de lo que teníamos previsto. El proyecto avanzó muy bien hasta que en cierto momento el régimen decidió detenerlo: suspendió la licencia para alquilar en poder de mi familia y cortó así la entrada de dinero. Entonces recurrimos a ONG y amigos en busca de ayuda, lo cual es algo normal en cualquier país del mundo. Cuando la Seguridad del Estado me ha acusado de recibir “dinero del imperio”, he ripostado alegando que todos ellos son peones de individuos que han traficado con drogas y armas; que son delincuentes y han estafado al pueblo cubano. Así que sí recibimos ayuda; además, me parece magnífico que el exilio, al igual que las ONG, desee ayudar a la democratización de Cuba; eso merece aplaudirse. En verdad, si pusiéramos en una balanza los recursos del régimen —con un enorme aparato de represión, vigilancia y delación— y los nuestros, se vería que la diferencia es gigantesca. Por eso es fundamental que la ayuda se ponga en función del derrocamiento de la dictadura, pues en ocasiones se han destinado fondos para fines cuestionables que, al final, no han resultado y de lo cual el gobierno cubano ha sacado provecho.

-La última pregunta: ¿es verdad que te propones ser presidente de Cuba?

En esta lucha nos jugamos la vida a diario, y en el momento en que te detengas a pensar en tu vida personal más allá del día a día, empiezas a cohibirte. Hay que estar decididos a ir hasta el final porque, de lo contrario, te frenan. Muchos preguntan cómo ha sido posible que nos dejen salir al exterior. La respuesta es que, cada vez que nos dirigimos al aeropuerto, o en cualquier lugar, pueden acabar con nosotros, pero el mensaje que les hacemos llegar es que lo sabemos y no por ello abandonaremos la lucha. Allá uno se desenvuelve en un equilibrio bastante precario y hay que aprender a vivir con eso. Si empiezas a tener aspiraciones o soñar con cargos, llega el momento en que desistes. No hay manera de conciliar ambas cosas.

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