La capital haitiana, Puerto Príncipe, se mantiene sumida en un espiral de violencia desatada por las pandillas armadas, ante lo cual Estados Unidos anunció el domingo la evacuación de parte del personal de su embajada y reforzó la seguridad.
Las pandilla en Haití se apoderan de parte de la capital bajo un clima de violencia y los habitantes viven confinados, sin tener a donde ir
La capital haitiana, Puerto Príncipe, se mantiene sumida en un espiral de violencia desatada por las pandillas armadas, ante lo cual Estados Unidos anunció el domingo la evacuación de parte del personal de su embajada y reforzó la seguridad.
Portavoces militares estadounidenses dijeron este domingo que se había "realizado una operación para aumentar la seguridad de la Embajada de Estados Unidos en Puerto Príncipe, permitir que continúe operando" la misión diplomática y "la salida del personal no esencial"
Mientras que la embajada estadounidense señaló por su lado en la red social X que "el aumento de la violencia de las pandillas en las proximidades de la embajada de Estados Unidos y del aeropuerto llevaron al Departamento de Estado a hacer arreglos para permitir la salida de personal adicional" de la sede diplomática.
"Los habitantes de la capital viven confinados, no tienen a dónde ir", alertó el sábado Philippe Branchat, jefe de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), al describir una "ciudad en estado de sitio". Afirmó que "Las personas que huyen no logran contactar a los miembros de su familia o a sus amigos que están en el resto del país para poder encontrar refugio. La capital está rodeada de pandillas armadas y peligrosas".
Las pandillas, que controlan vastas áreas de la capital así como las vías de acceso que conducen al resto del territorio, llevan varios días atacando comisarías, tribunales y prisiones, de las que se fugaron miles de presos.
Es sencillo atribuir el último brote de violencia en la primera república negra libre de Occidente a la arraigada pobreza, el legado del colonialismo, la deforestación generalizada y la corrupción.
Expertos dicen que la causa inmediata más importante es algo más reciente: los mandatarios haitianos han dependido cada vez más de las pandillas callejeras.
Hace décadas que Haití no tiene un ejército permanente o una fuerza de policía nacional fuerte y bien financiada.
Las intervenciones de Naciones Unidas y Estados Unidos van y vienen. Sin una tradición de instituciones políticas limpias, los líderes haitianos han utilizado a civiles armados como herramientas para ejercer el poder.
Ahora el estado se ha debilitado hasta el extremo y las pandillas ocupan su lugar.
Los líderes pandilleros, en escenas surrealistas, celebran conferencias de prensa. Y muchos les ven como futuros participantes en las negociaciones sobre el futuro del país.
En 1990 se impuso un embargo al país después de que el ejército derrocara al presidente Jean-Bertrand Aristide. El embargo y el aislamiento internacional devastaron a la pequeña clase media del país, indicó Michael Deibert, autor de dos libros sobre el país.
Después de que un contingente de Naciones Unidas respaldado por Estados Unidos expulsara a los líderes golpistas en 1994, un arreglo impulsado por el Banco Mundial llevó a la importación de arroz estadounidense y destruyó la sociedad agrícola rural, señaló Deibert.
Los chicos sin trabajo llegaron en masa a Puerto Príncipe y se unieron a las pandillas. Los políticos empezaron a utilizarles como brazo armado barato. Aristide, un sacerdote convertido en político, se hizo famoso por utilizar a pandilleros.
En diciembre de 2001, el oficial policial Guy Philippe atacó el Palacio Nacional en un intento de golpe y Aristide convocó a los pandilleros para que salieran de las barriadas, explicó Deibert.
“No fue la policía la que defendió el Palacio Nacional del gobierno”, recordó Deibert, que estaba allí. “Fueron miles de civiles armados”.
“Están estos distintos políticos que han colaborado con estas pandillas durante años, y (...) les estalló en la cara”, continuó.
Muchas de las pandillas se retiraron ante la MINUSTAH, una fuerza de Naciones Unidas establecida en 2004.
René Préval, el único presidente elegido de forma democrática que completó dos mandatos en un país conocido por su agitación política, trató a las pandillas con mano dura y les dio a elegir entre “desarmarse o morir”, dijo Robert Fatton, profesor de asuntos exteriores y de gobierno en la Universidad de Virginia.
Después de su presidencia, los líderes posteriores fueron suaves con las pandillas en el mejor de los casos y tenían lazos con ellas en el peor.
Todas las figuras relevantes de la sociedad haitiana tenían sus pandillas, señaló Fatton, y aunque la situación actual no es única, se ha deteriorado a un ritmo más rápido.
“En los últimos tres años, las pandillas empezaron a ganar autonomía. Y ahora son un poder en sí mismo”, dijo, comparándolo con un “estado de minimafia”.
“La autonomía de las pandillas ha alcanzado un punto crítico. Por eso ahora son capaces de imponer algunas condiciones al propio gobierno”, dijo Fatton.
“Los que crearon las pandillas crearon un monstruo. Y ahora puede que el monstruo no tenga el control por completo, pero tiene la capacidad de bloquear cualquier clase de solución”, dijo.
¿Cómo perjudica a Haití el dinero de las pandillas?
Las pandillas, al igual que muchos políticos y empresarios, ganan dinero de una combinación ilícita de “impuestos” reunidos a través de la extorsión, secuestros y contrabando de drogas y armas, dijo Fatton.
“Hay toda clase de redes criminales en la zona”, indicó.
Después de Préval, pandillas, políticos y empresarios exprimieron cada dólar que pudieron, dijo François Pierre-Louis, profesor de ciencias políticas en el Queens College en The City University de Nueva York.
“Era una jornada de puertas abiertas para pandillas, drogas, el país básicamente (...) se convirtió en un narcoestado”, afirmó. “Las pandillas ganaron poder y no sólo tenían poder, tenían protección del estado, políticos que las protegían”.
AFP y Associated Press
FUENTE: Con información de AFP y Associated Press