La meditación, el uso de hierbas medicinales, la acupuntura y los masajes terapéuticos son alternativas que ganan popularidad entre mujeres, tanto para prevenir el cáncer de mama como para complementar tratamientos oncológicos convencionales.
Lejos de sustituir a la medicina convencional, estas prácticas buscan acompañar el proceso oncológico desde una perspectiva integral (cuerpo–mente–espíritu)
La meditación, el uso de hierbas medicinales, la acupuntura y los masajes terapéuticos son alternativas que ganan popularidad entre mujeres, tanto para prevenir el cáncer de mama como para complementar tratamientos oncológicos convencionales.
Sabemos que las nuevas tecnologías y los estudios han permitido mejorar tratamientos como la quimioterapia, la radioterapia, la terapia hormonal y las cirugías, propiciando una mayor calidad de vida y supervivencia. No obstante, muchas mujeres se interesan también por el uso de terapias integrativas como una vía para potenciar su bienestar.
Lejos de sustituir a la medicina convencional, estas prácticas buscan acompañar el proceso oncológico desde una perspectiva integral (cuerpo–mente–espíritu) para reducir efectos secundarios, mejorar el estado emocional y fortalecer la sensación de control.
Se considera terapia complementaria a la que se usa junto a los tratamientos médicos estándar; cuando se emplea en lugar de ellos, se habla de alternativa (desaconsejada). La medicina integrativa, según la American Cancer Society (ACS), combina terapias estándar (cirugía, quimio, radio, hormonales y dirigidas) con tratamientos alternativos como meditación, yoga, acupuntura o masaje, con el objetivo de aliviar los síntomas.
Por su parte, el National Cancer Institute (NCI) establece cinco grupos para la medicina complementaria y alternativa: mente-cuerpo (meditación, yoga, taichi, hipnosis), biológicas (vitaminas, hierbas), manipulativas (masaje, quiropráctica, reflexología), energéticas (reiki) y sistemas médicos (Ayurveda, naturopatía, Medicina Tradicional China – MTC).
Pero cuidado. Como indica NCI, “natural” no equivale a “seguro” y algunos suplementos interactúan con la quimio o la hormonoterapia; por eso hay que informar siempre al oncólogo.
Esta modalidad integra tratamientos como acupuntura, fitoterapia, moxibustión, tuina y qigong/taichi. Estos ofrecen diversos beneficios para enfrentar el insomnio, las neuropatías, el estrés, la fatiga, las náuseas, el dolor y la ansiedad. En el camino a la recuperación, permiten mejorar la calidad de vida.
Ahora bien, los planes son individualizados, con datos específicos para cada paciente (como los niveles de dolor, fatiga, ansiedad) y constan de reevaluaciones para ajustar dosis y frecuencia. Por ejemplo, en la fitoterapia se aplican protocolos para prevenir interacciones fármaco-hierba (quimio, inmuno, anticoagulantes, corticoides, hormonales) y se documenta todo el plan.
Según Mayo Clinic, algunos abordajes no curan el cáncer, pero pueden aliviar ansiedad, fatiga, náuseas, dolor, insomnio y estrés cuando se usan junto a la medicina estándar.
Entre los más respaldados y generalmente seguros:
Una revisión en la National Library of Medicine (NLM) describe fitoquímicos con potencial inmunoestimulante/antitumoral (carotenoides, flavonoides, polifenoles, terpenoides, lignanos, esteroles). Cita especies como ajo (Allium sativum), Echinacea, cúrcuma (Curcuma longa), bardana (Arctium lappa), té verde (Camellia sinensis), ginseng (Panax ginseng) y linaza, entre otras.
Los mecanismos propuestos incluyen modulación inmune, antioxidación, inhibición de vías proliferativas y del mevalonato. Aunque hay señales preclínicas y observacionales prometedoras, la evidencia clínica es heterogénea; su uso debe ser complementario; hay que monitorear las interacciones entre los productos y los tratamientos convencionales.
Si se aplica de la mano de especialistas, la medicina integrativa, como señalan Mayo Clinic, ACS y NCI, puede mejorar síntomas e incrementar la calidad de vida. La evidencia reunida por la NLM sobre fitocompuestos sugiere potencial, aunque recomienda prudencia y más ensayos. La clave está en integrar documentación científica y tradición con seguridad y coordinación clínica.