En el mundo moderno de la medicina, donde la precisión diagnóstica y la personalización del tratamiento son esenciales, la medicina nuclear ha ganado un lugar protagónico. A través de técnicas altamente sensibles, esta especialidad permite observar funciones corporales en tiempo real, detectar enfermedades en etapas tempranas y aplicar terapias dirigidas con gran efectividad y seguridad.
A diferencia de la radiología tradicional, que muestra la anatomía, la nuclear observa el metabolismo y la función celular. Utiliza pequeñas cantidades de sustancias radiactivas, conocidas como radiofármacos, que permiten identificar alteraciones en órganos y tejidos, incluso antes de que se presenten síntomas o cambios estructurales visibles.
Uno de los estudios es la gammagrafía, un procedimiento no invasivo que permite evaluar el funcionamiento de órganos como tiroides, corazón, pulmones, riñones, huesos e hígado, entre otros.
Cada año, se realizan más de 30 millones de estudios de medicina nuclear en el mundo, siendo las gammagrafías ósea, cardíaca y tiroidea las más frecuentes, según datos de la Society of Nuclear Medicine and Molecular Imaging (SNMMI).
Este examen es especialmente útil para detectar metástasis óseas en pacientes con cáncer, evaluar enfermedades cardíacas como la isquemia, diagnosticar hipertiroidismo o nódulos tiroideos y estudiar infecciones o inflamaciones articulares.
La gammagrafía ofrece imágenes funcionales altamente específicas y se asocia con una baja dosis de radiación, lo que la convierte en una herramienta segura, incluso en pacientes pediátricos o con patologías complejas.
Además de detectar enfermedades, la medicina nuclear también tiene un papel terapéutico clave. Las terapias metabólicas utilizan radioisótopos dirigidos para tratar tejidos enfermos sin afectar los sanos, lo que representa una opción menos invasiva y altamente eficaz para ciertas patologías.
Una de las más conocidas es la terapia con yodo radioactivo (I-131) para el tratamiento del hipertiroidismo o el cáncer de tiroides diferenciado. También se ha avanzado en terapias dirigidas para enfermedades óseas metastásicas, linfomas y tumores neuroendocrinos, entre otras.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha señalado que el acceso a tecnologías nucleares en salud puede reducir la carga de enfermedades no transmisibles y mejorar los resultados clínicos en países de ingresos medios y bajos.
Muchas veces, el camino hacia un diagnóstico preciso comienza con un chequeo médico preventivo. Estudios de laboratorio, imágenes diagnósticas básicas y una consulta clínica oportuna pueden identificar señales tempranas de alteraciones que requieren estudios más específicos, como los que ofrece la medicina nuclear.
En pacientes con factores de riesgo cardiovascular, antecedentes de cáncer o síntomas inexplicables, estas herramientas permiten tomar decisiones clínicas basadas en evidencia, evitar complicaciones y personalizar los tratamientos.
En Colombia, la medicina nuclear ha evolucionado con rapidez. Hoy, cuenta con centros especializados, como la Fundación Valle del Lili, sin ánimo de lucro, que combinan tecnología de última generación, radiofármacos seguros y un talento humano altamente entrenado con protocolos estandarizados.
Esto permite ofrecer atención diagnóstica y terapéutica con un nivel comparable al de países desarrollados, pero con un costo significativamente más accesible para el paciente internacional.
* Ana Cristina Arboleda dirige la oficina internacional de la Fundación Valle del Lili, entidad privada sin ánimo de lucro, con 43 años de historia. Considerado el mejor hospital de Colombia durante cuatro años consecutivos, según Newsweek. https://valledellili.org/