Eran vecinos, vivían en misma zona solo que uno algo más arriba y el otro un poco más abajo. Un buen día discutieron, se ofendieron y desde aquel entonces comenzó un largo dilema entre ellos. Fueron muchos años de enconado enfrentamiento y nunca les faltó un motivo para cruzarse ofensas en cada ocasión que se encontraban. Todos los vecinos se preguntaban cuándo acabaría aquello, pero un buen día por un inexplicable sortilegio se reunieron sin ofensas; no hablaron mucho, pero todos vimos cuando se dieron la mano. ¡De verdad que nos sorprendimos al ver aquello! Ellos se dieron la vuelta y regresaron a sus respectivas casas, ambos pensaron lo intolerantes que habían sido durante tantos años. Nosotros nos sonreímos y entonces también pensamos "ojalá que sea así siempre".
Bárbaro Humberto Morales, Madrid,
noviembre de 2015
Hace unos días mi amigo Bárbaro Humberto Morales, cienfueguero de pura cepa, me envió este pequeño texto que él denominó como la viñeta que lo acompañaba: ¡Ay, vecino! Me recordó aquella caricatura que popularizó de una manera genial las relaciones sociales en una Cuba donde todos creíamos ser iguales y muchos incluso así lo practicábamos. Los vecinos cubanos son como familia, casi siempre ante las emergencias allí está la cara amable, el auto encendido o el poquito de azúcar para completar el café.
El cuento en sí, me lo advirtió Bárbaro, no era un reto a Monterroso. Pero sí a las relaciones entre vecinos actuales, en un país donde los entendimientos se van filtrando por el inevitable egoísmo de las vicisitudes cotidianas, la politización a ultranza o la precariedad de las necesidades que hacen de lo normal un hecho extraordinario. Era un texto para reflexionar sobre las relaciones humanas, sobre los procesos que hoy nos afectan y especialmente sobre el futuro en un escenario donde los antiguos enemigos, como los del cuento, parecen estar dándose la mano.
Entonces llega la noticia (con visos de tragedia desde un principio) de los cubanos varados en la frontera entre Costa Rica y Nicaragua. Con el hecho en sí, una avalancha de reuniones internacionales, posibles soluciones, declaraciones, medidas que nos afectan, derechos que parecían ganados y que se van por la cloaca en que la mala política convierte muchas veces los hechos. Como el cuento de Bárbaro, esta historia se estira como las telenovelas latinoamericanas. Y sigue el sufrimiento de un grupo de personas que si bien no aplican como refugiados, al menos son víctimas de esas decisiones de alta política, de un diferendo que parecía culminar.
Alguien me comentaba en un post que estos acontecimientos en el pasado fueron base para acuerdos que regularon las relaciones migratorias entre Cuba y Estados Unidos. Es cierto, sobre muchos cadáveres y sobre el sufrimiento de miles de personas, pero se logró algo al final. Aquí estamos por ver si sobre estos cubanos se firmará algo que nos alegre y sepa menos amargo, al menos para los que ejercen el sentido de la política.
Sin embargo, podríamos cambiar el rumbo y por esta vez conseguir de un problema que es más interno que internacional un acuerdo hacia dentro que genere concordia y comience a resolver este problema. Sería oportuno lograr en este momento que las condiciones que colocan la emigración como el principal modo de salir adelante cambiaran e incluso se revirtieran. Un acuerdo nacional donde cada quien ponga de su parte y lo más importante sea el ciudadano común.
Lo primero que el Gobierno cubano podría hacer es acelerar las reformas que comenzó hace unos años. La estrategia de “sin prisa pero sin pausa” no parece resolver el problema de los que se sienten sin futuro y optan por emigrar. Los datos oficiales de las aduanas norteamericanas hablan de más de 45 mil cubanos, lo cual ya compara este éxodo con el de Mariel y amenaza con ser peor, porque aunque pongamos la vista en los Estados Unidos, sabemos que hay cubanos saliendo hacia donde puedan.
Si bien las políticas de pies secos, pies mojados, y otras estrategias propias del pasado y desarrolladas aún por el Gobierno norteamericano incitan a una migración no segura, también es cierto que hay importantes razones internas y la mayoría son económicas, justo donde las reformas del plan de acción cubano ha puesto hincapié. La cuestión es reconocer dónde podemos accionar internamente y darle una dinámica a esas soluciones.
Muchos cubanos regresaron a la Isla a tenor de los cambios migratorios pero esto aún no es suficiente. Tienen un carnet de identidad cubano pero no residen realmente allí, sino que visitan a menudo a su familia, tienen mayor vínculo con el país pero siguen viviendo y laborando fuera. Es necesario un programa de reinserción e incluso facilidades para que al menos como cualquier extranjero puedan invertir sus ahorros y contribuir a la economía de su familia en Cuba y de la nación en general. Y no solo por inversión sino por una experiencia que traen que nos vendría de perlas. Ese programa fue ensayado en Asia y hay experiencias que los expertos cubanos conocen muy bien.
La Ley de Inversión Extranjera, bastante completa en su intención, parece huérfana al no contar con una ley de inversión general donde cada cubano podría invertir en sus propios negocios. Las regulaciones que cualquier país pone al origen de los capitales y los temas en que se puede invertir serían suficientes para controlar lo que se presume es el principal motivo por el cual este aspecto no está todavía totalmente libre. Incluso las posibilidades actuales de participación del cuentapropismo o las cooperativas como coinversores sigue siendo un tema no previsto en la actual constitución del país, por lo que no le da la necesaria seguridad a ninguna de las partes.
Es bueno tener en cuenta, a raíz de este éxodo, que muchos se preguntan por qué ese dinero que emplean para viajar no lo usan para emprender un negocio por cuenta propia, y la mayoría de las respuestas apuntan a una falta de credibilidad en las medidas anunciadas que es incluso, a mi entender, un problema mayor porque afectará cualquier medida que el Gobierno decida tomar. Restaurar la confianza es una asignatura pendiente de estas reformas.
La atención especializada a una población que envejece y está sola es otro tema que traería inversión y tranquilidad para todos. Es un fenómeno que se debe estudiar y solucionar cuanto antes, pues con los datos demográficos cubanos, cruzados con los índices migratorios, apuntan a un problema en fase de convertirse en una futura crisis.
Está claro que urge un cambio en la relación entre el país y su comunidad en el extranjero. Una relación normal, como la que se pretende (y se busca) con un antiguo enemigo que incluso mientras conversan no pone fin a sus anteriores políticas destinadas abiertamente a la desestabilización del Gobierno que ahora reconocen.
La crisis de los nacionales en Centroamérica aún no se resuelve. Los anuncios de los países involucrados solo apuntan a solucionar partes que les interesan, mientras los principales implicados, Cuba y Estados Unidos, no se pronuncian en toda la gama del problema. Si esto sirviera para ordenar la emigración y comenzar a tener un país próspero con gente próspera, tal vez el sacrificio de esta gente sería justificado, pero todo indica, a pesar de lo que nos quiere decir nuestro amigo Bárbaro, que estos vecinos siguen sin estar de acuerdo.