Dos años de pandemia semicontrolada, con más de cinco millones de muertes por COVID-19 y en la actualidad con cifras medias aproximadas de entre 5.000 y 10.000 muertes diarias e ingresos activos, indican que aún hay que vigilar de cerca y desescalar de forma progresiva.
El panorama económico tras la pandemia ha cambiado de forma abrupta el orden de la riqueza, dejando un mundo más endeudado y carente de recursos. Y, por si fuera poco, surge una guerra que genera más desequilibrio. Pandemia más desastre económico más guerra es igual a posible desastre.
Sabemos que el COVID evoluciona a un estado de gripalización cíclica cada vez más débil, pero no quita que alguna cepa mute a una forma agresiva y ataque otra vez al sistema inmunológico y a órganos diana. La humanidad olvida muy fácil y rápido en estos tiempos. Tal parece que lo sucedido hace apenas tres años, fue hace más de 10 o 20. Esto hace que lo tomemos a la ligera.
Sin embargo, los que trabajamos en servicios de urgencias, dando la cara día a día, sabemos que no es así y que aún hay personas padeciendo. Por ello, debemos controlar mejor la pandemia con una desescalada progresiva. Lo primero, educar a la población, porque el COVID seguirá entre nosotros.
Además, limitar los aforos al 70 por ciento, y esperar un ciclo de 21 a 45 días para ampliarlo; seguir guardando distancia social, al menos de un metro; no abandonar medidas como el lavado de manos, la higiene de los locales y la desinfección; apoyar al personal de salud, que ha quedado desgastado y psicológicamente debilitado, y darle atención especial para afrontar otra crisis, según el caso.
Hay una verdad irrefutable: si no ayudamos a los países más pobres a librarse de esta plaga, será difícil su erradicación. Hay otras medidas para convivir con la enfermedad, como una suplementación adecuada pre y post COVID, eliminar comidas y hábitos tóxicos y detectar precozmente factores de riesgo que puedan complicar la evolución. Es importante que las administraciones establezcan programas de estudio de la enfermedad y de sus secuelas.
Todas estas medidas son útiles. Antes de abrir el marco general, debemos desescalar de forma progresiva e inteligente, en dependencia de las características culturales, económicas y demográficas de cada región. Todo debe basarse en el pensamiento racional y en las medidas preventivas, antes que en la inmadurez y en la precipitación.
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