miércoles 1  de  enero 2025
CUBA

¿Supuesto paso atrás de Raúl Castro marcaría el fin del castrismo?

El nombramiento de Díaz Canel como primer secretario del partido comunista apenas significa un cambio en la nomenclatura, el verdadero poder continúa en manos de la  familia y los allegados de quienes hace seis décadas controlan el país
Diario las Américas | IVÁN GARCÍA
Por IVÁN GARCÍA

ESPECIAL
@DesdeLaHabana

LA HABANA. - La realidad casi siempre termina superando la ficción. Hace más de una década, el brillante periodista y escritor Carlos Alberto Montaner, describía como sería el final del castrismo. Según Montaner, luego de los trámites funerarios al ‘compañero Fidel’, el Consejo de Estado, con Raúl Castro a la cabeza, decidiría iniciar urgentes reformas económicas que inevitablemente confluirían en un estado democrático.

Montaner estaba convencido de que era el único paso razonable que seguir por cualquier estadista medianamente responsable de una nación endeudada y empobrecida. Pensaba que sería un proceso vertiginoso. Pero en eso se equivocó. Cuando escribió el artículo ya había concluido la Guerra Fría, el movimiento de descolonización en África, el fin del apartheid, la desaparición de la Europa comunista y Fidel Castro no tuvo más opción que cerrar el campamento de adiestramiento de guerrilleros y terroristas.

El vasto arsenal militar subvencionado por el Kremlin envejeció escondido en túneles soterrados previstos para una guerra contra Estados Unidos que nunca llegó. Un sector amplio de los eficientes operadores políticos y de la inteligencia cubana, expertos en el continente africano, aliados de grupos subversivos o terroristas como FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia), ELN (Ejército de Liberación Nacional) y la OLP (Organización para la Liberación de Palestina), se quedaron sin empleo.

Castro desprovisto

La casa número uno de Nuevo Vedado, donde Fidel Castro dirigió la guerra de Angola y Etiopía desde una butaca giratoria de cuero negro, fue desmantelada. Cuba volvió a la normalidad. Un país caribeño con una economía agrícola, salud de cobertura universal y educación ideologizada.

Cuando en 1991 se cerró el grifo de rublos, fertilizantes y petróleo del Cáucaso, el rey quedó desnudo. Castro había dilapidado una montaña de dinero increíble, se dice que dos veces el monto económico del Plan Marshall de Estados Unidos a la Europa de post guerra.

Tuvieron que ser paralizadas las obras de una central nuclear que se construía en Juraguá, Cienfuegos, provincia situada en el sureste del centro de la isla, a 232 kilómetros de La Habana. Por suerte, ya que su reactor era similar al utilizado en la central nuclear de Chernobyl, hoy en día es un cementerio de acero y hormigón fundido donde quedaron enterrados alrededor de mil millones de dólares.

La realidad

El sueño de Fidel Castro de ser como Alejandro Magno aterrizó de golpe ante la dura realidad. La Isla, si quería tener acceso a las divisas, debía exportar azúcar, cítricos, níquel o servicios como el turismo.

Raúl Castro era un tipo listo, pero nunca destacó por sus proezas guerrilleras. El día que su grupo ocupó el Palacio de Justicia en Santiago de Cuba, para apoyar el asalto al cuartel Moncada, la operación fue una chapuza. Fue detenido mientras caminaba rumbo a la finca de su padre. Las posteriores pruebas de la parafina demostraron que no había disparado un solo tiro.

En la guerra de guerrillas de la Sierra Maestra, Fidel, conociendo tal vez sus cualidades organizativas, lo envió al Segundo Frente, lejos del riesgo y los decisivos combates del llano que enfrentaban Camilo Cienfuegos y el comunista argentino Ernesto Che Guevara. En una ocasión, Castro II quiso dar un golpe militar al secuestrar a un grupo de soldados norteamericanos ebrios de la Base Naval de Guantánamo que estaban de pase. Fidel le envió un correo urgente para que los liberara. “No se le puede dar pretexto a Estados Unidos para que intervenga en esta guerra”, le reclamó luego de insultarlo.

Raúl el verdugo

La única forma que tenía Raúl Castro para llamar la atención y que su hermano valorara sus dotes de líder, era como fiscal o verdugo. El 12 de enero se cumplieron 62 años de la Masacre de la Loma de San Juan, Santiago de Cuba, donde los cuerpos de 71 fusilados se revolvieron con la tierra del lugar donde en 1898, soldados españoles y estadounidenses combatieron y miles de ellos murieron o fueron heridos en la más sangrienta batalla de la Guerra hispano-cubano-estadounidense, que marcó el fin del dominio español sobre Cuba y posibilitó la proclamación de la República el 20 de mayo de 1902.

Gracias a María Werlau, directora de Archivo Cuba, organización que ha documentado todas las víctimas de las dictaduras de Fulgencio Batista y los hermanos Fidel y Raúl Castro Ruz, el periodista independiente Vicente Morín Aguado tuvo acceso a testimonios de aquella masacre. "El tribunal sesionó solo cuatro horas, el 11 de enero de 1959, conformado por altos oficiales del Ejército Rebelde a las órdenes directas de Raúl Castro. Lo presidía el comandante Belarmino Castilla, los capitanes Oriente Fernández y Alfredo Ayala y como fiscal, el también capitán Jorge Serguera. Fueron cuatro horas para todos los reos, al ritmo de cuatro minutos para cada sentencia. La respuesta a semejante iniquidad provino del propio Raúl Castro, quien se apareció de súbito en el abominable juicio. Su rostro lampiño intentaba una severidad ajena al moño femenil que sujetaba su larga cabellera".

El 15 de enero, el corresponsal de la agencia UPI, desde Santiago de Cuba reportaba: "Raúl Castro, comandante militar de la provincia de Oriente, en la cual han sido ejecutados hasta ahora 106 'criminales de guerra', protestó hoy airado por la acusación de que la justicia revolucionaria ha iniciado un 'baño de sangre' y al mismo tiempo, prometió nuevas ejecuciones".

Después de instaurado el gobierno revolucionario, la figura de Raúl siempre estuvo presente en las purgas contra excompañeros. Desde la detención a decenas de comunistas en 1968, acusados de sectarismo en la llamada Microfracción, hasta el fusilamiento del general Arnaldo Ochoa en 1989. De cada purga o accidente, como el de Camilo Cienfuegos, su figura salió reforzada. Ya para 1990 sus hombres de confianza dirigían la inteligencia, contrainteligencia y todos los cuerpos del Ministerio del Interior.

Convencido de que con el fin de la Guerra Fría concluía la etapa de intervención en guerras civiles de naciones africana y el apoyo subversivo a grupos guerrilleros o terroristas de la región, Raúl Castro reconvirtió un sector del aparato militar en un holding empresarial con ramas en las telecomunicaciones, fabricación de armamento, minería, construcción y administración de hoteles destinados al turismo y también el control de las remesas que giraban los emigrados cubanos a sus parientes pobres en la Isla.

Las tímidas aperturas

Cuando el 31 de julio de 2006 Fidel se retiró del poder por enfermedad, ya Raúl Castro controlaba amplias parcelas de la economía. Cuando el 25 de noviembre de 2016 su hermano falleció, había barrido, sin demasiada propaganda, los planes delirantes del comandante en jefe, destituido a los funcionarios de confianza del difunto, eliminado absurdas prohibiciones e iniciado tímidas aperturas económicas.

Autorizó a los cubanos acceder a la telefonía móvil, comprar una computadora, viajar al extranjero, alquilar una habitación de un hotel, vender su casa o comprar un automóvil. Quedó en evidencia que nuestros compatriotas eran ciudadanos de tercera clase.

Raúl Castro pudo ser como el General Jaruzelski en Polonia. Sepultar el disparate económico, liberalizar la economía e iniciar una apertura política de corte democrática. Pero el temor lo paralizó. Su triunfo más sonado fue el restablecimiento de relaciones con Estados Unidos. Pero la visita del presidente Barack Obama a La Habana y su discurso resultaron un boomerang para el general y los anquilosados gobernantes cubanos.

No fue Fidel quien presionó a Raúl para que frenara las reformas. Ya su hermano era un cadáver político y solo era útil como propaganda.

Que nadie lo dude, fue el propio Castro II quien al ver el gran apoyo que el primer presidente negro de Estados Unidos tenía en Cuba y que la Casa Blanca tenía una estrategia diferente, apagó la cachimba de la paz y puso fin a los cambios. Algún día se sabrá qué pasó con los disturbios sónicos que afectaron a 27 diplomáticos estadounidenses, y si Raúl estaba al tanto.

Puesta en escena

El paso atrás de Castro II en el VIII Congreso del Partido Comunista es una puesta en escena para la opinión pública internacional. Nada se ejecuta en Cuba sin que Raúl, o sus hombres de confianzas, lo autoricen. Se trate de vender cuatro huevos extras a los habaneros o de mandar a detener y destruir las obras del artista visual Luis Manuel Otero Alcántara.

A Raúl Castro siempre le gustó estar tras bambalina. Mover los hilos a distancia. Hasta que se demuestre lo contrario, Miguel Mario Díaz-Canel Bermúdez hará lo que Raúl Castro quiera que haga. Es su pupilo, un mascarón de proa. Raúl se jubilará el día que muera. Lo ha dicho públicamente: ‘Los comunistas y revolucionarios jamás nos jubilamos, morimos con las botas puestas’.

La estrategia para seguir por Castro II ya está trazada. Los ejecutantes conocen sus protocolos. El discurso duro se va a diluir con el tiempo. La crisis económica va a arreciar, y por supuesto, el manicomio cubano seguirá cuesta abajo. Para entonces, Luis Alberto Rodríguez López-Calleja, exyerno de Castro y director de orquesta, en alguna sesión del buró político detallará los siguientes pasos a seguir: economía de mercado, "apertura política" con falsos opositores o disidentes leales que reclaman reformas dentro del modelo socialista y cambios que favorecerán a los hombres de negocio del Primer Mundo.

Los deseos desesperados por negociar con Estados Unidos envían una señal de ida y vuelta: Cuba se aparta de Venezuela y la subversión en el continente a cambio de privilegios para invertir en la Isla. Una propuesta atrayente para Washington, que se supone seguirá manteniendo su estrategia de defender los derechos humanos de los cubanos y apoyando a la oposición local.

Las aperturas del modelo cubano llegarán hasta donde exijan las circunstancias internas y la presión internacional, sobre todo de Estados Unidos. Por supuesto, en el Palacio de la Revolución de La Habana no aceptarán elecciones libres ni aperturas que les haga perder el poder. Las divisiones y rencillas internas tras la muerte de Raúl saldrán a flote.

El grupo que mejor se posicione impondrá sus reformas y cogerá el mando. ¿Cuál es el plazo de tiempo? Dependerá de las urgencias de la economía nacional y de la velocidad que se les imprima a las futuras reformas. Probablemente dentro de un par de años el escenario sea diferente. Más cercano a lo que describió Carlos Alberto Montaner en una columna escrita hace más de una década. Para entonces, puede que la ficción supere la realidad.

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