Haber nacido el día en que comienza el año conlleva que muchos de tus allegados se olviden de felicitarte en medio del jolgorio de las celebraciones. Quizás sea una consecuencia negativa por ser tan inoportuno al elegir el momento de llegar a este mundo. Cuando eres niño además recibes menos regalos que tus hermanos y amigos al quedar diluida tu fiesta de cumpleaños en las celebraciones navideñas.
Yo soy uno de esos inoportunos que complicó la noche de fin de año a mi madre. El pasado viernes compartí la doble fiesta con mi esposa y mis hijos en Chicago, a una temperatura más que fría pero que afortunadamente no llega a congelar las ideas ni las ilusiones. Esa es quizás una buena razón para alegrarse de haber nacido un 1 de enero. Los propósitos y las ganas de cambio y mejora se multiplican. Año nuevo, vida nueva, individual y colectiva.
Chicago es una gran ciudad, esplendorosa, una máquina que no para de producir aunque el termómetro te ponga dificultades. Abrigos, gorros y guantes son suficientes para que su gente tome las calles y emprenda la batalla diaria. Para celebrar el día de mi cumpleaños, elegí además un partido de los Chicago Bulls, donde juega mi admirado compatriota, Pau Gasol. Gasol es una estrella de la NBA, que además ha llevado con su liderazgo a la selección española a lo más alto.
Así que mi primer ejemplo del 2016 tiene nombre de jugador de baloncesto. Y deseo, mientras disfruto de su juego, anotar durante el año que empieza la mayor cantidad de puntos y rebotes, además de facilitar todas las asistencias que pueda a mis compañeros.
La trayectoria de Gasol me pone en bandeja mi segundo deseo para el año, que tiene que ver con la tierra en que nació: Cataluña, y su encaje en España. Pau no ha tenido ningún reparo en mostrar orgullo de su españolidad y de apostar por su permanencia en el proyecto común con andaluces, madrileños, vascos y el resto de comunidades autónomas. Sería muy deseable que los políticos catalanes tomaran prestado un poquito del sentido común de Gasol y recobraran la cordura para reconducir el diálogo sobre la futura relación de Cataluña y España. De paso, los grandes partidos podrían demostrar también altura de miras para llevar a cabo un gran pacto de estado, que facilite la prosperidad económica y política que apenas está saliendo de una gran crisis.
En uno de mis paseos turísticos por la gran Chicago veo un impresionante edificio, la Trump Tower, lo que me provoca inmediatamente el deseo de que el precandidato republicano recupere la cordura (si es que alguna vez la tuvo) y abandone su aventura política y se dedique en exclusiva a los negocios. EEUU necesita un presidente firme y con las ideas claras, pero no alguien tan agresivo y carente de los valores que necesita el líder de esta gran nación.
Por último, en mis deseos para 2016 no podían faltar Venezuela y Cuba. En el primer caso, el camino democrático emprendido por los venezolanos no tiene vuelta atrás y espero que en 2017, Maduro sea cosa del pasado. Y por supuesto, que éste, sea el último año con un Castro, en el poder.